martes, 27 de marzo de 2012

Improvisaciones en Dublín


Hoy vamos a hacer algo diferente, ¿sí? Soy una persona con más tendencia a ser metódico que impulsivo. Y no, no os penséis que esas perlas de literatura gratuitas que os regalo de tanto en tanto desde este blog surgen de la nada, espontáneamente, sin premeditación y en tres minutos. No es así. Y eso que en una cosa tengo que darle la razón a mi admirado Kiko Amat: en un blog se escribe peor. Siempre. Así que imagináos cuando me pongo a escribir “de verdad”.

Pues a lo que iba, la idea es ponerme a escribir de lo que sea. Lo que surja. Ya que me he decidido darle continuidad al blog, una de las cosas más longevas que tengo últimamente, y tras la decepción de los 0 comentarios de la entrada anterior, no podía abandonarlo por más tiempo. Que sí, que yo escribo para mí mismo… y por eso lo cuelgo en una página pública de Internet… y lo publicito en Twitter (@carloskarmolina) … juas… puedo ser vanidoso pero no hipócrita, queridos míos.

Y ahora os escribo estas líneas desde un hotel en Dublín. O más bien debería decir en las afueras de Dublín. O en la campiña de Dublín. O en un paraje donde hay lago, patos y hierba. En el suelo. Ya he hablado en muchas ocasiones sobre mis viajes. Aunque todavía está por llegar LA entrada dedicada a mis viajes. O la serie de entradas. Llegará, la tengo en mente. Y os remito al primer párrafo. Pero de momento, un pequeño adelanto. Suelo viajar por trabajo con bastante frecuencia, a veces a destinos algo exóticos o poco comunes. Tiene cosas buenas y tiene cosas malas, está claro que nadie me obliga, y que podría tener otro trabajo. No perdamos de vista, no obstante, el calificativo. Viajes de trabajo. Pues eso, un trabajo. Eso va por los idiotas que dicen aquello de “ah, qué guay, siempre estás viajando”.

Hoy he tomado un vuelo de Air Lingus, compañía que cada vez que nombro me hago mentalmente la gracieta con la similitud fonética a cierta práctica sexual, y me río solito. Yo soy así de tonto. Esta compañía opera desde la T2 del Aeropuerto Barcelona El Prat y se puede considerar como un monumento a la desolación. Hoy en día es un lugar semiabandonado, que seguro que el viernes por la noche, cuando vuelva, dará miedo. Y he tenido el placer de compartir avión con lo que parecía un viaje de estudios de un grupo de escolares. Como a uno no le pilló (por poco, pero  no lo hizo) la LOGSE, serían lo que consideraría un curso de 2º o 3º de BUP. Una horda de adolescentes, entre odiosos y adorables a partes iguales. Porque sí, me han dado del viaje, gritando, riéndose cada cuarenta segundos, sin parar de moverse. Y sin embargo, no puedo despreciar a unas personas cuya única finalidad vital es, ahora mismo, pasárselo bien (y tocar carne, si procede) a toda costa, del modo más inconsciente, egoísta, cruel y exhibicionista que sea posible. Me sentía como si me hubiera colado en el autocar que me llevaba de excursión hace dieciséis años.

Y aquí estoy, en la habitación de este hotel en Dublín. Por si alguien no lo sabe, la rutina suele ser trabajo “de campo” en horario “convencional”, y trabajo “de despacho” luego, en el hotel. Por eso, el lector avispado, y me consta que una silenciosa mayoría de los que por aquí se pasan, lo son, entenderá cuando afirmo que ésta es mi cuarta visita a la ciudad y casi no he visto nada. Un par de pubs en el centro, dos o tres restaurantes, y ya. Lo malo de los viajes por Europa es que suelen ser bastante fugaces, sin tiempo para flaquezas morales como el turismo. Pretendo, no obstante, resarcirme esta semana, ya que, para variar, cuento con más días. Pero eso ya os lo explicaré en otra ocasión.

Canciones:

Kiss: “Crazy Nights”
Kings Of Leon: “Notion”
The Hellacopters: “Hey!”


domingo, 25 de marzo de 2012

31 Songs - Kar: My Girl (3)


Comienza el bajo, solitario y cadencioso. Dos compases y entra la guitarra, con un fraseo inconfundible, y de repente, redoble de tambor que abre el paso a la batería, y con ella, invita a pasar también a esa voz rasposa y directa de Otis Redding. No canta como los otros negros, aquí no está la melodiosa perfección ni la suave clase de algunos de sus compañeros de generación. Ni falta que le hace. No se puede expresar más sentimiento sólo con una garganta. No hay coros ni bailes. Sólo Otis y su banda.

