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jueves, 2 de agosto de 2012

Iggy (y 3)

Cierro mi particular trilogía sobre Iggy Pop y sus últimas historias recordando que la pasión de nuestro hombre por los standards jazzys y la música más tranquila no es algo que le venga de nuevo. De hecho, existen varias grabaciones en concierto de Iggy cantando el clasicazo "One For My Baby", que popularizara en su día Frank Sinatra. La primera vez que tuve constancia de esta versión (inusual, pensaba yo) fue cuando cayó en mis manos el disco "Nuggets", donde se recogen una serie de piezas registradas en diferentes conciertos de la iguana entre los 70's y primeros 80's. Ahí se encontraba una versión de este tema, con un sonido francamente infame, y que yo sepa, es la única grabación oficial u oficiosa que existe. En general, "Nuggets" tiene algunas canciones interesantes entre sus dos discos, pero ese sonido tan horroroso hace que nunca encuentre el momento para escucharlo. Ok, la música de Iggy Pop no requiere de una producción perfecta ni de una grabación minuciosa. Pero es que ese disco suena como el peor de los piratas, como si la banda estuviera tocando en el lavabo de tu casa, como si la grabación se hubiera hecho en el concierto con un teléfono móvil. Eso sí, me encanta su portada.

Me encanta esta portada!
De todas formas, en Youtube (quien necesita Spotify?) se encuentran algunas grabaciones de ese tema. Y de regalo, como sé que sois unos vagos y no os habéis parado a buscar ningún tema de "Préliminaires" o de "Après" a pesar de que os cantara sus excelencias en la entrada anterior, os dejo un par de píldoras, y ya me diréis...




martes, 17 de enero de 2012

31 Songs - Kar: Bizarre Love Triangle (2)


Al principio me tomé este asunto de mi atracción por la canción “Bizarre Love Triangle” como una especie de guilty pleasure. Entonces estaba en ese momento de obertura de mente, de descubrimiento de bandas y discos. Un buen día, pasabas por una tienda y comprabas tu primer disco de Neil Young o un colega te prestaba el debut de Blind Melon y se abría un mundo nuevo. A veces, y digo sólo a veces, tengo la sensación de que nada me sorprenderá tanto como la primera vez que escuché un disco de David Bowie o el arranque del “Led Zeppelin I” o incluso el “Forever Blue” de Chris Isaak. Todo eso son pamplinas, claro. Pero la capacidad de sorpresa, un poquito, sí que la he perdido. No hay muchos Frank Sinatra, ni muchos Kiss, ni muchos Temple Of The Dog. Y sí, en su momento, descubro el debut de Wolfmother o de los Strokes y me dejan noqueado, pero sabes que no son unos nuevos Doors o unos nuevos R.E.M. Y aunque parece que me estaba yendo por las ramas, en realidad no. En realidad, en esa época había pasado de escuchar el rock alternativo de mi adolescencia a empaparme de clásicos para pasar luego a seguir a toda aquella banda que fuera glosada en Popular 1. De ahí la rareza de lo de “Bizarre Love Triangle”.

New Order no eran una banda de rock. Ni siquiera una banda de pop como las que yo estaba acostumbrado a disfrutar. Aquello podía calificarse como una suerte de techno-pop. Uuuufff... la fatídica etiqueta... techno-pop... Y me rompió los esquemas el quedarme prendado con una canción como “Bizarre Love Triangle”. También estaba “Blue Monday”, pero aquella era más electrónica al uso. Al uso de 1987, claro, pero al uso. Y desde luego, en el Popu seguramente la habrían puesto a caldo. Al “Bizarre Love Triangle”, a New Order y todo lo que ello significó. Yo descubrí, sin embargo, que había algo más allá del rock. Pero sobretodo, había algo más allá de los dictados de Popular 1, revista que a día de hoy sigo comprando religiosamente, sí, pero con mi propio criterio, no con el de César Martín.




No me las voy a dar ahora de gran fan de New Order, grupo al que ventilo con un buen recopilatorio (por ejemplo, “Substance 1987”) y que aunque pueda disfrutar mucho, no me provoca la necesidad de tener que indagar más en su carrera o en sus LP's. Y sin embargo, “Bizarre Love Triangle” me parece una canción redonda, en donde nada falta ni sobra, comenzando por la letra y acabando por su ritmo sintetizado.

Aquella fue una buena época... sabéis cuando se dice que la universidad es la época más divertida, la del desmadre, la de las fiestas, y todas esas bobadas? Pues bien, para mí, no fue así. Mi etapa universitaria fue un pedazo de mierda aburrida, llena de exámenes parciales, finales, prácticas, y para colmo, tener que trabajar en los típicos trabajos de estudiante. Con lo cuál, el acabar la universidad y comenzar a trabajar... bueno, aquello sí que supuso una pequeña liberación. De repente, tenía mis horas de trabajo, claro, pero nada de estudiar ni de hacer informes en casa. Y luego está el desagradable asunto pecuniario, que, quieras que no, tiene su importancia. Así que esa fue una etapa divertida. Todo un sueldo mensual para gastar en discos. Fines de semana completamente libres. Descubrimiento de los jueves por la noche. Alcohol. Rock n' roll. Y por qué no, acabemos la noche en cualquier discoteca, que a partir de ciertas horas intempestivas acaban pinchando “oldies” y tanto New Order como Depeche Mode o incluso Soft Cell o INXS acabarán cayendo.

No quisiera acabar sin mencionar la versión que Jewel hizo de “Bizarre Love Triangle”. No está nada mal la vuelta de tuerca que le dio a la canción, lo cuál, es lo mínimo que se le debería pedir a una versión. El problema fue que acabó tratándose de un corte que se usó como jingle en anuncios y en cortinillas de televisión, y por supuesto, se quemó. Afortunadamente, no fue así con el original de New Order.

lunes, 16 de enero de 2012

Lo mejor de la semana. Semana 13

La verdad es que el frío me destroza. De acuerdo, la semana ha sido durilla en lo que a trabajo, y esos asuntos terrenales que poca importancia tienen aquí se refiere. Pero estas temperaturas me dejan con muy pocas ganas de hacer nada. Vagancia. La baja frecuencia en las actualizaciones del blog son una clara muestra. Una entrada. Una sola entrada entre que os comentaba lo mejor de la semana 12 y hoy, en que comento lo mejor de esta semana 13. Vaaaaale, ahora tendré cientos de comentarios de los miles de lectores de NDK que viven en zonas mucho más frías que donde tengo mi mansión y mis 400 chimpancés. ¿Qué queréis? Yo soy yo, y mis circunstancias. De modo que espero que la semana que viene, el clima haya mejorado o bien me encuentre con más ganas de tener actividad. 

Un momento... me comunican por el pinganillo que he recibido el galardón a la redundancia, por haber repetido más veces la palabra "semana" en un párrafo. Enhorabuena, mis queridos chimpancés... Y con esta buena nueva, pasamos a lo mejor de la semana:

3.- "Homenatge A Catalunya", de George Orwell: Acabé esta novela, quizás poco conocida de un clásico como Orwell. Y aunque si hay un tema maniqueo y sobado en la Celtiberia, ése es el de la Guerra Civil, leer una novela como la de Orwell supone una verdadera bocanada de aire fresco. De entrada, porque puede hablar en primera persona de lo que él vivió, como miliciano en el frente e implicado, a la fuerza, en los disturbios de Barcelona del 37. Pone unos cuantos puntos sobre las íes, da una curiosa visión externa (por su condición de extranjero) e interna (por haberla vivido) de la guerra y muestra, además, una verdadera figura idealista, un romántico que se arriesgó su vida en un país que estaba anclado en el siglo XIX. Lo peor, una lamentable traducción a un catalán que casi parece una lengua distinta a la que usan Qim Monzó o Sergi Pàmies, por poner dos ejemplos.

