martes, 9 de enero de 2007

Programas del corazón

Hablar de los programas televisivos "del corazón" suele ser, en general, para cargárselos. Para rasgarse las vestiduras ante una televisión masivamente ocupada por estos espacios. Para negar por tres veces haber visto nunca alguno de ellos. Y el problema de los programas del corazón no son sus contenidos. Ni es su obicuidad, donde quiera que mires en la parrilla de los diferentes canales. No.

Por otra parte, cabe reflexionar qué ocurre cuando su éxito es realmente brutal. Cuando los dos canales cuya apuesta de programación se basa en dar una alternativa (más o menos buena, eso depende) a tal cúmulo de despropósitos en forma de referencias en todas las franjas horarias a informaciones y disquisiciones de prensa rosa, como pueden ser Cuatro y La Sexta... se están hundiendo en los estudios de índices de audiencia. ¿Se ven masivamente porque se emiten, o se emiten porque se ven?

Poco de eso importa, insisto. Como tampoco importa que se haya creado un estrato de la persona que llega a la fama sin ninguna ocupación, afición o filiación especial, simplemente porque estuvo ahí en un momento dado, o bien intercambió fluídos con alguien determinado, y se subió así a la rueda que deseaba, para continuar sin ninguna ocupación, afición o filiación especial.

No me negaréis que es sexy incluso preparándose un rayote...

Lo realmente grave es esa moral tan rastrera, baja, hipócrita y propia de oscuros tiempos pasados que gastan, escondida tras una pátina de supuesta modernidad liberal disfrazada de presentador/colaborador afeminado, que parece seguir el lema "ponga un marica en su programa". Así, lo que se hace es criticar al que bebe o toma coca, al que se folla a otra que no es su sacrosanta esposa y al que es homosexual pero no lo quiere hacer público. Es decir, y siguiendo el vocabulario de esos oscuros tiempos que mencionaba, a los chulos, las putas, los maricones y los viciosos.

Casos hay muchísimos, y no estoy por la labor de mencionarlos, aunque no me puedo aguantar nombrar a Kate Moss, a quien se trató de hundir por tomar coca (como si eso fuera necesariamente malo) y a quien se ha encumbrado porque supo pasar el espectáculo del escarnio, pero también el de la redención de los pecados a base del arrepentimiento (público, claro). Toma ya.

Así que lo realmente chungo es ese sentido de los valores morales promovidos, mucho más que cualquiera de los personajes que salen o lo que hagan.

Canciones:

Terence Trent d'Arby: "Oh Divina"
Love: "Always see your face"
Redd Kross: "The faith healer"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Conmigo desde luego que no van a hacer negocio las televisiones. Apenas le dedico media hora al día y, casulamente, cuando se cumplen dos condiciones: tengo fiesta en el trabajo y es la hora de comer.

Hace ya mucho que dedico mi tiempo a otras actividades más productivas (o que me causan menos pavor). Digamos que, sin apenas buscarlo, la tele se ha convertido en un electrodoméstico completamente prescindible. Vamos, que ni me llevo mal ni bien: simplemente, no nos llevamos.

kar dijo...

ok, respeto y comprendo tu posición... yo no es que vea mucha tele, pero sí que la veo, generalmente a la hora de comer o de cenar (y posterior ratillo de modorra en sofá). Pero quede claro la cosa no iba en plan lanzar pestes hacia la programación, que se podría, ni siquiera hacia la programación más rosa, eso no lo considero criticable, lo que considero criticable es que de repente las razones para defenestrar a alguien son que se ha follado a nosequién o que se bebe hasta el agua del florero... cuando probablemente ese alguien tenga muchas otras razones para la crítica (que no tiene oficio ni beneficio, que actúa con soberbia, que es medio subnormal, ...)

Anónimo dijo...

Yo creo que además de esa "moralina" de la que hablas hay otras cosas que hacen terribles este tipo de programas, como la falta de objetividad y veracidad, que suele ser flagrante. Los del tomate por ejemplo son tendenciosos a más no poder(y no digo demagogos porque me parece un insulto a los demagogos).

kar dijo...

... y sin embargo se han convertido en un clásico del género. En el circo puro. Ese mérito hay que reconocérselo.