martes, 30 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 5: L.A. is my lady

Temprano cojo un vuelo Las Vegas-LA y a media mañana llego a la ciudad de los ángeles. Y me siento totalmente excitado!! Es como estar en un escenario extraño, imaginado muchas veces. Por supuesto, no me importa la ciudad de Los Angeles real, sino la que yo siempre imaginé y mitifiqué, la de las películas, la del rock n’ roll, la de las fotos y la de las revistas. Nada más tomar la autovía del aeropuerto al hotel, ver esas vías de varios carriles, ese pabellón de los LA Lakers, esos carteles que anuncian un rodaje callejero del próximo coñazo de Will Smith y ese cartel de Hollywood al fondo, bueno, me siento realmente bien.

Me hago con un ejemplar gratuito de LA Weekly, para ver qué se cuece por aquí estos días. Definitivamente, no tengo suerte con los conciertos. En LA hay decenas, casi cientos de shows cada día, sin embargo nada de destacable interés. Morrissey toca 10 noches seguidas, pero de él sólo me interesa su material con The Smiths, así que paso. Una vez más, veo como por poco tengo que dejar escapar shows de QOTSA y The Black Crowes. En fin, ya me he resignado. Y aprovecho para localizar las direcciones de los clubs míticos de la ciudad, mi objetivo para esta noche. Por la tele veo que Britney Spears es la Pantoja de Estados Unidos. A todas horas hay programas en el que se debate y se da la última hora acerca de la situación de la Spears acerca de la posible retirada de la tutela de sus hijos. Para todos aquellos que hablan de la situación televisiva que hay en España con ciertos personajes del corazón, que sepan que siempre puede ser peor. El seguimiento obsesivo del affaire Spears en los medios resulta entre patético y divertido, depende de cómo te lo tomes.

Me mola su imagen punky

Pero antes, esta tarde tengo un pulso con LA, esta vez el real. Resulta que hay otro Outlet de estos gigantescos, y decidimos pasarnos por ahí antes de salir a cenar y tomar unas copas. Un error de visión típicamente europeo. Vemos que un autobús nos puede llevar, de modo que tomamos este autobús. Insisto, un error. LA es una ciudad diseñada absolutamente para los coches, y por su concepción y sus increíbles distancias, moverse en bus es complicado. Sin embargo, acaba resultando una experiencia. De entrada, te da una visión de cómo es la sociedad Angelina: el autobús sólo lo cogen los negros y sobretodo, los hispanos. De hecho, los paneles publicitarios dentro del autobús son en castellano, y los carteles (tipo “puerta de salida”) son bilingües. Durante bastante rato el autobús circula, y yo, que no sé dónde o cómo de lejos está mi parada de destino, comienzo a barruntar que está tardando mucho. Y en esos pensamientos me encuentro cuando veo que el autobús comienza a circular por unos barrios totalmente hispanos. Para que os hagáis una idea, el barrio es como el de la escena final de “Training Day”. Y sí, una vez más mi substrato a base de películas y TV me lleva a temer por mi integridad en un barrio en el que veo pobreza, pintadas y bandas callejeras. No es que tenga intención alguna de salir del autobús, pero, ¿y si me he equivocado? ¿y si el autobús tiene final en este barrio? Decidimos hablar castellano entre nosotros, claramente, para que se note que somos “de la rassa”. Afortunadamente el barrio hispano chungo se acaba. Durante un buen rato reconozco que lo he pasado mal.

Whisky A Go Go, la casa de The Doors

Como decía, mi interés para esa noche es ver algunos clubs del mítico Sunset Strip. El Sunset Strip (o Subset Boulevard) es una avenida con 10000 números. Insisto en que el concepto de distancias en LA no es el mismo que en Barcelona. Afortunadamente, la mayoría de los clubs míticos están relativamente cerca. Entre el 8800 y el 9200 están el Whisky A Go Go, el Viper Room, el Cat Club, el Key Club, el Rainbow y el Roxy Club. Vistas las programaciones, me decanto por el Whisky, así, de entrada. El taxi nos deja en la puerta, y al bajar, un tipo me dice si queremos entrar. Parece ser uno de los jefazos del club, tal vez el tal Mario que lo regenta. Le comento que vamos a cenar algo, pero que luego iremos. Y al llegar, tras haber cenado, el tipo nos reconoce y nos invita a entrar gratis. Lo primero que noto al ver el club por fuera es la sensación de estar viendo un pedazo de historia. No en vano, se fundó en 1964, y por aquí han pasado todos los grandes, desde The Doors, quienes fueron la banda “local” durante una temporada hasta los puntales de los 60’s (Love, Them, Jefferson Airplane, The Byrds, Led Zeppelín, o The Who), los punks (X, The Germs, Runaways), los hard rockers (Mötley Crüe, Guns n’ Roses) o los grunges (Soundgarden, Mudhoney). Sin embargo, al entrar, ves que el club es MUY pequeño. Para la gente de Barcelona, y por hacer un símil estúpido, el viejo Sr. Lobo o el Mephisto son de dimensiones parecidas. Hoy es lunes y hay poquita gente. De fondo suena el debut de Blind Melon mientras una banda local se prepara para tocar. Mientras tomo una cerveza me dedico a mirar el local y veo que tanta historia no está aprovechada. No hay mucha memorabilia, apenas una referencia a Jim Morrison y unas cuantas fotos mal puestas junto a la barra de abajo recuerdan la solera del lugar. No sé, si yo fuera dueño de un club con tanta historia, lo aprovecharía. A nivel de decoración, no se puede decir que sea un local “bonito”. La banda invitada comienza su show. Resulta ser un patético combo de rap metal con ciertas influencias de Red Hot Chili Peppers o Beastie Boys, aunque poner estos nombres cerca de esos fulanos es un sacrilegio. Se salva, no obstante, el guitarrista, que destaca entre tanto idiota saltarín que compone el grupo.