2.- Ocean's Eleven (2011), de Steven Soderbergh: Pues no, no la había visto nunca... si es que soy un puto snob. Pero una peli de robos y tal, con George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon, pues como que me daba grimilla. Prejuicios, sí. Y la vi el otro día. Y mira por dónde, me gustó. Es divertida, y tiene un ritmo trepidante. No es una maravilla, como tampoco creo que lo fuera la original de Sinatra y compañía. Un Sinatra que, por cierto, mientras como cantante es, sencillamente insuperable, como actor siempre me pareció una medianía. E incluyo sus títulos más celebrados, como "El Hombre Del Brazo De Oro" y "De Aquí A La Eternidad". No me lo tengas en cuenta, Frankie, sabes que te admiro.


1.- Outtakes de los Rolling Stones: Hoy me he pasado buena parte de la tarde rastreando Internet en busca de un tema que una vez escuché en la radio, de unas sesiones de grabación de los Stones, y que jamás pude recuperar. La canción acabó por no publicarse nunca, y por alguna razón que no he sido capaz de descifrar, me ha venido a la cabeza. No os daré más detalles, porque pretendo dedicarle una entrada. Sólo diré una cosa, a menudo me da por pensar qué se les pasaba por la cabeza a la hora de incluir o descartar canciones en sus discos oficiales.

Canciones:

Joe Cocker: "Guilty"
The Shazam: "Nine Times"
Journey: "Wheel In The Sky"

miércoles, 30 de noviembre de 2011

32


Hoy es mi cumpleaños. Sí, amigos y amigas, 32 castañas que me caen. En realidad esto lo hago para recibir un puñado de felicitaciones online, porque el otro día oculté la fecha de nacimiento de mi perfil de Facebook, jodiendo así la vida de mis amigos desmemoriados. O de los que dicen serlo. Desmemoriados, no amigos. Cosas de ser 30 de noviembre. Sagitario. Un signo de fuego, me han dicho hoy. Huy, sí, un fuego de la hostia. Eso sí, cuando era un chavalín, molaba ser del mismo signo que Seiya, el de los Caballeros del Zodíaco. 
Tipos en armadura con personalidades basadas en signos del Zodíaco que se hostian... y luego se preguntarán por qué hay matanzas adolescentes en los institutos...
El término resulta interesante. Si buscamos en el diccionario el significado de “cumplir”, hay varias acepciones que encajan:

cumplir
1. tr. Ejecutar, llevar a efecto algo.
2. Dicho de la edad, llegar a tener aquella que se indica o un número cabal de años o meses. 
3. intr. Quedar bien
4. Acabar el tiempo señalado para algo.

Veamos, la número 2 parecería la más adecuada para este caso. Me encanta eso de “un número cabal”... nada de gilipolleces, un número como Dios manda. Y sin embargo, si miramos la número 1, bueno, estoy ejecutando o llevando a efecto un período de tiempo más en mi vida. Lo cuál nos lleva fácilmente a la número 3, quedar bien... ok, si no cumpliera más años, no veas el disgusto que se llevaría mi madre. No obstante, probablemente sea la acepción número 4 la más realista.

 La realidad, o la estadística, que a menudo pueden ser lo mismo, te indican que cumplir un año más, es acercarse un poco más a la muerte. Si te llamabas Johnny Thunders y es 1986, cumplir un año más resulta, simplemente, un milagro. No es el caso. La muerte, menuda jodienda. Aquellos que no temen a la muerte, o son unos pusilánimes, o, simplemente, mienten. La muerte... qué harían las religiones sin la muerte. La muerte resulta algo tan difícil de asumir por el ser humano que necesita inventarse de deidades que justifiquen, o incluso intenten dulcificar este asunto.
Entrada de concierto de Johnny Thunders en la desaparecida Studio 54 de Barcelona, 1986. Mil pesetazas de entonces era un dinerillo.
Por si acaso, yo ya tengo pensado qué canción quiero que suene en mi funeral. No os la voy a revelar, no seáis morbosos. Está bien que ahora en los funerales se haya normalizado esto de poner una canción que recuerde el finado, o que él mismo hubiera predispuesto. Preferentemente en vida. No como esa moda horrorosa de aplaudir en un funeral, al paso del féretro, como si fuera Jesulín de Ubrique.  Volviendo a las canciones, Internet está llena de listas Top Ten Funeral. Algunas de gusto dudoso, otras, curiosas, no más.

Si obviamos las piezas de clásica o ciertas arias operísticas, el mundo de la música “ligera” (me encanta este término) nos ofrece un amplio abanico. Un básico es “My Way” del grandísimo Frank Sinatra. Algo sobado, pero funciona. Canciones de corte religioso también triunfan, como “Hallellujah” de Leonard Cohen. Luego nos ponemos en plan baboso, con “Tears In Heaven”, “Candle in the Wind” o “Memory” de Barbra Streisand. Estas listas suelen ser de webs yanquis o británicas, estas modas, en la piel de toro, están menos extendidas. Y mejor, cualquier día alguien querría hacer sonar “Marinero de Luces” y todo perdería su sentido.

No parece que ninguna de estas opciones me convenzan demasiado.  Pero estoy con Nick Hornby y su “Alta Fidelidad”, donde en lo alto de su top 3 para un funeral situaba a Jimmy Cliff y su “Many Rivers To Cross”. Bonita sin ser babosa. Incluso con un punto relajante como para una situación que se supone debe ser poco agradable. Para los espectadores, no para el protagonista. Yo estoy también con los que deciden hacer sonar “Highway To Hell”. Al final, polvo somos y en polvo nos convertiremos. Espero que alguien pase el aspirador después.

Canciones:

The La's: “There She Goes”
Buenas Noches Rose: “Buenas Noches Rose”
The Replacements: “Unsatisfied”


jueves, 26 de junio de 2008

Viaje a NYC. Día 6 (y último): Estatua de la Libertad

Bueno, hoy hablaré de mi último día en la Gran Manzana, y... ¿no habíais echado de menos algo? Efectivamente, me faltaba la visita a la estatua de la libertad!! Llevaba varios días viendo en los partes meteorológicos que hoy llovería. Sin embargo, ayer, ya lo dije, tuve el día más soleado y caluroso de mi estancia, una temperatura primaveral tirando a veraniega. Pues nada, el jodido hombre del tiempo no se equivocó, y el día despertó lloviendo bastante. Y para colmo, despertó mucho más pronto de lo que debiera, pues tenía tickets para el ferry a las 8h. Briconsejo para quien quiera viajar a NY, si queréis visitar la dichosa estatua, coged los tickets con mucha antelación. Yo lo hice, por internet, cuatro días antes de partir, y la única fecha disponible era esta, el último día y a esas horas intempestivas. Total, que despertarme a las 6'30 no es mi ideal de vacaciones. En fin.

Tras una peripatética cola bajo la lluvia en el muelle, y un desagradable control policial con arcos metálicos como en los aeropuertos (fuera chaqueta, reloj, movil, cartera, gorra y los calzoncillos me los respetaron por decencia) subimos al ferry que nos llevaría a Liberty Island. Atracados en la isla, una nueva cola y la obligatoriedad de dejar la mochila en una taquilla (a 1$ dos horas) me acabaron de poner de mala leche.

Díganme clásico, pero creo que uno no debe irse de NY sin pasar por aquí

Desde 2001 ya no se puede subir hasta la cabeza de la estatua, de modo que sólo es posible subir hasta la base. La visión del monumento me relaja la mala leche, la verdad es que vale la pena, y supongo que las vistas serían de impresión. Lo supongo, tan solo, porque aunque ya no llueve, una bruma cubre la costa y el skyline de Manhattan no se divisa, apenas se puede vislumbrar. En fin, la verdad es que no deja de ser interesante, Manhattan, Brooklyn a un lado, y al otro New Jersey.