En el puente aparece una espartana sección de viento. Y una concesión, esos “hey, heeey, heeey” del cantante. Ésa es la magia de su interpretación. Porque reconozcámoslo, “My Girl” es una canción bonita y dulce, algo moñas, en definitiva. Pero la interpretación de Otis Redding y su banda, libre de manierismos y de orfebrería, va directa al sentimiento y al músculo. El corazón, claro.

The Temptations también hicieron su versión, siendo sinceros, una grabación poco recomendable para diabéticos. No se le puede echar azúcar a la miel. Y esos arreglos de cuerda sumados a esos coros angelicales sólo emocionarían a tu chica si el mundo fuera una creación de Aaron Spelling. Pero no lo es, y por eso, Otis cantó demasiado poco y murió demasiado joven.

Hubo una época en la que en todo buen anuncio de televisión que se preciara había que colocar una banda sonora de soul. El “My Girl” de Otis Redding se usó, claro. Y aunque no recuerdo el producto, sí me acuerdo de las imágenes, en blanco y negro, con un primer plano de una moneda lanzada al aire y tomas de una pandilla, chicos y chicas, todos ellos estupendos y estupendas. Y Redding se desgañitaba porque él no quería vender nada, sólo recordarte que el sentimiento está todavía vivo, aunque a menudo no sirva de gran cosa.


Canciones:

Mötley Crüe: “Looks that kill”
Rocket From The Crypt: “Break It Up”
Chet Baker: “Just Friends”

martes, 20 de marzo de 2012

Reggae, reggae


Esta es una historia de hace unos años. De cuando yo tenía... veamos... debían ser unos doce años, por lo que dos décadas han pasado. Dato irrelevante para darle un aire de importancia al tema. La cosa va de cuando me aficioné al reggae. Es curioso, porque fue un género que odié durante mucho tiempo, y con el que me he ido reconciliando poco a poco.

Pues a lo que iba. Tenía yo doce años, y unas ganas de estar en la calle con mis amigos que ni os imagináis. Es esa una edad complicada, ya no sales “a jugar”, aunque la mayoría de las veces acabes haciéndolo. Sales a reunirte con una manada que consideras importante. A sociabilizarte con el grupo. A hablar con tus amigos para no sentirte solo. Qué se yo. El caso es que por aquél entonces me juntaba con otros niños diferentes a mi grupito habitual, lo cuál, tratándose de mí, era toda una rareza. Una cuestión de necesidad, en realidad. En el barrio habían los niños que tenían un pueblo, una torre o un camping, dicho así, expresando la propiedad. Eso significaba que en puentes, vacaciones o, sencillamente, a menudo, en un fin de semana vulgar, desaparecían del barrio para ir a esos lugares lejanos en los que se hacían cosas tan distintas y que tan buenos ratos les proporcionaban. La cosa se ponía especialmente dramática en períodos vacacionales, como la semana santa. En semana santa, en el barrio no quedaba ni dios. Y los pocos desperdigados que quedábamos, forzosamente, nos juntábamos.

Éramos tres o cuatro chavales de doce años, todos de mi clase. Luego había un vecino de uno de nosotros, Carlos, debía tener unos catorce años. Esta diferencia de edad, esos dos años, cuando se tienen doce, resulta francamente significativa. Carlos, por otra parte, parecía disfrutar un poco de ese cierto liderazgo y paternalismo que su edad le proporcionaba.

Carlos estaba obsesionado con el reggae en general, y con, obviamente, Bob Marley en particular. En aquél momento yo todavía no tenía gran criterio musical, y conocía mucho más la imagen de Bob Marley, celebérrima con sus rastas y su barba, que su música. A su vez, Carlos recibía esa influencia jamaicana en lo musical de un amigo suyo, algo mayor que él, tendría unos dieciséis, y que a veces se dejaba caer con nosotros. Dieciséis años eran, claro, una edad más que respetable para mí y mis cuatro camaradas. El chico en cuestión tenía un nombre muy característico, que nunca olvidaré. Se llamaba Washington, creo que su madre era sudamericana, si bien él era de piel muy blanca, pelo rubio y ojos azules. Carlos solía llamarle Washi, y nosotros, no le llamábamos. Simplemente apenas interactuaba con nosotros. Recuerdo una chica del barrio que refiriéndose a él, y olvidando su nombre, o haciendo ver que no lo recordaba, le llamó Honolulu. Ok, ésa era la clase de broma que nunca hubiéramos hecho sobre Washington y su peculiar nombre, ni a sus espaldas, ni muchísimo menos frente a él.