El Rainbow... la pinta es, cuanto menos, peculiar.

Enfrente se encuentra el Viper Room, local que entre otros, regenta Johnny Depp y que aunque hayan pasado ya 14 años, se sigue recordando que fue el lugar donde murió River Phoenix, de sobredosis. El local por fuera es todo negro, el público que hace cola, sin embargo, no parece muy rockero, y cuando se abre la puerta, suena algún tipo de música de baile. Lo mismo es la sesión que toca ese día, pero no me llama a entrar. Por arriba están el Key, el Roxy y el Cat Club. En muchos hay conciertos de esos en los que no se puede entrar sin entrada, en otros hay alguna banda local. Sin embargo, me apetece acabar la noche en el Rainbow, siguiendo con mi faceta más mitómana. El Rainbow Bar & Grill es un bar restaurante, de hecho, en el Whisky también sirven comidas, cosa que tal vez pueda chocar al visitante que se espere un bar de copas como los de por aquí. En fin, como es sabido, el Rainbow es un bar que frecuentaban los hard rockeros en los 80’s. Sin embargo, su historia se remonta mucho más allá. El bar perteneció en su época a Vincente Minelli, y allí se declaró a Judy Garland. Marilyn y Joe DiMaggio tuvieron algunas citas allí. La historiografía rockera comienza con esas fiestas que se montaban en el Rainbow los Led Zeppelín, Keith Moon de los Who o John Lennon en su etapa alcohólica. Y claro, los hard rockers y los heavy rockers. De hecho, al entrar, parece que el bar se ha quedado en 1988. El ambiente y la decoración está más lograda que el Whiskey, aunque lo que choca, es que es un bar. Un bar restaurante, con su barra, sus mesas, y sus comensales comiendo, entre fotos de Slash y WASP, eso sí. No hay barra y pista y escenario, como en el Whiskey. Hay una sala pequeña con un pequeño escenario arriba, pero nada. La parroquia allí congregada es peculiar. No olvidemos que es lunes. Entran hard rokers de la vieja escuela, ronda por ahí un personaje a medio camino entre Pedro Almodóvar y Elton John y varias representantes de la típica rubia oxigenada y siliconada de LA. La rubia de 1988 pero en 2007. Vamos, que no eran unas crías, precisamente. Y la música que suena, claro, es de esa época. Y si el Whisky me decepcionó un poco, el Rainbow, más que decepcionar, choca.

Pero claro, qué importa cómo son los sitios en realidad, cuando lo que importa es cómo los veo, como no importa cómo es LA, sino cómo es mi LA.

Canciones:

Lou Reed: "The Kids"
Cracker: "Euro Trash Girl"
R.E.M.: "I took your name"

lunes, 22 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 4: Viva Las Vegas!!

Esta mañana el reloj ha sonado a las 5h: tocaba traslado al aeropuerto con destino Las Vegas!! Al salir de la habitación me encuentro, en el suelo un ejemplar del USA Today y un sobre con la factura del hotel. Qué gran país. Extremadamente amables con el cliente, siempre en busca de la propina más alta. Yo, como buen catalán, intento escaquearme y rara vez dejo el 15% estipulado, soy así de cabrón. Pero me gusta este estilo americano de agasajar al cliente, de esta amabilidad, aunque sea sólo fachada, aunque sea falsa. Hoy, sin ir más lejos, he probado las dos caras de la moneda referente a comportamiento estadounidense. En el aeropuerto SFO, nada más llegar, veo una cola indecente frente al mostrador de facturación. Otro mostrador, sin embargo, está vacío, de modo que me voy a preguntar. Una señora de mediana edad me comunica que está así porque la cola es para billete electrónico, y ella está para billete físico. Practico mi cara de niño desvalido y la señora se ablanda. Con un guiño, me dice que si soy capaz de salir discretamente de la cola y no revolucionarle al personal, me factura ella mismo, aunque mi billete sea electrónico también. Total, en dos minutos ya tengo mi tarjeta de embarque y me dirijo al control de seguridad. Allí, al ver mi pasaporte, me hacen pasar por otro lado. Me comienzo a acojonar, lo reconozco. La policía me hace pasar por una especie de cabina que parece ser (o eso pude deducir) que analiza la posible presencia de agentes químicos. Con mi bolsa de mano, bambas y chaqueta hacen lo mismo. Es decir, no comienzan a rebuscar dobles fondos, ni objetos prohibidos, como es habitual. Los tíos pasaban una especie de papelito por todos los enseres, que luego una máquina analizaba. Por 5 minutos he visto como toda la cola me miraba como a un terrorista. Eso sí, tras comprobar que no íbamos a envenenar a la población con anthrax, nos han deseado muy amablemente que lo pasáramos muy bien en Las Vegas.