El siguiente punto de destino es Ellis Island, donde nos lleva otro ferry. Ellis Island es un islote cercano que alberga viejas instalaciones militares, pero su fama recae en que entre 1890 y primeros de los 50's se convirtió en la aduana de la ciudad, donde recalaban millones de pasajeros, principalmente inmigrantes que eran inspeccionados legal y médicamente, confinados allí en condiciones bastante deplorables. Ahora esas instalaciones albergan el Museo de la Inmigración, con piezas bastante interesantes, especialmente fotografías, pero también documentación, material médico y otras. A la entrada hay un PC con una base de datos en donde puedes introducir tu nombre y comprobar si algún pariente tuyo pasó por esa frontera. Nada, no tengo ningún tatarabuelo americano.

Una cosa me resultó un poco molesta, y es el hecho de que el museo pintaba ese lugar como una suerte de Disneylandia para inmigrantes, aunque la realidad es que se asemejaba más a un campo de concentración. Especialmente para aquellos que por razones médicas o legales no les dejaban pasar (cuarentenas, papeles poco claros, ...) y eran hacinados allí, en unos tristes camastros (que, por cierto, se muestran). La parte de exposición de objetos médicos resulta bastante tétrica, a Marilyn Manson le hubiera encantado.

Busco a Gordon Gekko

Cuando acabo la visita, ya de nuevo en Manhattan, ha vuelto ha salir el sol (hay que joderse). El muelle resulta estar al lado de Wall Street, de modo que me dirijo hacia allí, con curiosidad. Es la hora de comer y hay cientos de oficinistas buscando un puestecillo de perritos, de kebabs o de cualquier otra mierda que engullir. No puedo evitar pensar en Charlie Sheen en la película "Wall Street" cuando veo varios aspirantes a Bud Fox (su personaje en la cinta).

Obviamente, estoy muy cerca de la Zona Cero, y aunque no entraba en mis previsiones visitarla, al final me decido. Y quisiera comenzar diciendo que probablemente sea por una sobreexposición de tragedias en la tele, en los medios y demás, durante 28 años, pero lo cierto es que esas "tragedias televisadas" no me suelen afectar. Puedo estar comiendo tranquilamente mientras veo imágenes del último tsunami o del más reciente atentado. Para mí no es más que una imagen de la tele, o una foto. Estoy muy insensibilizado al respecto. Pero lo cierto es que la Zona Cero me causó impresión. De hecho, no hay nada. Es como la construcción de un inmenso parking en medio de varios rascacielos. Es una obra, con sus camiones, sus grúas y una valla que la rodea. Pero la verdad es que me impresionó. Están construyendo lo que parecen ser los cimientos de un edificio, por lo que sé, eso es seguro, pero no se han puesto de acuerdo aún en el memorial.

La Zona Cero

Y con esto, acaban mis peripencias neoyorkinas. No me extenderé mucho más en esa puerta del aeropuerto para el vuelo NYC-BCN repleta de paisanos con bambas nuevas, con iphones, con chaquetas nuevas, gafas de sol recién compradas y hasta portátiles. Nueva York es la nueva Andorra!! Tampoco me extenderé en las brutales turbulencias que he vivido, las peores que jamás he sufrido, y cogo un par de vuelos al mes. No me queda más que recomendar la experiencia a cualquiera, que por algo más de lo que cuesta un vuelo a Londres o a Oslo, tienes un billete a NY, y además la vida allí (hoteles, comidas, bebidas, ...) es más barata que en Europa. Yo, si puedo, vuelvo el año que viene. Diablos, es la mejor ciudad del mundo!! O eso al menos decía Frank Sinatra!!

Canciones:

Prince: "Fury"
Kiss: "Christine Sixteen"
The 13th Floor Elevators: "You're gonna miss me"

viernes, 13 de junio de 2008

Viaje a NYC. Día 4: Central Park y Soho

Hoy es domingo, el día se levanta con un cielo limpio y un sol insolente que asoma sin piedad ya desde buena mañana. ¿Habría acaso mejor momento para ir a Central Park? Aunque de entrada, la primera parada es en el Metropolitan Museum, a la postre, anexo al famoso parque. Cogemos el metro hasta la parada 86th St. y al salir el paisaje urbano ya ha cambiado. Las moles de oficinas son sustituídas por majestuosos edificios de apartamentos de lujo, con portero uniformado y toldo en la puerta hasta el borde de la acera, para no mojarse los Manolos cuando llueva. La clase de bloque donde viviría Sherman McCoy, de "La Hoguera de las Vanidades". Apenas hay gente por las calles, apenas hay locales comerciales. Solo esa ristra de porteros en cada portal, disfrazados de húsares.

El Metropolitan Museum es uno de esos museos gigantescos que más vale no pretender verlo entero en una jornada. Al final, con esta clase de museos, he optado por no obsesionarme. Busco aquello que me apetezca ver especialmente y paseo tranquilamente un rato, sin esperar ver todas las salas. De lo contrario, uno acaba cansado, agobiado de tanta pieza y sin disfrutarlas. En el caso del Metropolitan, no se puede hacer de otro modo. Su colección de Egipto es muy interesante, y cuentan con muchas piezas de la América precolombina, África y Oceanía, que no me interesan tanto. De casualidad, me topo con una exposición especial dedicada a los superhéroes, de modo que me acerco a verla. Se trata de unas muestras de trajes que se lucieron en las adaptaciones al cine de los superhéroes clásicos (el traje de Iron Man, el que lucía Michelle Pfeiffer en Batman Vuelve, el de Spiderman o el del Superman de Christopher Reeve), algo cutrillo más propio de un Hard Rock Cafe cualquiera, junto a una serie de trajes que diseñadores de moda han hecho ex-profeso basados en los superhéroes (diseños de Armani o de John Galliano, que me hizo recordar ese inmenso gag de Muchachada Nui, de Joaquín Reyes-Galliano y su ayudante Lucianete-Carlos Areces). En general, menos interesante de lo que esperaba. Con decir que era mucho más interesante los carteles con informaciones de cómo los superhéroes son derivaciones de los héroes de la mitología clásica y de mitos y leyendas perdidas en el tiempo, de sus connotaciones políticas, de su simbología, etc..., todo eso más que las propias piezas. Acabo el museo viendo la parte de arte contemporáneo (con bonitas piezas de Picasso, Dalí, Miró o Kandinsky) y de Pop Art (por ejemplo, la clásica imagen de la sopa Campbell de Andy Warhol).


Esta zona se llama Quiet Lane... un cachondo, el que le puso nombre

Tras unas horas en el museo, toca disfrutar del sol del mediodía en esa enorme extensión verde, sorprendente en medio de la ciudad, que es el Central Park. Los neoyorquinos toman el sol en el césped, pasean sus perros o sus niños, juegan, hacen picnic. Y lo cierto es que ese lugar invita a tomar tu espacio en el cesped y relajarse. Comemos por ahí tirados y doy buena cuenta de una siesta al sol, a la sobra de los árboles y con los edificios al fondo.

Con las fuerzas recargadas, el plan es pasarse por la zona homenaje a John Lennon, antes de marchar. Se llama, claro, Strawberry Fields, y está en el lado del parque más cercano al edificio Dakota donde vivía. La zona resulta ser algo decepcionante, está llena a rebosar de gente, de unos fulanos tocando canciones de los beatles con las acústicas, en plan kumbayá y con ese horroroso mosaico en el suelo donde se lee IMAGINE y donde la gente deposita flores. En fin, todo muy tópico. No soy un fan a muerte de Lennon, de hecho siempre preferí a McCartney, pero lo que me carga a más no poder es esa imagen del Lennon como una suerte de bonachón pacifista bobo y hippioso que todo el mundo recuerda, aunque es una realidad deformada. E Imagine es una de esas canciones que para poder volver a disfrutarla debería dejar de escucharla en una década, por lo menos. A la salida te topas con el dichoso edificio Dakota, que no deja de tener un punto inquietante, aunque al parecer, nada de eso parece importarle mucho a Yoko Ono, quien mantiene su apartamento allí.

