viernes, 21 de diciembre de 2007

El Tren

Escribo estas líneas a bordo de un tren que me lleva de nuevo a casa. Afuera está anocheciendo, aunque es pronto, cosas del invierno. Y además, está cayendo una considerable tormenta. O sea, el colmo del romanticismo. De no ser porque no uso una pluma y un cuaderno garabateado y con páginas amarillentas, sino que hago uso de un portátil. Y el Euromed en el que viajo no es precisamente el Orient Express. En cualquiera de los casos, todo es echarle imaginación. A mi lado, una joven pasea su mirada entre el monitor de televisión y la ventana, como cerciorándose de que la lluvia sigue allí. Probablemente porque lleva auriculares y no puede escuchar el repiqueteo de las gotas contra el vagón. Tiene una belleza extraña, de hecho, parece sacada de una fotografía de hace 70 años. Pero tiene unos ojos bonitos y de momento, es la compañera de asiento ideal: no se está levantando cada diez minutos ni da la paliza con el movil.
Desde mi affaire con mi no-concierto de Héroes del Silencio (todavía lo recuerdo y me cabrea), Valencia se me antoja una ciudad de lo más antipática. Cierto es que jamás sentí especial predilección por esa capital, pero, y como una muestra de que (afortunadamente) la subjetividad impera en todas las opiniones, desde aquél día de octubre que me gusta menos todavía.
Este mediodía decidí comer algo rápido en un bar frente a la estación. Aparentemente se trataba del típico bar hispánico cargado de cutrez. Sin embargo, al entrar veo que está regentado por un trío de chinos. O lo que parecen ser chinos. Los problemas de comunicación con la persona al otro lado de la barra son lo único que diferenciaba ese bar regentado por chinos del bar hispánico regentado por españoles. Lo demás (las tapas, los bocadillos, los cafés, el aspecto, la clientela,...), todo puramente y típicamente español. Quién le habrá enseñado a esta gente los intríngulis del carajillo de ron o de la tapa de calamares? En qué academia aprendieron a hacer bocatas de lomo-queso, tortillas de patata y salpicón de marisco? Diablos, dónde tendrían encerrada a la señora Encarna, que sin duda, les preparaba esas delicatessen desde la sordidez de su sótano? Engullo un bocadillo y una coca-cola, que me resigno a beber directamente de la botella, vistos los restos de espuma de jabón que quedan en la copa que me sirven. Ok, se agradece la limpieza, y si aclararan mejor las copas, sería ya la leche. Entre la parroquia del bar hay un tipo disfrazado y pintado de payaso, que apura una copa en una mesa. La imagen era divertida. He estado a punto de hacerle una foto con el móvil, pero a final me he cortado, no creo que le hubiera hecho mucha gracia.
En fin, que vuelvo a casa y tengo por delante una semana de vacaciones que la agradezco sobremanera. En el monitor del tren programan una película que no tiene gran pinta, no he cogido ni los pertinentes auriculares. En su lugar, creo que me enfrascaré en la lectura del libro "Moteros tranquilos y toros salvajes" , para meterme más en mi papel de jovencito bohemio que escribe sus textos en el tren.

Canciones:

Al Green: "Tired of being alone"
Mark Lanegan: "Borracho"
Suede: "Saturday Night"

1 comentario:

Belén dijo...

Feliz Navidad pues Kar...;)

Besitos