El plan en la ciudad del vicio es pasar una noche de juerga para tomar, al día siguiente, un vuelo con destino a LA. Así que la cosa promete. Y cuando nada más tomar tierra y salir del avión, uno ve, en la propia terminal, una hilera de máquinas tragaperras, comienza a tomar verdadera noción de dónde está. Se supone que por Las Vegas sólo se debe ir de noche, que por el día pierde la magia. Por lo menos eso solía decir siempre Frank Sinatra. En fin, si es bueno para Frank, es bueno para mí. Así que como cuando llego es casi la hora de comer (vamos, las 12, aproximadamente), decido que eso es exactamente lo que voy a hacer.

Mi hotel en Las Vegas tenía que ser un buen hotel, y no me engañaron. Se trata del Planet Hollywood. Efectivamente, esa cadena de restaurantes temáticos patrocinada por Stallone, Bruce Willis y Arnie Gobernator, que se hundió en casi todos los países donde se estableció, y de la que actualmente quedan sólo una docena por todo el mundo. Pero vamos, que el Planet Hollywood Hotel Casino Resort es un hotelazo espectacular. De hecho, pronto me daré cuenta de que ese adjetivo, espectacular, se le puede aplicar a muchos aspectos de la ciudad. Y allí estoy, sintiéndome un Paco Martínez Soria en la capital, sorprendiéndome a cada poco. En fin, Las Vegas es la ciudad que nunca duerme, de hecho, en los últimos años sólo se cerró la actividad el día que mataron a Kennedy. Mi habitación está situada en la planta 27 y esta vez sí, la cama es King Size. Vamos, que se podría organizar un combate de wrestling en ella. Como cuadro decorativo, hay una urna con el arma que usó Swarzenegger en su cutre peli “Eraser” (no recuerdo cómo se tituló en castellano). Puro romanticismo.

Por el momento, decido que comeremos algo y dormiremos un rato, y luego ya veremos. Al bajar por el ascensor veo que hay una cámara de seguridad, y desde ese momento me fijo y constato que no doy cinco pasos sin encontrarme con otra camarita. Me siento en un enorme Gran Hermano. Para llegar al restaurante, hay que pasar por el casino, y eso supone un primer shock. Ok, tal vez soy algo paleto, pero en Las Vegas, insisto, iba de sorpresa en sorpresa. A ver, un casino es un casino, pero claro, cuando ves tantas veces los casinos de Las Vegas por la tele y te metes en uno real por vez primera, si no sientes sorpresa y emoción es que no tienes sangre. O no eres tan mitómano como yo. Por cierto, que en todo el hotel, el hilo musical está compuesto por hits rockeros clásicos, como Van Halen, pero también modernos, como Weezer. Moooola. El restaurante cuesta unos 12 $ y es el buffet libre más grande que nunca he visto. Lo tienen dividido por áreas temáticas (pescado y marisco, cocina italiana, japonesa, mexicana, de asia menor, americana, postres, …) y se ocupan de que tu vaso no se vacíe nunca. A mí estos sitios me pierden, y reconozco que me pongo como un auténtico cerdo.

En Las Vegas hay que pasar por el casino incluso para ir a comer...

Me hago con una revista para ver qué hay esa noche en la ciudad. De entrada, en mi hotel actúa una suerte de mago tipo David Copperfield acompañado por Pamela Anderson, que le hace de florero. Pam Anderson!!! Me parece que en mi vida dormiré tan cerca de Pamela Anderson como esa noche. Sin embargo, un cutre show de magia no me convence. De shows estándar hay muchos, en mi hotel también hay Stomp, el Cirque Du Soleil tiene 4 espectáculos en activo en Las Vegas (incluyendo el Love con música Beatle), la pesada de Celine Dion lleva todo un año, en fin, esas cosas. Respecto a conciertos, Perry Farrell, quien parece hacer la misma ruta que yo pero unos días más tarde, actúa pasado mañana. The Cult lo hacen la semana que viene. Y poquita cosa más. Me planteo 2 opciones, un impersonator de Elvis o un show que le dicen homenaje al Rat Pack. El primero me da miedo, y respecto al segundo, en fin, un show similar actúa en Barcelona en noviembre. De modo que al final paso. Por cierto, hay también un show de los que César Martin (AKA The Man) disfrutaría: una serie de imitadores enanos de varios artistas.

En el propio hotel hay un pequeño museo de memorabilia rock, y me doy una vuelta. No está mal, aunque más que los objetos expuestos, son mejores las fotos, grandes y enmarcadas que exponen, de Guns n’ Roses, Nirvana, Stones, Aero, Kiss, The Police, y también de Al Pacino caracterizado como Tony Montana, sin duda, un icono para todos los raperos.

Una recomendación que me hizo mi amigo Karioshi fue que visitara algún outlet americano. Como quiera que todavía no había anochecido y que había un outlet fuera de la ciudad, para no estar en la ciudad de día, era una buena ocasión para ir de compras. Así que tomamos un taxi. El taxista que nos recogió era una especie de armenio, kurdo, irakí o vete a saber qué. El caso es que no nos entendíamos mucho. Y me sorprendió que me abriera la puerta de copiloto para que me sentara allí. En caso es que le indico y el tipo comienza a tirar. Salimos de la ciudad por detrás del Strip (la calle principal de Las Vegas) y tras 10 minutos de coche en dirección al desierto, me comienzo a preocupar, los edificios se van acabando y yo no paro de recordar las secuencias de “Casino” en las que esos viajes a las afueras acaban siempre a tiros. Ahora suena a broma, pero en aquél momento me preocupé de verdad, me sentí totalmente indefenso, pensaba que el tipo en cualquier momento pisaría a fondo, me llevaría al desierto, me dejaría pelado y tal vez con un par de balas en la cabeza. Al final no fue así, obviamente, y me dejó en un enorme centro comercial que era ese outlet. Y Karioshi no se equivocó. Marcas como Levi’s, Calvin Klein, Vans, Timberland o Fossil están realmente tiradas de precio. Así que nos dedicamos a saquear las tiendas, haciendo tiempo para que se acabara de poner el sol y volver a la ciudad, esta vez sí, de noche y con la iluminación de los miles de neones.