Little Italy (o lo que queda de ella)

El siguiente objetivo es un paseo por la zona sur. Tomo metro hasta Tribeca, zona famosa por la implicación que Robert deNiro tiene en el festival de cine de Tribeca, y por comenzar a ser una zona de implicaciones arty. Sin embargo, por la tarde es una zona algo degradada y sin mucho interés. Caminando llegamos al Soho (o más bien la zona Soho-Noho-Nolita), y eso es otra cosa. Cafeterías, bares, tiendas de diseño bohemio-pijo se van sucediendo en unas callejuelas pequeñas y estrechas para ser NY, pero resulta ser un paseo agradable.

San Antonio protegge a noi

Tengo interés en ver Little Italy. O lo que queda de ella. Hace ya años que los italianos no se establecen en gueto, y además, sus vecinos de barrio resultan ser un gigante voraz. Little Italy está al lado de Chinatown, y en las últimas décadas, Chinatown ha ido absorbiendo al viejo barrio italiano. Mulberry St es la única calle que mantiene el sabor del viejo barrio, y alberga algunos bares que frecuentaban Lucky Luciano, Frank Sinatra o el último gran capo, John Gotti, que murió en prisión donde estaba desde 1990, como el Mare Chiaro. Cuando llego, resulta que hay una suerte de fiesta mayor del barrio, lo cuál se me asemeja quizás demasiado a las Festes de Sants, con la calle cortada, las paradas de salchichas italianas, las tómbolas o los puestecitos de feria. El aspecto de la calle te lleva directamente a las películas de Scorsese, y una cutrísima imagen de San Antonio corona la calle. Y uno, entre el gentío, no deja de buscar a Silvio Dante, a Paulie o a Tony Soprano. O por lo menos a sus homólogos de la vida real.

Canciones:

Reverend Horton Heat: "Party in your head"
D-Generation: "She stands here"
Afghan Whigs: "My enemy"

martes, 20 de mayo de 2008

Viaje a NYC. Día 0: Ansiedad

Es una ocasión singular la de que el dólar esté devaluado, y no, no la he dejado escapar para viajar a ultramar en un momento dado. Exactamente pasado mañana. New York City, allá voy (sufrid, mortales!!).

Desde que estuve en California el verano pasado que tenía ganas de poder ver Nueva York. Y es que pasar varias horas en el aeropuerto JFK, saber que está allí al lado, y no poder ir, es una putada. Pero ya está. Para allá que voy.

La ansiedad me invade. Salgo el jueves por la mañana y vuelvo el miércoles a primerísima hora... definitivamente, demasiado poco tiempo!! Qué ver? Qué dejarme? Está el Metropolitan Museum, pero claro, también está el Madison Square Garden. Quiero pasear por Greenwich Village, pero no puedo dejar de pasar por Hell's Kitchen. Y allí mismo debo cruzar hacia Brooklyn, eso es obligatorio. Pero por dios, muy cerquita está Hoboken, pueblo natal de Frank Sinatra, y por supuesto New Jersey y los escenarios donde se rodó Los Soprano. Y el Chelsea Hotel, y Ellis Island, y el edificio Dakota, y el Apollo Theatre, y la Factory (o lo que queda de ella), y los Electry Ladyland Studios, los clubes punk del Lower East Side, los bares de copas para knickerbockers, Times Square, Broadway y Lexington 125...

Si me topo con los Fun Lovin' Criminals prometo crónica de fan histérico

Y por supuesto, aprovechar para hacer compras. Discos, libros, ropa, cualquier objeto estúpido y los típicos y tópicos encargos. Sé que debería planificar una serie de rutas, pero es demasiado difícil para mí. Demasiado duro.

En fin, que prometo contarlo todo punto por punto, tal y como hice con mi anterior viaje a USA. Y a mi vuelta pasaré lista, que nadie se me despiste!!.

Canciones:

Ryan Adams: "New York"
Fun Lovin' Criminals: "Big Night Out"
The Velvet Underground: "Waiting for my man"

miércoles, 21 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 10: Pearl Harbour o la conexión Catalunya-Hawaii

Hoy el día tiene un nombre propio, y no es otro que el de Pearl Harbour. Efectivamente, en la isla de Oahu está la base naval americana de Pearl Harbour, que en 1941 pasó a la historia por ser bombardeada por la aviación japonesa y precipitar, así, como quien no quiere la cosa, la entrada “oficial” de los EEUU en la 2ª Guerra Mundial. De modo que por la mañana tomo un autobús camino a la base militar. Yo, como otras decenas de turistas, esta vez abunda, sin embargo, el turista americano viejuno. De hecho, la visita real está en el Memorial USS Arizona, ya que obviamente, el recinto militar es privado. Es en esta base donde transcurre la historia en “De aquí a la eternidad”, que vi no hace mucho, y claro, cuando llego y observo al tipo de la recepción, vestido con el uniforme y ese sombrero de ala ancha militar como el que llevaba el sargento Maggio/Frank Sinatra, eso y recordar el film es todo uno. Por cierto, me encantan los autobuses hawaianos porque especifican muy claramente lo que está prohibido hacer dentro!!

En los autobuses hawaianos está prohibido mear, cagar y escupir... ¿está claro? Como en los de Barcelona no indica nada, supongo que se podrá...

Sin embargo, hay un problema. Hay una visita guiada, que es la que realmente te lleva al dichoso Memorial USS Arizona, y extrañamente es gratis, lo que ocurre es que se ha de pasar por grupos predeterminados, en un tour que incluye un documental, una visita y finalmente el monumento. Y me comunican que me debo esperar 2 horas… me temo que mi interés por Pearl Harbour no es tanto. Así que desisto y me doy un paseo por el museíllo que hay y por la parte visitable de la base. Todo muy peliculero, claro. Una pena lo del monumento, se trata de uno de los barcos que el bombardeo hundió, lo tienen bajo el agua y se puede ver desde una suerte de estructura por encima. Pero vamos, que no. Mi sorpresa del día viene al ir a salir y toparme en la recepción con una serie de trípticos explicativos, en varias lenguas, todas ellas indicadas en un cartel, con la bandera del país correspondiente. Cuál sería mi sorpresa cuando veo una senyera, entre todas esas banderas. Extrañado, le pregunto al militar por el panfleto en catalán. Parece no entenderme, y me pide que le señale la bandera. Al hacerlo, me dice “ah, castilian”. Al mirarle extrañado, me dice que ellos lo llaman así, que si no es eso. Le comento que no, que es “catalan” (así, en esdrújula en inglés) y me pregunta que qué diablos es eso del catalán. Y ya me ves a mí explicándole la realidad nacional catalana a un militar americano en Hawaii. Cuanto menos, surrealista. En fin, me hacía ilusión este fetiche, más sabiendo que ningún museo ni europeo ni español tiene información en catalán. En el tríptico reza “Agraïm la vostra donació”… hummm, me temo que la US Army se va a quedar sin donación por parte de Kar.

Por lo demás, la vida pasa apacible en estas islas. A la puesta de sol hay un espectáculo de Hula en el paseo de la playa. El hula es el baile típico de Hawaii, mezclado con muchas influencias de la música americana de los 40’s y 50’s. Esta noche, una orquestilla de 4 músicos y un cantante que es la versión hawaiana de Falete tienen espectáculo. Los bailarines son hombre y mujeres, y rompiendo el topicazo, ellas no van con faldita de paja (o lo que sea), sino con un vestido que estampado como la típica camisa hawaiana. Y para romper otro tópico diré que (y que se vea que generalizo impunemente) la hawaina auténtica, la de raza polinesia, no es una belleza ni mucho menos. Por lo general son unas gordas de pelo muy largo y eso sí, unos rostros agraciados. Pero vamos, otro mito por los suelos. El espectáculo, sin embargo, está bastante entretenido. Por la noche, para la cena, me reencuentro con un viejo amigo que seguro echaré de menos a mi vuelta a casa: Jack In The Box. La mejor hamburguesería de USA también en el estado 50º.