Washington, y eso es algo que puedo entender ahora, pero no entonces, era, o pretendía ser, una suerte de skinhead, de los skinheads antes que ese término se hiciera propiedad de gorilas de barrio pseudofascistas y racistas aficionados. Él era de los que flipaban con la música jamaicana y el ska. Lo recuerdo como si fuera hoy, con sus gafas de pasta marrón, el pelo muy corto con el rictus muy serio y fumando. Tenía un cierto aire a Ali Campbell de UB40. Fue Washington el que introducía, poco a poco, a Carlos en las sonoridades reggae, y éste, de paso, nos iba instruyendo a nosotros, su pequeña cuadrilla cadete.

Así fue como acabó en mis manos un casette recopilatorio, no recuerdo muy bien si se titulaba “Reggae, Reggae” o simplemente, “Lo Mejor Del Reggae”. Esa cinta pasó por todos nosotros, y por supuesto, me la grabé. Bueno, visto hoy en día, parece que hable del paleolítico, y sin embargo, qué manera más buena de escuchar música. La recopilación en cuestión resultaba ser un batiburrillo de temas que pasaban desde el reggae más asquerosamente típico hasta ese reggae-pop de radiofórmula. Por ejemplo, una de las canciones que contenía era un single que acababa de sacar Rita Marley y que fue medio popular en las radios españolas durante dos o tres semanas.

¿Y qué más? Pues clásicos como “You Can Get It If You Really Want” de Jimmy Cliff, horteradas como “Gimme hope (Johanna)” de Eddy Grant, temas metidos con calzador como “Dreadlock holiday” de 10CC y un jitazo de mi vida, “Sweat (a-la-la-la-la-long)” de Inner Circle.

Escuché esa cinta cientos de veces, probablemente más de una dosis recomendada, es posible que fuera lo que acabara causando mi mencionado rechazo hacia el reggae, que me duró hasta hace relativamente poco. Al final, y sin ninguna razón en particular, después de varias semanas, tal vez meses, de ser uña y carne, de ser manada, de ser una banda, Carlos y su Brat Pack nos separamos, Washington desapareció, y el reggae salió de mi vida, aunque aquella cinta, con su nombre escrito en rotulador de colores y sus títulos manuscritos en la etiqueta, estuvo durante muchos años por mi habitación.

Hoy, sin saber por qué, he recordado esa vieja canción de Rita Marley, y me he acordado de esa cinta, y de esa historia.


Canciones:

Rita Marley:”One Draw”
Johnny Cash: “There ain't no grave”
Placebo: “Pure Morning”

lunes, 19 de marzo de 2012

Lo mejor de la semana. Semana 15


Lo sé, sé lo que estábais pensando... creíais que había vuelto a una de mis travesías por el desierto, ausente del ruedo bloggero. Y no os culpo, últimamente la intermitencia es una tónica general, por más que cada semana me proponga dotar de mayor continuidad a esta martingala que denomino Notas De Kar. Pero bueno, ¿vosotros no érais de los que se llenaban la boca ensalzando la improvisación, la libertad, la espontaneidad y no sé cuántas chorradas más? Sí, seguro que sí. Todo el mundo lo hace, y rechaza, como si de la peste se tratara, ese término que granjea tantos odios y que responde al nombre de “rutina”. Pues bien, queridos míos, un blog requiere de rutina. Y os diré más, los humanos requerimos de rutinas. Pensad en ello. Y mientras tanto, vayamos con una de esas rutinas semanales que antaño lo fueron en este blog, lo mejor de la semana:

3.- “Misión Imposible 3”: Reconoceré que es la causante de que hoy vaya tarde y esta entrada pase a lunes en lugar de a domingo. Mientras cenaba he puesto la tele, rutinas tontas que tiene uno, sin nada que querer ver en concreto. Y he dado con la emisión de esta peli, la tercera de la saga. Reconoceré también que la primera entrega me gustó bastante, del mismo modo que la segunda me pareció una mierda de dimensiones bíblicas. E inesperadamente, la peliculilla en cuestión me ha enganchado cosa fina, hasta verla acabar. Es una bobada de película, pero con buen ritmo, bonitas localizaciones y una escena, la del Vaticano, que vale por el resto del metraje.

