Goyito Asmas se despertó aquella mañana con un terrible dolor de espalda, y su perenne dolor de cabeza se había tornado más insoportable de lo habitual. Tanto es así que Goyito, por un momento creyó que lo que realmente tenía era una resaca de puta madre. Pero no podía ser, el único alcohol que había tomado ayer era el dedal de orujo de yerbas que su tía Patrocinio le había servido para cenar, y que aceptó sólo porque era la única manera de bajar ese platazo de ajoarriero que se había cenado. Goyito Asmas, por otra parte, no se emborrachaba desde que volvió de Gijón. Allí se había pasado los que consideraba los mejores años de su vida, estudiando empresariales y viviendo en un colegio mayor, saliendo cada noche excepto lunes y martes. Y bebiendo, bebiendo como un cosaco. Y follando, pues las universitarias de los campus gijoneses no tenían muchos remilgos cuando llevaban unos copazos encima, e incluso un tipo tímido y gris como Goyito Asmas podía parecerles apetecible en ese ambiente de fiesta, alcohol y lo que ellas daban en llamar Xixon Sound.
Este señor tiene la culpa...
Cada mañana, al despertar en León de nuevo, Goyito recordaba esos despertares de boca seca y sonrisa estúpida en Gijón. Sin embargo, en casa de su tía Patrocinio estaba muy bien cuidado, desayuno, comida, cena, ropa limpia y planchada, y todo gratis. Por lo menos de dinero. Aunque aquella mañana Goyito Asmas sólo se acordaba de la madre que parió a su tía, y la hizo tan cabezona de no querer cambiar ese vetusto y durísimo colchón, que le dejaba la espalda destrozada. Pero esa mañana su espalda estaba más dolida que de costumbre, y sufría de una torpeza en los movimientos inusual.
Su tía le gritaba des del fondo del pasillo, pero aunque su voz siempre había sido desagradable, esta mañana resultaba curiosamente hiriente. El tercer “goyo” (ella nunca usó el diminutivo) le hizo caerse de la cama, caída que le resultó muy larga.
Tirado en el suelo, y dolorido, alzó la vista Goyito Asmas y todo le pareció demasiado grande, pero la imagen le llegaba a sus ojos desenfocada. No podía ser. Tenía que haber bebido, por fuerza. Eso era, bebió más de la cuenta y por eso no recordaba nada. No recordaba ni siquiera la razón por la que bebió, y por la que ahora estaba en el suelo dolorido, cegato y muy extraño.
Oyó unos tacones femeninos que se acercaban a la puerta de su habitación, era su prima Sara, quince años de lo que a Goyito le parecía la pura imagen de la lascivia. Se acercó, y llamó a la puerta. Goyito Asmas quería abrir pero recordó que estaba desnudo, cosa inusual pues siempre usaba pijama. No abrió, claro, aunque le dio la sensación de que si hubiese querido abrir, tampoco habría podido.
Voces difusas y las inconfundibles zapatillas de su tía Patrocinio, marcaban el paso de la comitiva familiar para ver por qué Goyito Asmas estaba a un paso de llegar tarde, por primera vez, al trabajo.
Su tía no llamó, de repente, y más rápido de lo que Goyito Asmas se esperaba, abrió la puerta.
“¡Goyo! ¿Se puede saber dónde se habrá metido tu primo? Porque tú no le viste salir, ¿no? ... ¿qué es eso? ¡qué asco, una cucaracha!”“¡Qué asco! ¡Písala, mamá!”
Canciones
The Doors: “Hello, I love you”
The Cure: “Why can’t I be you”
Korgis: “Everybody’s gotta learn sometimes”
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