Una cuadrilla pasa después la mopa para limpiar los fluídos vaginales

Esta noche me dedico también a mirar por la tele otro programa que me tiene enganchado, también en VH1, se trata de Rock Of Love. En este caso, se trata de una suerte de Gran Hermano en el que una docena de chicas se encierran en una casa con un objetivo, conquistar a Brett Michaels, quien antaño fuera un rockero, cantante de Poison (banda que tuvo algunos singles majos en los 80’s) y ahora es una parodia de sí mismo. Pero mola, las chicas son todas aspirantes a camarera de bar rockero, bastante buenorras en general, bastante patéticas también. Y Brett se dedica a pasearse de tanto en tanto por la casa (no vive allí), a lucir modelazos que harían las delicias del actual Steven Tyler, a poner morritos en su cara repleta de botoxx y a dejarse querer. En fin, ya lo comentaba hace unos días con Peter Fonda. Es evidente que Brett Michaels no fue nunca Axl Rose, ni Poison una banda que pasará a la historia del rock n’ roll, si bien hits como “Talk dirty to me” o “Every rose has its thorn” están más que bien. Supongo que todo el mundo tiene derecho a ganarse la vida. Michaels, por cierto, es un amante del arquetipo rubia con tetas, de hecho mantuvo una larga relación con Pamela Anderson antes de que esta se casara con Tommy Lee, cosa que atestiguan algunos videos cerdos de la pareja que rondan por ahí. Pero vamos, que después de haber visto a Ozzy o a Gene Simmons, yo ya no me sorprendo de nada.

Canciones:

Paul Westenberg: “Dislexyx heart”
Weezer: “Undone (The sweater song)”
Poison: “Talk dirty to me”

domingo, 11 de noviembre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 6: Lost Angels

Al final me doy cuenta de que no es posible moverse por L.A. sin coche. De modo que para hoy, contrato una pequeña excursión de una mañana en la que nos llevan a los puntos más significativos de la ciudad. La primera parada, muy cerca del Downtown es el Dorothy Chandler Pavilion, donde hasta hace poco se entregaban los oscars. Lo cierto es que sin alfombra roja, ni focos, ni estrellas, resulta de lo más anodino. Y sin duda, el Kodak Theatre tiene mejor situación, en pleno Hollywood Boulevard. De camino pasamos por la catedral de L.A., un horroroso edificio de Rafael Moneo, eso sí, obviamente con su parking con capacidad para cientos de coches. Está claro que ésta es una ciudad construida pensando en el desplazamiento en automóvil. Pero antes de convertirse en la enorme conurbación que veo, donde se incluyen entidades administrativas como Santa Monica o Beverly Hills, Los Angeles fue una colonia española, catalana, para más señas, fundada sobre una misión. Esta misión y un par de edificios más, pertenecientes todos a principios del siglo XVIII, se conservan de un modo muy pintoresco en medio de las moles de edificios del downtown, en un recinto que llaman “El Pueblo”. La visita no tiene mayor interés que la propia anécdota, los edificios están conservados tan artificialmente que parecen los decorados de Mexico de Port Aventura. De modo que sin mayor dilación, nos dirigimos a uno de mis objetivos del viaje, Hollywood Boulevard. Ok, te lo puedes tomar como algo decepcionante, o como algo mágico. Depende de con qué mentalidad vayas. Es evidente que en una avenida tan enorme como Hollywood Blv. resulta imposible mantener el sabor clásico. Incluso podría decirse que en algunos tramos se encuentra en una franca decadencia, lo cuál no deja de tener algo de atractivo. Por supuesto las míticas estrellas cubren las aceras, pero pierde su gracia cuando al lado de estrellas como John Barrymore o The Doors puedes ver estrellas como las de Chris Rock o Emilio Stefan. Es mejor, pues, fijarse en aquellos puntos que mantienen su encanto, bares y restaurantes que ya frecuentaban las estrellas del cine mudo, los primeros cines de la ciudad u hoteles como el Hollywood Roosevelt, donde en 1929 se entregaron los primeros premios Oscar de la historia.

Otra cosa es el Teatro Chino de Hollywood Boulevard. La propia fachada te transporta a lo que se dio a llamar “la magia del cine” y por supuesto, están las huellas, esta vez sí, de los más grandes. No puedo evitar el poner mis manos en las huellas de Dean Martin, de Al Pacino o del mismísimo Frank Sinatra. Y aunque ni siquiera este lugar está exento de concesiones a la comercialidad más actual (había, por ejemplo, una losa con las huellas de los críos actores de Harry Potter), resulta de lo más interesante del paseo. Porque luego está el Kodak Theatre, donde se hacen las galas de los Oscar en la actualidad, pero está carente de personalidad y el interés se centra en la propia mitomanía. Para que os hagáis una idea, al lado del teatro hay un centro comercial y a veces es difícil distinguir dónde acaba el centro y dónde comienza el teatro. Este centro incluye, no obstante, un mirador hacia el mítico cartel de Hollywood, que está la hostia de lejos, aunque en el cine dé otra sensación.

Homenaje al gran Frankie

La última parte de la visita tiene menos interés. Se trata de un tour por Beverly Hills, para ver las mansiones y los cochazos de lujo, y acabar en Rodeo Drive, cuyo único interés reside en alojar las tiendas más caras de la ciudad. Un aburrimiento, vamos. Nos vale, sin embargo, para acercarnos a la parte de Santa Monica, así que en tan sólo media hora de autobús (y eso, en esta ciudad, es muy poco), nos plantamos en una de las míticas playas angelinas. Lo más gracioso es pasear por esas playas que había visto tantas veces en “Los Vigilantes de la Playa”, serie de la que me declaro fan, por lo menos de las primeras temporadas. El día está soleado y aunque ya no hace época de baño, sí hay gente tomando el sol o paseando. Por supuesto, aprovecho para tomarme fotos en las casetas de los vigilantes y frente al mítico 4x4 amarillo. Y un buen paseo nos lleva a Venice Beach.

Venice Beach es de los pocos sitios de L.A. que conservan su aureola hippie. Los hippies siguen viviendo allí, como antaño lo hicieron los beatniks (como Charles Bukowsky), aunque se trata de una zona que se ha degradado bastante en los últimos 20 años. De hecho, te recomiendan que vayas y pasees, pero que te largues antes de que se ponga el sol. Entonces el paseo lo ocupan las bandas callejeras, principalmente de hispanos. Y efectivamente, durante el día las bandas están por ahí, pero se entremezclan con una amalgama de hippies de la vieja escuela, jóvenes hippies, homeless (alguno de ellos también muy joven), tipos que tocan la guitarra, otros los bongos, pintores callejeros, vendedores de chorradas y muchas tiendas de camisetas, recuerdos, ropa, y tonterías varias. Me compro un par de camisetas rollo vintage de Led Zeppelin y de Rolling Stones muy guapas. Y hacia el final, está el gimnasio al aire libre donde muchos culturistas entrenan, como lo hizo en su día Gobernator. En esta zona también se junta mucho freak callejero, como uno que suelen nombrar en Popular 1, por aparecer en la peli documental de Perry Farrell, quien vivía en este barrio, que por cierto, le pegaba completamente. El tipo se pasea con sus patines tocando una guitarra eléctrica, y tuve el pequeño privilegio de verle. Y acabo descansando un rato sobre la arena, donde se supone que una vez se encontraron Jim Morrison y Ray Manzarek, y este último se quedó flipado de uno de los poemas/canciones que le cantó Morrison, y donde le propuso juntarse para hacer música.