Bueno, definitivamente, eso ya era Las Vegas. De modo que mi plan para esta noche se trata de zascandilear por el Strip, meterme en los casinos a husmear y acabar la noche tomándome una copa en el House Of Blues. Hay animación, aunque sin duda el glamour de Las vegas, si alguna vez existió, definitivamente ha desaparecido por completo. Mi ilusión hubiera sido disfrutar de esa noche con un traje, zapatos, camisa y corbata. Le recuerdo al lector despistado lo de mi mitomanía. Pero no lo hice, cosas de la necesidad de ir ligero de equipaje. Aún así, me arreglé en la medida de lo posible, no sin arrepentirme de no haberme llevado el traje. En cualquiera de los casos, insisto, hubiera dado el cante, la noche en esa ciudad tiene de todo menos elegancia, y no me extraña que Sinatra y el resto del Rat Pack rajaran a gusto de lo que acabó siendo Las Vegas hacia mediados o finales de los 70’s y en adelante. La escena final de “Casino” también lo define muy bien. De todas formas, lo divertido es mezclarse con la gente, ir de casino en casino, tomar una copa y fijarse bien en la fauna urbana que los pueblan. Así mismo, paseo por los casinos más emblemáticos, tomándome una foto en cada uno de ellos, como el Paris y su reproducción de la Torre Eiffel o el Caesar’s Palace, que te transporta inmediatamente a la época de Evander Hollyfield o Mike Tyson. Claro que mi primera parada es el Flamingos, hotel casino decano de la ciudad, fundado por el gánster que creó todo, Bugsy Siegel. Por supuesto, me tomo una foto ante el clásico rótulo. Allí tengo dos sorpresas agradables. La primera es que los margaritas están a 99c. No es que sea un coctel de calidad, pero a ese precio, tampoco se puede pedir mucho más. La segunda es que allí compro un fetiche que me hacía mucha ilusión, una reproducción de las clásicas gafas de Elvis. Ok, es una reproducción que se vende en plan souvenir barato, y como gafas, no son gran cosa. Pero amigo, son las gafas de Elvis, y no me deshago de ellas en lo que queda de noche, luciéndolas a ratos en mi periplo por Las Vegas.

Referente al juego, bueno, me apetecería jugar, pero hay un pequeño problema: no tengo ni idea de cómo se hace. Me acerco a alguna mesa, y no tardo en recibir miradas de cabreo de los que están jugándose los cuartos, los observadores no son recibidos. El hotel imparte clases de juego los miércoles por la mañana, me temo que es demasiado tarde para mí. Ruleta, Black Jack, dados, Baccarra… todos están, pero no tengo ni idea. Sólo me siento ante una máquina y pruebo suerte. Nada. Pruebo de nuevo. Nada otra vez. Esto me resulta un coñazo, así que se acabó el juego para mí.

Hey baby! Are you havin' fun?

El Luxor y su iconografía egipcia, con pirámide y esfinge incluida, el MGM, el más grande de todos, el New York y su mini barrio de Brooklyn, el Excalibur y su castillo medieval que parece el de Playmobil en gigante. Por todos ellos paso, y el final de mi camino es el Mandalay Bay, que además de ser una de las casas de Sinatra en su época de Las Vegas (además del desaparecido Sands), es el hotel que aloja el House Of Blues. Cuando quiero entrar, pequeña decepción, hay un concierto cutre en marcha y no se puede entrar hasta que no se acabe. Al lado hay una entrada a una sala alternativa, donde parece haber una suerte de anti-karaoke. El portero me informa que también hay, en el ático, un House Of Blues Night Club. Para allí que me dirijo, pero al llegar algo no cuadra. La entrada es la típica de una discoteca para gente guapa. El portero me informa que la entrada son 30$ y hay un par de DJ’s, y no sé qué más. Tiene toda la pinta de ser un club techno o house. No tengo nada en contra del techno o del house, es más, he pasado noches muy divertidas en clubes así. Lo que ocurre es que esa no es mi idea de House Of Blues. Supongo que a Dan Akroyd (uno de los dueños de la cadena House Of Blues) ya no le importa que bajo su nombre se cree un club dance. De modo que acabo en la sala con karaoke, donde una banda interpreta la música, con un repertorio majo, eso sí. Finalmente acabo mi noche en Las Vegas de nuevo en el casino de mi hotel, el Planet Hollywood, con una conclusión: Las Vegas es un lugar muy divertido, flipante, pero no para pasar más de dos noches.