2.- Bendito Atraso: Se trata de la web / blog de Kiko Amat. Y como blog, muestra una visión muy personal de las cosas, llámense esas cosas música, cine, libros o la sociedad, en toda la amplitud del término. Siendo una visión personal, adolece de todos los defectos que se le quieran ver. Sus opiniones musicales son, muy a menudo, diferentes a las mías, a veces diametralmente opuestas. Otras veces, cuando se mete en terrenos del Soul y otras negritudes, me parecen opiniones a tener en cuenta. Y a nivel de pop, a veces sí, a veces no. Me atrae más, sin embargo, esa ironía que gasta, verdades del barquero, en ocasiones. El día que me dé por renovar la plantilla y el aspecto de NDK, incluiré un link. Mientras tanto, tirad de Google, malditos vagos...

1.- “Los Trapos Sucios”: Ok, es por todos conocida y reverenciada, la autobiografía de Mötley Crüe, una banda que me gusta pero que nunca he considerado dentro de ese círculo privilegiado que yo llamo “mis grupos favoritos”. Tenía ese libro desde hacía casi dos años, y tras un tímido inicio, lo abandoné. No preguntéis. Había leído en muy poco tiempo las biografías de Aerosmith, de Slash y de Led Zeppelin, y estaba algo saturado. Otras circunstancias personales que nada os debieran importar, más allá del mero cotilleo, rodearon esa primera toma de contacto con el libro, por lo que lo abandoné. Superada la sobredosis de bios rockeras y dispuesto a superar también los malos recuerdos que me traía “Los Trapos Sucios”, retomé su lectura. Y si bien lo hice con el escepticismo del snob que soy frente a aquello que todo el mundo va laureando, la feroz sinceridad que destilan Nikki, Mick, Tommy y Vince, retratándose como auténticos despojos humanos me tiene ganado. Todavía estoy en su lectura, y disfrutándola mucho.

Canciones:

Hellacopters: “By The Grace Of God”
Paul McCartney: “Ever Present Past”
Joe Cocker: “Night Calls”

viernes, 16 de marzo de 2012

Una entrada ligerita para una mañana de viernes...

Hacía mucho tiempo que no posteaba desde el trabajo... lo reconozco, es el primer viernes que tengo sin ningún viaje, ni visita, ni reunión de esas de salvar la economía mundial... qué digo la economía: el mundo!! Y está bien, es una sensación de relajación, a pesar de que voy un poco al ralentí. 

Y si es cuestión de reconocer, reconoceré otra cosa: me encanta esta época del año. A menudo me impresiona lo mucho que me puede influenciar las condiciones ambientales y climáticas. En estas semanas en las que el frío ya se acaba, en el que los mediodías son, casi, cálidos, las tardes más cortas, y el verano, sí, parece que por ahí llega, comienza a vislumbrarse. Es lo que tiene ser un animal y no un replicante, supongo. 

Y como la cosa hoy va de reconocer, reconoceré que esta época del año es, por decirlo de un modo delicado... hot, hot, hotter than hell!!! sí, queridos y queridas (especialmente queridas), estoy intentando ponerme lo menos vulgar posible, pero ... adolescentes, chicas, mujeres, señoras... todas ellas comienzan a rescatar los tirantes, los escotes y las faldas cortas, y a guardar los abrigos y los jerseys... y esto ya no tiene vuelta atrás, hasta que llegue el otoño y Mark Lanegan vuelva a hacernos mirar con curiosidad el agujero negro de un revólver.