El freak más popular de Venice Beach

Tras una tarde de playa, decido reencontrarme con un viejo amigo, Amoeba Records. Efectivamente, también hay una sucursal en L.A., en el 6400 de Sunset Blv. Lamentablemente, el material de oferta no es tan tirado de precio como en San Francisco, ni tan potente. Aún así, salgo con 8 CD’s al triste precio de 32 $, aunque me sabe a poco, después de lo de Frisco. Al salir son ya las 21h y mi estómago me pide cena. Justo enfrente de Amoeba hay un restaurante de fast food de la cadena Jack In The Box. En realidad no es tan diferente del mardonals hispánico. Pero sí hay algo distinto. En JITB las hamburguesas son más grandes y más buenas. Y el precio, más barato que en los burguers españoles. Y no quisiera cerrar el tema comida sin alabar una costumbre americana que se debería importar ya: el bottom-less glass. Aquí no te dan la bebida, te dan el vaso y tú mismo vas al expendedor de coca-cola (o lo que sea) y te lo llenas. Y si a media comida se te acaba, pues te lo vuelves a llenar. Esto suele estar disponible en muchos restaurantes, sean cadenas de comida rápida o sean pequeños establecimientos.

La mejor cadena de hamburguesas de la costa oeste

Y si ya he comprado y ya he cenado, toca tomarse una copa. Me apetece algo tranquilo, de modo que esta noche me decanto por el Cat Club. El Cat Club es relativamente nuevo, se abrió en 1999, al lado del Wisky A Go-Go, y pertenece al batería de Stray Cats, Slim Jim Phantom. Una vez más, mi sorpresa llega al entrar y ver lo pequeño que es. Tres mesas, una barra, un mini-escenario, y ya está. Vamos, que la sala Mephisto de Barcelona es bastante más grande. Sin embargo, está decorado con mucho gusto y resulta un local con encanto. Tiene un toldo negro a la puerta, que está decorada con motivos de leopardo. Dentro, esas características llamas pintadas en la pared, típicas de decoración rockabilly, y unas fotos de rockstars, bien colocadas y bien enmarcadas, y asientos en rojo. En definitiva, buen gusto.

Altamente recomendable

Esta noche toca un tipo que hace un show acústico. La música me recuerda al Brian Adams de los 80’s y él se parece a Tyla pero con 20 años menos. No está mal. Los siguientes son una banda multirracial que hacen un estilo intentando acercarse a Tom Waits pero con sonoridades rollo Radiohead. En fin, poner esos referentes resulta casi insultante, ya que son un auténtico coñazo. Así que estos tipos precipitan mi vuelta al hotel y a la postre, mi despedida de L.A., dándome cuenta de que tengo que volver a este lugar. Tal vez oiréis que L.A. no es una ciudad bonita. Incluso escucharéis que “no vale nada”. Es evidente que no es un lugar para pasear. Pero una ciudad con una oferta tan brutal de experiencias, de mitomanía, de arte, de música, de bares, de tiendas, de restaurantes, de deportes, de playas, y todo eso por no hablar de las posibles excursiones al desierto, a las montañas, etc… en fin, que tengo que volver algún día.

Canciones:

La Frontera: “Judas el miserable”
John Lennon: “Working class hero”
ZZTop: “La Grange”

lunes, 22 de octubre de 2007

USA Kar Tour 2007. Día 4: Viva Las Vegas!!

Esta mañana el reloj ha sonado a las 5h: tocaba traslado al aeropuerto con destino Las Vegas!! Al salir de la habitación me encuentro, en el suelo un ejemplar del USA Today y un sobre con la factura del hotel. Qué gran país. Extremadamente amables con el cliente, siempre en busca de la propina más alta. Yo, como buen catalán, intento escaquearme y rara vez dejo el 15% estipulado, soy así de cabrón. Pero me gusta este estilo americano de agasajar al cliente, de esta amabilidad, aunque sea sólo fachada, aunque sea falsa. Hoy, sin ir más lejos, he probado las dos caras de la moneda referente a comportamiento estadounidense. En el aeropuerto SFO, nada más llegar, veo una cola indecente frente al mostrador de facturación. Otro mostrador, sin embargo, está vacío, de modo que me voy a preguntar. Una señora de mediana edad me comunica que está así porque la cola es para billete electrónico, y ella está para billete físico. Practico mi cara de niño desvalido y la señora se ablanda. Con un guiño, me dice que si soy capaz de salir discretamente de la cola y no revolucionarle al personal, me factura ella mismo, aunque mi billete sea electrónico también. Total, en dos minutos ya tengo mi tarjeta de embarque y me dirijo al control de seguridad. Allí, al ver mi pasaporte, me hacen pasar por otro lado. Me comienzo a acojonar, lo reconozco. La policía me hace pasar por una especie de cabina que parece ser (o eso pude deducir) que analiza la posible presencia de agentes químicos. Con mi bolsa de mano, bambas y chaqueta hacen lo mismo. Es decir, no comienzan a rebuscar dobles fondos, ni objetos prohibidos, como es habitual. Los tíos pasaban una especie de papelito por todos los enseres, que luego una máquina analizaba. Por 5 minutos he visto como toda la cola me miraba como a un terrorista. Eso sí, tras comprobar que no íbamos a envenenar a la población con anthrax, nos han deseado muy amablemente que lo pasáramos muy bien en Las Vegas.

El plan en la ciudad del vicio es pasar una noche de juerga para tomar, al día siguiente, un vuelo con destino a LA. Así que la cosa promete. Y cuando nada más tomar tierra y salir del avión, uno ve, en la propia terminal, una hilera de máquinas tragaperras, comienza a tomar verdadera noción de dónde está. Se supone que por Las Vegas sólo se debe ir de noche, que por el día pierde la magia. Por lo menos eso solía decir siempre Frank Sinatra. En fin, si es bueno para Frank, es bueno para mí. Así que como cuando llego es casi la hora de comer (vamos, las 12, aproximadamente), decido que eso es exactamente lo que voy a hacer.

Mi hotel en Las Vegas tenía que ser un buen hotel, y no me engañaron. Se trata del Planet Hollywood. Efectivamente, esa cadena de restaurantes temáticos patrocinada por Stallone, Bruce Willis y Arnie Gobernator, que se hundió en casi todos los países donde se estableció, y de la que actualmente quedan sólo una docena por todo el mundo. Pero vamos, que el Planet Hollywood Hotel Casino Resort es un hotelazo espectacular. De hecho, pronto me daré cuenta de que ese adjetivo, espectacular, se le puede aplicar a muchos aspectos de la ciudad. Y allí estoy, sintiéndome un Paco Martínez Soria en la capital, sorprendiéndome a cada poco. En fin, Las Vegas es la ciudad que nunca duerme, de hecho, en los últimos años sólo se cerró la actividad el día que mataron a Kennedy. Mi habitación está situada en la planta 27 y esta vez sí, la cama es King Size. Vamos, que se podría organizar un combate de wrestling en ella. Como cuadro decorativo, hay una urna con el arma que usó Swarzenegger en su cutre peli “Eraser” (no recuerdo cómo se tituló en castellano). Puro romanticismo.