Canciones:


Héroes del Silencio: "Héroe de Leyenda"
Otis Redding: "I can't turn you loose"
Elton John: "Saturday night's allright for fighting"

domingo, 21 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 3: De hippies, presos y chinos

Despierto bastante más descansado, con mi emisora de alternative rock. El menú de hoy lo componen Foo Fighters, QOTSA y… ta-ta-chaaaannn, “Heart-Shapped Box” de Nirvana. Creo que no había escuchado esa canción en una radio desde 1993. Parece ser que mis intestinos me han dado tregua, así que puedo lanzarme a otra ingesta masiva de junk food. Ducha, un afeitado que borre toda sospecha de pertenencia a Al-Qaeda, y a la calle, que todavía hay mucho que ver. Como quiera que vivo en Barcelona, y conozco bien Sitges o la zona de Chueca en Madrid, no me impresiona un barrio gay, de modo que a la zona de Castro decido no ir de visita: demasiadas cosas que hacer en poco tiempo!!


Mi primer destino es, pues, Chinatown. El barrio chino de Frisco es uno de los más “genuinos”, ya que la población china de la ciudad es la más antigua de toda América. Miles de chinos llegaron a estas tierras a mediados del siglo XIX y se establecieron como mano de obra barata. Hoy en día, sin embargo, la población de origen chino, japonés o asiático en general (coreana, vietnamita, …) supone cerca del 40% de los habitantes de San Francisco. El Chinatown de San Francisco concentra a la población más genuinamente china, no la “americana pero con ojos rasgados”… en ese barrio se puede vivir sin tener ni idea de inglés!! Tiendas de tonterías, muy similares a las de cualquier ciudad española, se mezclan con tiendas de comestibles chinos, restaurantes chinos, tiendas donde se vende prensa china, música china o DVD’s de películas chinas. Supongo que habrán también decenas de talleres ilegales llenas de inmigrantes sin papeles trabajando a destajo. Por otra parte, también mucho hay de folklore y de punto de interés turístico. Lo cierto es que es como viajar a la China dentro de la ciudad y su arquitectura con esas formas de pagoda tan características tienen su qué.

Pekín? Shangai? No, San Francisco

Pero no hay tiempo que perder… ayer contratamos un pequeño paseo en barco por la bahía. Mis pretensiones eran ir a Alcatraz, pero oh, sorpresa, las excursiones a Alcatraz son exclusiva del ayuntamiento, sólo su compañía puede operar, y por consiguiente, hay que pedir tickets con uno o dos días de antelación. Como mínimo, este otro barco bordea el islote, aunque sin pararse. Pasa también por debajo del Golden Gate Bridge, que es el puente adonde van los suicidas de San Francisco (como muestra, hay placas con el teléfono de la esperanza en sus pilares), y se da un paseíto por la costa, que gracias al soleado día que hace, nos permite tener una buena panorámica. Pero vamos, que para mí, el atractivo principal es Alcatraz. Y la verdad es que de cerca acojona. Algunas informaciones dicen que tres tipos lograron fugarse y nunca más se supo de ellos, otras dicen que eso no es más que leyenda. Yo tengo mis dudas, además, el agua por ahí no es tranquila y suele ser muy fría. Los edificios de la prisión están algo desastrados, de hecho, la isla estuvo abandonada unos años, desde que la prisión dejó de funcionar, en 1963. En el 67 los descendientes de los indios de la Bahía la okuparon, reclamándola como suya. Por supuesto, el brazo fuerte de la ley no tardó en caer sobre ellos y actualmente es la atracción con más visitantes de la ciudad. El preso más célebre fue Al Capone, quien acabó muy deteriorado psicológicamente.

Aunque por supuesto, mi última tarde en la ciudad se la reservaba al mítico barrio hippie de la ciudad, de hecho, la cuna del hippismo, me refiero a Haight Astbury. En fin, la historia es por todos conocida, ese barrio fue una de las zonas con el máximo desarrollo de esa contracultura de los 60’s. De hecho, San Francisco ya fue una zona apreciada por los beatniks, es decir, de amplio bagaje contracultural. En Haight Astbury tenían sus casas las bandas-comuna Grateful Dead y Jefferson Airplane. Como quiera que los primeros nunca me han interesado mucho, y que de los segundos tampoco conozco demasiado, no me dediqué a peregrinar en busca de esas casas. Simplemente me apetecía pasear por allí. El problema es que antes se necesita llegar. Definitivamente, esta no es una ciudad para moverse con transporte público. El metro para cerca, de modo que decido tomarlo. Para mi sorpresa, el expendedor de billetes sólo admite importe justo y además en monedas… eso es motivar al usuario!! En fin, no sin cierta contrariedad, llego por la tarde, cuando el sol ya se está poniendo. Y no me decepciona. Es evidente que 1967 quedó muy lejos, hoy en día abundan las tiendas de ropa de 2ª mano y decenas de personas buscando una buena prenda vintage cool. Sin embargo, no es raro ver hippies viejunos, y algunos jóvenes con pretensiones de ser los nuevos Allen Gingsberg o Marty Balin. También hay mucho homeless bastante perjudicado por las sustancias, inofensivos no obstante. Y por poco se me cae la lagrimilla al ver una librería repleta de volúmenes empolvados acerca de la anarquía, el comunismo, y la revolución, regentada por un pelanas que fumaba en pipa. Tabaco, quiero decir. Por lo menos en aquellos momentos. Lo digo porque en Haight Astbury es más fácil comprar una pipa para hachís que un periódico. Cafeterías con encanto y casas victorianas de tonos pastel completan un paisaje urbano ciertamente atractivo.

Amoeba Records, en el 1855 Haight St.