Pero hasta entonces, os dejo una escena muy sexy, con un tema estupendo, y que salva una película bastante flojita:


Canciones:

Kiss: "Hotter than hell"
Los Salvajes: "Soy así"
My Morning Jacket: "Wonderful"

miércoles, 14 de marzo de 2012

Elliott Murphy en Bikini


De acuerdo, el título podría llevar a un equívoco propio de chiste de Arévalo, así que me centraré en el neoyorquino. De cómo acabé interesándome por la carrera de Elliott Murphy, podríamos usar el tópico del cúmulo de casualidades. Mi primer contacto fue a través del mítico programa Bulevard, de Radio 3, que escuchaba con bastante frecuencia y que, de paso, quisiera reivindicar. Entonces, Elliott Murphy publicaba un disco en directo, recogiendo la que era su realidad por aquél entonces, un Neverending Tour de conciertos acústicos junto con la que era su “nueva” mano derecha, su escudero, un francés que atendía al nombre de Olivier Durand. Sin recordar muy bien cómo, conseguí ese disco en cuestión, “April”, del que ya hablé por aquí. Y tras la agradable sorpresa, me dije que en la primera oportunidad que tuviese, tenía que ver a Elliott Murphy en directo. Poco sospechaba entonces que esa “primera oportunidad” se daría tantos años más tarde.

Y fue la casualidad la que me llevó a Bikini el sábado pasado. A ultimísima hora, como movido por un resorte, compré entradas en taquilla, quince minutos antes de la hora marcada, y, oh, sorpresa, habían tickets. Siempre es agradable volver a un concierto en la sala Bikini. Buena visibilidad, buena acústica (aunque al principio del concierto fallara, no por culpa de la sala, sino del ecualizador), un espacio limpio (que yo me pregunto, ¿qué norma no escrita indica que los conciertos de rock tengan que ser en pocilgas con lavabos mugrientos y con tanta roña en el suelo que te quedes pegado a él?), una camarera bonita que en momentos de poca demanda, atendía el show moviéndose al son de las guitarras...
Murph the Surf con Olivier Durand en Barcelona (foto de El Periódico de Catalunya)
No conocía nada más de Elliott Murphy, nada más allá de los cortes que componían ese “April” y de un “A Little Push” que sonó como single en Radio 3 de su disco de 2002. Y aún así, no hizo falta. En esta ocasión, le acompañaba, además del clásico Olivier Durand, un bajista y un batería, lo cuál le daba un aire más rockero a su música, sin restar intimismo allí donde los temas lo requerían. Aunque un inicio un poquito frío me hizo presagiar algo malo, al tercer tema ya estaba la sala patas arriba, con un Murphy que fue de menos a más, que aunque comenzó callado, al poco no paraba de interaccionar con el público, así, hasta llegar a las dos horas de concierto. 62 añazos que tiene el amigo. Yo quiero llegar a los 62 así.

Por alguna razón, algo en mi cabeza relaciona a Elliott Murphy con el malogrado Willie DeVille. No sé, ambos de NYC, ambos siempre moviéndose a la sombra de otras grandes estrellas probablemente mucho menos dotadas, ambos trufando de versiones sus directos. Con Willie DeVille no reaccioné a tiempo y ahora es ya tarde para poder verle sobre las tablas, y me alegro de que no sea así con Murphy. Se le suele situar a medio camino entre Dylan y Springsteen. Pero lo diré aquí y ahora, me gusta mucho más la propuesta actual de Murphy que la de Dylan, y me parece bastante mejor que Bruce Springsteen.

Y poca cosa más me queda que decir, tal vez una recomendación, la próxima vez que Elliott Murphy esté en vuestra ciudad, no dejéis de verle. Para el recuerdo me queda ese broche de dos temas (“Rock Ballad” y el celebérrimo “Keep On Rockin' In A Free World”) a pelo, dos guitarras desenchufadas y sin micro.

Canciones:

Elliott Murphy: “Rock Ballad”
Joe Cocker: “Do I Still Figure In Your Life?”
The Flaming Sideburns: “Flowers”

lunes, 12 de marzo de 2012

Miscelánea de hoteles


Trasteando, me he encontrado esto, que escribiría hace unos tres años, o algo así:

Me meto en la cama y me pongo a mirar la tele. No a ver a tele, sino a mirarla. Armado con el mando a distancia, me dedico a hacer un repaso de los canales de TV. En este hotel tienen parabólica, o tele por cable, no sé, pero hay un montón de canales, a cuál menos interesante, pero ahí estoy yo, repasándolos todos, dándoles a todos una oportunidad de 30 segundos para que me entretengan y me enganchen, antes de pulsar el botón. Es como uno de esos castings de cine en los que el director sólo dice “gracias, ya te llamaremos”.

Veo los canales españoles y también los extranjeros, paso por los canales temáticos y por los pornográficos. Todo el mundo sabe que aunque éstos sean de pago, los diez primeros segundos te los dejan ver. Será para ponerte cachondo y convencerte de que pagar por esa peli es una buena decisión.