Por el momento, decido que comeremos algo y dormiremos un rato, y luego ya veremos. Al bajar por el ascensor veo que hay una cámara de seguridad, y desde ese momento me fijo y constato que no doy cinco pasos sin encontrarme con otra camarita. Me siento en un enorme Gran Hermano. Para llegar al restaurante, hay que pasar por el casino, y eso supone un primer shock. Ok, tal vez soy algo paleto, pero en Las Vegas, insisto, iba de sorpresa en sorpresa. A ver, un casino es un casino, pero claro, cuando ves tantas veces los casinos de Las Vegas por la tele y te metes en uno real por vez primera, si no sientes sorpresa y emoción es que no tienes sangre. O no eres tan mitómano como yo. Por cierto, que en todo el hotel, el hilo musical está compuesto por hits rockeros clásicos, como Van Halen, pero también modernos, como Weezer. Moooola. El restaurante cuesta unos 12 $ y es el buffet libre más grande que nunca he visto. Lo tienen dividido por áreas temáticas (pescado y marisco, cocina italiana, japonesa, mexicana, de asia menor, americana, postres, …) y se ocupan de que tu vaso no se vacíe nunca. A mí estos sitios me pierden, y reconozco que me pongo como un auténtico cerdo.

En Las Vegas hay que pasar por el casino incluso para ir a comer...

Me hago con una revista para ver qué hay esa noche en la ciudad. De entrada, en mi hotel actúa una suerte de mago tipo David Copperfield acompañado por Pamela Anderson, que le hace de florero. Pam Anderson!!! Me parece que en mi vida dormiré tan cerca de Pamela Anderson como esa noche. Sin embargo, un cutre show de magia no me convence. De shows estándar hay muchos, en mi hotel también hay Stomp, el Cirque Du Soleil tiene 4 espectáculos en activo en Las Vegas (incluyendo el Love con música Beatle), la pesada de Celine Dion lleva todo un año, en fin, esas cosas. Respecto a conciertos, Perry Farrell, quien parece hacer la misma ruta que yo pero unos días más tarde, actúa pasado mañana. The Cult lo hacen la semana que viene. Y poquita cosa más. Me planteo 2 opciones, un impersonator de Elvis o un show que le dicen homenaje al Rat Pack. El primero me da miedo, y respecto al segundo, en fin, un show similar actúa en Barcelona en noviembre. De modo que al final paso. Por cierto, hay también un show de los que César Martin (AKA The Man) disfrutaría: una serie de imitadores enanos de varios artistas.

En el propio hotel hay un pequeño museo de memorabilia rock, y me doy una vuelta. No está mal, aunque más que los objetos expuestos, son mejores las fotos, grandes y enmarcadas que exponen, de Guns n’ Roses, Nirvana, Stones, Aero, Kiss, The Police, y también de Al Pacino caracterizado como Tony Montana, sin duda, un icono para todos los raperos.

Una recomendación que me hizo mi amigo Karioshi fue que visitara algún outlet americano. Como quiera que todavía no había anochecido y que había un outlet fuera de la ciudad, para no estar en la ciudad de día, era una buena ocasión para ir de compras. Así que tomamos un taxi. El taxista que nos recogió era una especie de armenio, kurdo, irakí o vete a saber qué. El caso es que no nos entendíamos mucho. Y me sorprendió que me abriera la puerta de copiloto para que me sentara allí. En caso es que le indico y el tipo comienza a tirar. Salimos de la ciudad por detrás del Strip (la calle principal de Las Vegas) y tras 10 minutos de coche en dirección al desierto, me comienzo a preocupar, los edificios se van acabando y yo no paro de recordar las secuencias de “Casino” en las que esos viajes a las afueras acaban siempre a tiros. Ahora suena a broma, pero en aquél momento me preocupé de verdad, me sentí totalmente indefenso, pensaba que el tipo en cualquier momento pisaría a fondo, me llevaría al desierto, me dejaría pelado y tal vez con un par de balas en la cabeza. Al final no fue así, obviamente, y me dejó en un enorme centro comercial que era ese outlet. Y Karioshi no se equivocó. Marcas como Levi’s, Calvin Klein, Vans, Timberland o Fossil están realmente tiradas de precio. Así que nos dedicamos a saquear las tiendas, haciendo tiempo para que se acabara de poner el sol y volver a la ciudad, esta vez sí, de noche y con la iluminación de los miles de neones.

Bueno, definitivamente, eso ya era Las Vegas. De modo que mi plan para esta noche se trata de zascandilear por el Strip, meterme en los casinos a husmear y acabar la noche tomándome una copa en el House Of Blues. Hay animación, aunque sin duda el glamour de Las vegas, si alguna vez existió, definitivamente ha desaparecido por completo. Mi ilusión hubiera sido disfrutar de esa noche con un traje, zapatos, camisa y corbata. Le recuerdo al lector despistado lo de mi mitomanía. Pero no lo hice, cosas de la necesidad de ir ligero de equipaje. Aún así, me arreglé en la medida de lo posible, no sin arrepentirme de no haberme llevado el traje. En cualquiera de los casos, insisto, hubiera dado el cante, la noche en esa ciudad tiene de todo menos elegancia, y no me extraña que Sinatra y el resto del Rat Pack rajaran a gusto de lo que acabó siendo Las Vegas hacia mediados o finales de los 70’s y en adelante. La escena final de “Casino” también lo define muy bien. De todas formas, lo divertido es mezclarse con la gente, ir de casino en casino, tomar una copa y fijarse bien en la fauna urbana que los pueblan. Así mismo, paseo por los casinos más emblemáticos, tomándome una foto en cada uno de ellos, como el Paris y su reproducción de la Torre Eiffel o el Caesar’s Palace, que te transporta inmediatamente a la época de Evander Hollyfield o Mike Tyson. Claro que mi primera parada es el Flamingos, hotel casino decano de la ciudad, fundado por el gánster que creó todo, Bugsy Siegel. Por supuesto, me tomo una foto ante el clásico rótulo. Allí tengo dos sorpresas agradables. La primera es que los margaritas están a 99c. No es que sea un coctel de calidad, pero a ese precio, tampoco se puede pedir mucho más. La segunda es que allí compro un fetiche que me hacía mucha ilusión, una reproducción de las clásicas gafas de Elvis. Ok, es una reproducción que se vende en plan souvenir barato, y como gafas, no son gran cosa. Pero amigo, son las gafas de Elvis, y no me deshago de ellas en lo que queda de noche, luciéndolas a ratos en mi periplo por Las Vegas.

Referente al juego, bueno, me apetecería jugar, pero hay un pequeño problema: no tengo ni idea de cómo se hace. Me acerco a alguna mesa, y no tardo en recibir miradas de cabreo de los que están jugándose los cuartos, los observadores no son recibidos. El hotel imparte clases de juego los miércoles por la mañana, me temo que es demasiado tarde para mí. Ruleta, Black Jack, dados, Baccarra… todos están, pero no tengo ni idea. Sólo me siento ante una máquina y pruebo suerte. Nada. Pruebo de nuevo. Nada otra vez. Esto me resulta un coñazo, así que se acabó el juego para mí.

Hey baby! Are you havin' fun?

El Luxor y su iconografía egipcia, con pirámide y esfinge incluida, el MGM, el más grande de todos, el New York y su mini barrio de Brooklyn, el Excalibur y su castillo medieval que parece el de Playmobil en gigante. Por todos ellos paso, y el final de mi camino es el Mandalay Bay, que además de ser una de las casas de Sinatra en su época de Las Vegas (además del desaparecido Sands), es el hotel que aloja el House Of Blues. Cuando quiero entrar, pequeña decepción, hay un concierto cutre en marcha y no se puede entrar hasta que no se acabe. Al lado hay una entrada a una sala alternativa, donde parece haber una suerte de anti-karaoke. El portero me informa que también hay, en el ático, un House Of Blues Night Club. Para allí que me dirijo, pero al llegar algo no cuadra. La entrada es la típica de una discoteca para gente guapa. El portero me informa que la entrada son 30$ y hay un par de DJ’s, y no sé qué más. Tiene toda la pinta de ser un club techno o house. No tengo nada en contra del techno o del house, es más, he pasado noches muy divertidas en clubes así. Lo que ocurre es que esa no es mi idea de House Of Blues. Supongo que a Dan Akroyd (uno de los dueños de la cadena House Of Blues) ya no le importa que bajo su nombre se cree un club dance. De modo que acabo en la sala con karaoke, donde una banda interpreta la música, con un repertorio majo, eso sí. Finalmente acabo mi noche en Las Vegas de nuevo en el casino de mi hotel, el Planet Hollywood, con una conclusión: Las Vegas es un lugar muy divertido, flipante, pero no para pasar más de dos noches.