Hacia el final de la calle Haight se encuentra Amoeba Records, una de las tiendas de discos con más solera. Al principio me apabulla la cantidad de material que hay, pero lo mejor es cuando me topo con la sección de ofertas… centenares de CD’s interesantes al miserable precio de 1’99$ ... y encima, si comprabas cuatro, uno de ellos te salía gratis. Total, que salí con 12 CD’s, todos ellos nuevos (no de segunda mano) por sólo 19$, vamos, al cambio, unos 15€. Caen discos de Stone Temple Pilots, Ocean Colour Scene, Royal Crown Revue, Babes In Toyland, Oasis, The Bellrays… claro, mi CD de Nazareth de ayer, comparado con estos precios, me pareció un timo!!

Canciones:

Héroes del Silencio: "El mar no cesa"
Lou Reed: "Lady Day"
Amy Winehouse: "Rehab"


jueves, 18 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 2: En Frisco hace fresco

Despierto demasiado temprano, cosas del jet lag, supongo, y pongo la radio. Sin buscar nada, me aparece una emisora que dicen pinchar “Alternative Rock”. En media hora se suceden hits de finales de los 90’s, de Foo Fighters, RATM, Weezer, Hole, Beastie Boys o Garbage, lo cual me recuerda en qué país estoy. Ok, obviamente en Estados Unidos no es todo rock, también hay mucha cutrez, pero sin duda, el rock forma parte de la cotidianidad.

Hoy el plan se inicia con una suerte de visita guiada a la ciudad. Un fulano nos debe recoger a primera hora y durante tres horas, nos paseará por los puntos más típicos, lo cual, y dadas las distancias, no está mal, como mínimo para hacerse una composición del lugar, y para poder moverse después por él. El guía resulta ser un argentino bastante desastrado y que tiene un pie con un vendaje compresivo, lo que no me da mucha confianza a la conducción. Lo mejor de este tío fueron las explicaciones al pasar por la calle Castro y el barrio gay, con perlas como “bueno, no se piensen que sólo viven homosexuales, también vive gente normal” y “pero no se preocupen, no se meten con nadie, y ustedes pueden pasear tranquilos”... Llegado a este punto, no puedo evitar recordar el episodio de Los Simpson en el que Homer, Smithers y Burns acaban en Cuba. Fidel Castro está al borde de llamar a la Casa Blanca para expresar su rendición (“camaradas, estamos en la más ruín ruina”) y les dice a su subordinados “pero si los americanos no son tan maaaalos, incluso le han puesto mi nombre a una calle de San Francisco”. El subordinado le susurra algo y Castro dice “la calle está llena de mariQUEEEÉ?”. No, el Castro de la calle no tiene nada que ver con el cubano. Por cierto, que esos días se celebra una especie de convención de sado gay y no es extraño toparte en algún punto de la ciudad, con total naturalidad, con asistentes a la misma vestidos con sus mejores galas. Por la tarde me topo, pues coge el metro conmigo, con un tipo que va vestido con un minishort de cuero negro, una camiseta sin mangas rasgada, del mismo color y material y unas botas Doc. Martin’s. De esta guisa se paseaba, sin mayor aspaviento por parte de sus conciudadanos. De modo que efectivamente, parece que San Francisco es una pequeña isla de libertad en un país de lo más cuadriculado.

El dicho popular es que San Francisco es la más europea de las ciudades californianas, y no se equivoca demasiado, a excepción de las distancias, enormes. El transporte público es bastante caótico. Cuenta con unas líneas de autobuses, otras de tranvía, que sin ser el tranvía decimonónico que se mantiene para los turistas, es demasiado cercano a un transporte de los 50’s, y una suerte de tren ligero a medio camino entre un metro y un tren de cercanías. Pero aunque insuficiente, es necesario, porque en gran medida, las calles de San Francisco son como en las series, cuestas de pendientes imposibles por toda la ciudad, que hacen de cualquier paseo un rompepiernas.

Me acerco al puerto, el famoso Pier 39, donde más que en ningún sitio se puede constatar que en esta ciudad hay un microclima que hace necesaria una chaquetita, aunque sea finales de septiembre. Allí disfruto de una comida en un bar típicamente 50’s, Johnny Rocket’s, con clásicos del rock’n roll y el soul sonando y camareros de blanco y con gorrito, lo cual me lleva de golpe al bar de “Regreso al Futuro”. Y para mí, que soy un mitómano sin remedio, comer una hamburguesa en un sitio así, ya tiene su aquél. En este puerto es donde están los famosos leones marinos de San Francisco, y a decir verdad, tienen su gracia durante cinco minutos, hasta que uno acaba harto de sus gritos (venga, todo el mundo ha imitado el sonido de una foca alguna vez!!) y del pestazo que emiten.

Johnny Rocket's: rockin' burguers in town

Allí también me hago con un ejemplar del San Francisco Bay Guardian, un periódico gratuito donde se publican las actividades principales de la semana. Voy con la esperanza de pillar un buen concierto, pero no estoy de suerte. Perry Farrell actúa al día siguiente de marcharme, y tres días más tarde, The Black Crowes y The Cure. Esos días todo parece absorbido por una especie de festival de techno. No dejan de llamarme la atención los expendedores de prensa, gratuita o de pago, que se encuentran en la calle. Puedo llegar a la triste conclusión de que en Barcelona un expendedor de prensa así no duraría ni cinco minutos sin ser quemado destrozado o utilizado como meadero. Pero es que los americanos parecen ser gente que respeta las normas. Las tiendas son una tentación para cualquier cleptómano. La gente deja sus bolsas en el asiento, y se levanta a tirar un papel. Pequeñas cosas que a un habitante de la Celtiberia ni se le ocurrirían. Por otra parte, constato la extremada amabilidad del personal de cara al público. Los camareros son asquerosamente atentos, y cada diez minutos se acercan a tu mesa con un “is everything ok?”. Por supuesto, lo que buscan es una propina más alta. Sin embargo, a mí ya me vale. Lo mismo se puede decir de los dependientes de las tiendas. En fin, que viniendo de una ciudad en la que un dependiente de una tienda generalmente apenas mira al cliente para cobrarle, se agradece toparse con gente atenta y amable, a veces incluso demasiado. Me compro una copia del “Hair of the Dog” de Nazareth en Rasputin Records, una curiosa tienda de discos de tres plantas, pero que no es un megastore frío como puede ser FNAC. El precio no está nada mal.