En BBC News un fulano se dedica a disertar sobre el conflicto de Darfur. En la 2 de TVE pasan una película española de esas de drama social. En la RAI están emitiendo, como siempre, “Porta A Porta”. En la RAI por la noche siempre emiten “Porta A Porta”. No sé de qué va, pero es reconfortante llegar al hotel y saber que no importa si estás en Murcia, en Cuenca o el A Coruña, en la RAI estará “Porta A Porta” y su estética cutre.

En la mesita de noche he dejado un libro que apenas he comenzado y me da algo de pereza retomar. Es mejor hacer zapping. Por eso no me gusta tener tele en mi habitación. Me refiero a la mía de verdad, no a una que se abre con una tarjeta. Si tuviera tele, me pasaría toda la noche jugando con el mando a distancia. Tiene algo de adictivo.

Abro el cajón de la mesita y veo una biblia, pequeña, con páginas que parecen hechas de papel de fumar. Estos Gedeones son la leche. Otro clásico de los hoteles. No importa el país ni la localización, allí están los Gedeones y sus biblias para que veas la luz y te reconfortes leyendo los momentazos de su dios.

Decido tomar los evangelios y arrancar de cada uno de los cuatro las páginas correspondientes a la crucifixión. Mateo, Lucas, Marcos y Juan, todos ellos quedan mutilados. Para que los lectores se queden sin saber cómo acaba el relato. El libro queda intacto por fuera, así que me deshago de las páginas arrancadas tirándolas por el wáter y dejo la dichosa biblia de nuevo en el cajón, como si nada hubiera pasado. Y con la excitación absurda que este pequeño acto de sacrílega mutilación literaria me ha proporcionado, decido apagar la tele y ponerme a dormir.

Canciones:

Elliott Murphy: “The Last Of Rock N' Roll Stars”
Rita Marley: “One Draw”
Al Green: “L.O.V.E.”

domingo, 4 de marzo de 2012

Morrison en sueños


La noche del viernes se me apareció Jim Morrison en sueños. La expresión suena a bíblica, pero realmente fue así. No se trataba de un sueño con una sucesión secuencial de situaciones, ni mucho menos con un hilo argumental claro. De hecho, la aparición de Jim resultó inesperada, en tanto ese término se pudiera aplicar a algo tan anárquico como un sueño. El caso es que sí, de repente, allí estaba el eterno vocalista de los Doors, en su faceta más mesiánica. Su aspecto no era el del insolente sex symbol cuyas fotografías adornan carpetas y paredes. Tampoco el de ese Morrison envejecido, gordo, barbudo y con los ojos hundidos que se muestran en sus últimas imágenes previas a su muerte, cuando aún teniendo 27 años, aparentaba tener cuarenta.

La imagen de Jim Morrison en mi sueño la he visto en algún sitio, claro. No ha sido generada espontáneamente por mi cerebro. ¿Etapa “The Soft Parade”, tal vez? Qué importa. El caso es que allí estaba, y me decía algo. Una frase de esas lapidarias que se le atribuyen al Rey Lagarto en su rol de chamán. Luego desperté. Y ya no recordaba qué me había dicho. Era algo con un cierto mensaje vital a lo carpe diem, pero más provocativo. Tal vez fuera una apología de las sustancias o de sodomizar jovencitas vírgenes. Era también una proclama en contra de la mediocridad. Era una idea revolucionaria, no a un nivel político, sino personal, introspectivo. Era, en definitiva, algo que me impactó. Lo suficiente como para sacarme del estado onírico y despertarme.

Pero como si en realidad no hubiera sino querido gastarme una broma, en cuanto abrí los ojos, fuí incapaz de recordar lo que había dicho. Lo sé, os he dejado con las ganas de saber qué diablos tenía Jim Morrison que decirme. O si tal vez me había escogido para dictarme un nuevo poema o una nueva canción, desde luego se equivocó en la elección. Y como es improbable que me visite otra vez en sueños (preferentemente), no me queda sino pensar en qué extraño mecanismo colocó a Jim Morrison en mi sueño, cuando hace bastante que no escucho ninguno de los discos de The Doors. Tal vez ése era el mensaje. Ya toca.

Canciones:

The Black Keys: “Run Right Back”
Spin Doctors: “What Time Is It?”
Robert Johnson: “Sweet Home Chicago”