Al otro lado de la bahía hay un pueblo llamado Tiburon... moooola

Acabo cenando en un italiano, en el barrio de italianos de San Francisco, North Beach. Allí aprovecho para observar al público, especialmente pintoresco el compuesto por grupos de cuarentones y cuarentonas (grupos de hombres solamente o de mujeres). A mi lado hay un grupo de cuarentonas que no dejan de hablar a voz en grito. Al volver del baño, veo que a la que tengo más cerca de mí se le ha caído la chaqueta que tenía colgada en el respaldo de la silla. Haciendo la buena obra del día, la recojo y se la doy, interrumpiendo su animada conversación. La cara de entre pánico y asco que por segundos me ofrece la dueña de la chaqueta me muestra que esa amabilidad americana se queda sólo en los negocios, y me arrepiento de no haberla pisoteado al volver.

El cambio horario y la comida basura comienza a hacer mella en mis intestinos. El agotamiento de todo el día caminando y el jet lag me llevan a arrastrarme hacia el hotel. De North Beach al hotel hay sólo unas cinco manzanas, pero esas pendientes inhumanas me cuestan tanto como el Tourmalet. Al llegar al hall, el botones de ayer me saluda de un modo ampulosamente amable. Es su manera de recordarme que le debo una propina. Sigo sin dejarle nada.

Canciones:

Oasis: "Roll With It"
Iggy Pop: "Sixteen"
Luis Eduardo Aute: "Al Alba"

martes, 16 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 1: If you’re going to San Francisco

El plan de vuelo es el siguiente: partimos con un Barcelona-Nueva York, y tras una breve escala en el aeropuerto JFK, un siguiente vuelo NYC-San Francisco. Me levanto menos excitado de lo que podría pensar, sin duda el cansancio me mata, y llegar al aeropuerto y encontrarme el mostrador de facturación de Delta Airlines todavía cerrado me hunde. En ese mostrador, y antes de darme la tarjeta de embarque, la persona de mostrador me interroga acerca de si el equipaje me lo he hecho yo mismo, etc… A punto estoy de comentarle que las bombas y la coca me las he dejado en casa, pero entiendo que no está el horno para bollos, de modo que aguanto como un niño bueno, deseando con todas mis fuerzas poder subirme de una vez al dichoso avión. Una vez allí, medio orfidal y las tristes 2 horas de sueño de la noche anterior me permiten afrontar el primer vuelo de una manera plácida: aunque incómodo, duermo 7 de las 8 horas de trayecto.


En el aeropuerto de NYC nos toca pasar por inmigración. Nos proporcionan en el avión la “tarjeta verde”, un formulario que debemos rellenar indicando nuestros datos, destino, alojamiento, motivos del viaje y fecha de retorno. Incluyen también ridículas preguntas acerca de si alguna vez he intentado entrar ilegalmente en el país (como si lo fuera a decir, de haberlo hecho) o si había estado implicado en las persecuciones de los nazis o de los aliados entre el 39 y el 45 (¿?). Pero sorprendentemente el trámite aduanero no es tan chungo como lo pintan. Por lo menos no para nosotros. Pesado sí. Ridículo sobre todo. Pero vamos, nada de registros anales ni algo por el estilo.

San Francisco days, San Francisco nights

El sueño vuelve a vencerme en el trayecto NYC-SFO. No me da tiempo a observar al pasaje, no veo si hay alguien con cara de querer volar el avión por los aires ni puedo desarrollar mi paranoia, caigo redondo sin apenas enterarme de dónde están las puertas de emergencia del avión. Cuando llego, son las 6 AM del día siguiente en Barcelona, pero tarde/noche en San Francisco. Este desfase horario me pierde, y realmente no sé si me toca comer, dormir, cenar o lo que sea. Sólo sé que me siento cansado, y lo único que me apetece ahora mismo es engullir algo y descansar mis huesos en una cama.

San Francisco tiene buena pinta. Es viernes noche y la gente sale a cenar y de copas. Mi hotel está bastante bien, es una casa señorial reformada en hotel, que perteneció a la familia Stanford, los mismos que fundaron la Universidad de Stanford. De todos modos, me da la sensación de que es mucho hotel para mí, que pretendo estar solamente las horas de sueño, y que por lo tanto, me hubiera conformado con cualquier cuchitril con cama y baño. La recepcionista me comunica, compungida, que no tienen habitación con cama King Size, y que de momento, nos asignan una con cama Queen Size, pero que si lo deseo, mañana me la cambian. Creo que sobreviviré con el tamaño de cama Queen Size. El botones se ofrece a subirme las maletas. Como quiera que cuando las sube, yo no estoy en la habitación, no le dejo propina. Eso no parece sentarle bien. Cuando me instalo son las 22h y el tema cena está complicado, así que me conformo con unas quesadillas mexicanas en el bar del hotel. De todos modos, estoy cansado, quiero cenar, dormir y mañana lanzarme a ver la ciudad, aunque no lleve flores en el pelo. Temo, finalmente, por mi línea: sólo llevo un día en USA y ya me he atiborrado a comida basura (muffins, pizza, galletitas, quesadillas, …). En fin, mañana será otro día.

Canciones:

Amy Winehouse: "Wake Up Alone"
The Police: "Synchronicity II"
Smash Mouth: "Walking in the sun"


lunes, 15 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 0: La policía

Pues sí. Por fin hice un viaje que tenía muchas ganas de hacer. En las siguientes entradas encontraréis una crónica diaria a partir de las notas que fui tomando en un cuadernillo. Para todos aquellos que se esperen un relato de la visita a la tumba de James Cagney o al museo de Ronald Reagan, siento decepcionarles. Y no, tampoco me recogió Tony Bennet en su limo, ni me tatué en Sunset Boulevard, ni estuve cenando con el tío que le afinaba las guitarras a Gram Parsons. Esas cosas se las reservo a César Martín (AKA The Man). Lo mío ha sido de lo más profano. Pero diablos, vaya si dio de sí!! En fin, ahí va el relato.

Y como las cosas se deben comenzar por el principio, al principio no había nada, y el principio está en el 0. Y el día cero tiene, sin duda, tres protagonistas absolutos: Andy Summers, Stewart Copeland y Gordon Sumner, es decir, The Police. Efectivamente, esta crónica arranca el día 27 de septiembre, día en que The Police recalaba en Barcelona después de casi un cuarto de siglo sin hacerlo. Yo llevaba todo el día preparando últimas cosas (que si comprando un par de libros, que si consiguiendo un transformador para 110V,…) y lo cierto es que tenía más la cabeza en América que en el concierto de esa noche. Llegar al Estadi Olímpic fue un infierno. Las calles de la ciudad estaban mucho más colapsadas de lo habitual, y tanto es así que preocupado por no llegar a tiempo, tuve que dejar el coche en un parking de la calle Aragó y coger el metro, pues era evidente que en coche no llegaba. Pero al final, y tras algunas peripatéticas experiencias, llegué. He estado en tres ocasiones en conciertos en el Estadi Olímpic, todas ellas para ver a los Rolling Stones, y jamás lo había visto tan lleno. Sin embargo, el público que arrastra The Police es muy heterogéneo, y con mucha, mucha gente poco acostumbrada a los conciertos de rock, por lo que se conformaban con un espacio en la grada o más o menos lejos del escenario si tenían buena visibilidad de las pantallas. De modo que aunque justo a tiempo, me pude situar en un buen lugar bastante cerca del escenario y el ambiente no agobiaba.

El hortera del medio ha resultado ser una fiera

The Police hicieron un show con altibajos. Para mí, que no soy fan a muerte del trío, algunos de sus momentos más místicos, que tal vez en un club funcionen, pero no en un estadio con 50000 almas, me aburrieron. Aunque se ha de agradecer el mantenimiento del formato trío, sin ningún músico adicional. The Police son enormes en su protopunk enérgico, especialmente el de sus dos primeros discos. Ahí no tienen rival, ni siquiera con los desvaríos guitarrísticos de un Andy Summers que buscó convertirse en guitar hero en unos temas que pedían a gritos inmediatez. De Stewart Copeland poco se puede decir, es un genio a la batería, y es una pena que tras su vida policíaca, de solo 7 años, no hubiera recalado en una gran banda en la que poder aportar su buen hacer a los parches. En cuanto a Sting, es obvio que se encuentra en un estado de forma insultantemente bueno. De voz todavía aguanta. El gran misterio era cómo iba a estar de carisma, tras 15 años ofreciendo obras de un nivel vergonzoso y convirtiéndose en un miembro cutre de la jet set. Vamos, que de su último disco interesante (Ten Summoner’s Tales) ha pasado demasiado tiempo. Y bien, se puede decir que cómo mínimo, mantuvo el tipo sin hacer sonrojar a los fans del tío que salía en Quadrophenia (la película).

Los tics de estadio eran a veces incluso algo pueriles (tanto ioioio) aunque efectivos. A fin de cuentas, el rock de estadio como se conocía en los 80’s ha cambiado, y ahora es propiedad de, precisamente quienes ya ocupaban ese trono en los 80’s, amén de los Stones, que siempre han estarán ahí. En definitiva, que fue una noche bonita y de buena música, pero ¿mágica? No, ese adjetivo no les corresponde.

El retorno a casa sería complicado, definitivamente esta ciudad sigue sin estar preparada para que se reúnan 50000 personas en un concierto. Pero lo peor venía entonces. El cuerpo me pedía cama, sin embargo, me tocaba el preparar las maletas. Era una tarea que me reservé para la noche, la intención era dormir poco para poder entonces dormir en el avión. Eso suena a plan perfecto, a priori. Pero cuando llegas a casa, después de un buen concierto, después de todo el día, lo último que apetece es ponerse a hacer maletas. Así que maldiciendo mi ocurrencia, me acosté a las 2’30, a sabiendas que en dos horas sonaría el despertador para ir hacia el aeropuerto.

Canciones:

Amy Winehouse: "Tears dry on their own"
The Police: "The bed's too big without you"
Chris Isaak: "Diddley Daddy"