Canciones:


Héroes del Silencio: "Héroe de Leyenda"
Otis Redding: "I can't turn you loose"
Elton John: "Saturday night's allright for fighting"

miércoles, 1 de agosto de 2007

De aquí a la eternidad

Que acabe de ver "De aquí a la eternidad" y no me haya convencido no debe ser tan extraño. ¿O sí? Para el recuerdo de la retina guardo escenas de esas que los que saben de cine denominan míticas, el famoso beso en la playa, un enclenque Frank Sinatra con su sombrero militar o Montgomery Clift tocando la corneta en el bar. Pero nada, que no. Y me jode, claro. Dicen que ver una película (o escuchar un disco, o leer un libro) cuando se ha hablado tantas veces de lo maravillosa que es suele ser un proceso que acaba en decepción, tantas son las espectativas puestas. No sé, supongo que no es lo mismo escuchar Velvet Underground & Nico (también conocido como "el plátano") después de oir por vez primera esa joya que se titula "Sunday Morning" en un anuncio de la tele sin saber nada más de la banda, que conseguir el disco tras leer los mil y un elogios hacia él lanzados. Curiosamente no me ocurrió tal cosa. Cuando me compré mi plátano, esperaba mucho de la Velvet, y lo obtuve. Un disco inigualable, nunca más grabaron nada tan perfecto. Y escuchar una canción tan formidable como "Sunday Morning" que, llamadme tópico, creo que es perfecta para escuchar un domingo de resaca al levantarse, en una mierda de anuncio de la tele, me jode. Supongo que no debe ser tan extraño. ¿O sí? Velvet Underground tampoco podían durar mucho. Lo raro sería haberse convertido en una banda longeva. Como los New York Dolls. Y aunque el disco de los NYD del año pasado está más que bien, no deja de resultarme extraño, siendo una banda muerta y enterrada en el pasado y de la que nadie supo nada en 30 años. Es como si fueran otra banda, pero de hecho son la misma. Una extraña broma macabra de unos tipos que buscan volver cuando ya tenían la eternidad. ¿Tienen derecho a recuperar el pasado? ¿Tiene sentido? ¿Por qué no rodar, pues, un remake, plano a plano de "De aquí a la eternidad"?

Canciones:

Pixies: "Here comes your man"
Radiohead: "Lurgee"
Barry White: "You see the trouble in me"

martes, 3 de julio de 2007

Julio Iglesias... Live!!

Estaba claro. Estaba cantado. Tarde o temprano tenía que aparecer por aquí. El único artista español que se ha merecido un lugar en Las Vegas. Me refiero, por supuesto, a Julio Iglesias. Y es que ahora puede parecer que hablo de Julio Iglesias como un elemento kitsch. Como un chiste. Nada más lejos de la realidad. Lo digo aquí y ahora: me gusta Julio Iglesias. Por supuesto, no me gusta todo lo que hace, pero sí lo suficiente como para disfrutar de muchas de sus canciones, de su concepto de música respaldada por una orquesta y con una profesionalidad de arreglos brutal, y sí, de esa personalidad megalomaníaca de un Julio Iglesias que conquistó los EUA en los años 80's. Digamos que es lo más cercano a Frank Sinatra, salvando las ingentes distancias, que jamás ha tenido la música española. Su etapa ochentera es la más interesante. Los 70's no tenían gran interés. Y en los 90's todavía hizo alguna cosa interesante, con temas como "La carretera". Y su versión del standard "Crazy" es buena-buena.

Sin embargo, no era esta entrada un pretexto para hablar de Julito, sino para relatar mi experiencia que podríamos titular como "El día que Kar se ocupó de la seguridad en un concierto". Suena raro, lo sé. Pero situemos todo en su debido contexto. Un Kar estudiante universitario, que procuraba ganarse los cuartos en trabajillos de medio pelo, etetés, clases particulares y chanchullos varios. Algún día hablaré de ellos, todo un mundillo de trabajos basura que, quieras que no, curte. No podía decir que no a cualquier cosa que significara trabajar unos días, o unas horas, ya que dada mi condición de estudiante, tampoco me podía permitir un "trabajo", uno normal, vaya. Así que un día recibí la llamada de la ex-mujer de mi tío, es extraño porque durante años siempre fue "la tieta".

En fin, se llamara como se llamara, esta mujer tenía un conocido que trabajaba en las concesionarias de espacios como el Palau St.Jordi o la Plaza de Toros cuando había espectáculos. El trabajo era sencillo, debía llamar a un tal Pepe Montiel (siempre me hizo gracia ese nombre) y esperar instrucciones. El tal Montiel me comentó que me reuniera con el grupo unas cuatro horas antes del inicio del chou, que fuera elegante, que llevara una camisa y un pantalón de pinzas. Yo, entonces, no sabía ni lo que era un pantalón de pinzas. Era un grunge, hombre. Así que fuí lo más elegante que sabía entonces, unos tejanos, zapatos, y una camisa, eso sí, por dentro. El tal Montiel me echó una mirada de odio, pero la cosa ya estaba hecha. Las instrucciones eran sencillas… yo estaría en una de las vallas que hay a los lados del escenario, y mi misión era que nadie pasara por allí, a no ser que tuviera un “all access pass”. De puto segurata, pensé yo. Como si tuviera físico de segurata. Por lo menos no eran Slayer quienes tocarían, el público sería más calmadito… craso error. JAMÁS vi tal multitud de señoronas perdiendo los papeles, ni de jovencitas segregando litros de flujo vaginal por un tipo que podía ser su padre. Ni, por supuesto, tanta joya, camisa con cuello blanco, laca a raudales y una mezcolanza de perfumes casi nauseabunda. El público estaba todo sentado, en la pista se dispusieron unas cutre sillas plegables de madera (toma glamour) e hicieron un amago de platea. Era de ver. Qué emoción desplegaba el público. Qué efusividad. Lo cierto es que la tarea fue fácil, tan sólo alguna pareja despistada intentaba pasar, buscando los lavabos.

Julio??? Coolio!!

Y pude ver el concierto, lo cual no estuvo nada mal. Una gran banda de músicos más que competentes, un trío de coristas buenorras y Julio Iglesias, enfundado en smoking, derrochando glamour ante un respetable que, eso sí, tenía ganado de antemano. A destacar las interpretaciones que hizo de “Crazy” y de “Me va”. Ese concierto me hizo interesarme por Julio en serio, aunque ya tenía sus canciones en el substrato, pese a no ser consciente, gracias a cientos de escuchas que mi madre me proporcionaba, desde el radiocassette que tenía. Y no hay que olvidar que Iglesias ha colaborado con Sinatra (quien le respetaba), con Diana Ross (affaire sexual incluido) o con Willie Nelson (¿?).

Lo cachondo vino al acabar el concierto. Las señoronas y las jovencitas tratando de pasar, en busca de un fetiche de Coolio, ni que fuese una toalla sudada. Pidiéndome que les trajera algo del escenario (lo dicho, una toalla, un papel con el set list, o una muestra de sudor del divo). Incluso recuerdo con claridad momentos de tensión ante gente indignada que quería entrar al backstage, y se decía invitada por la organización, o por el mismo Julio Iglesias. Recuerdo especialmente a una pareja madurita y al indignado señor, quien decía que el mismísimo Dr. Iglesias Puga le había invitado a pasar, y me instaba a que le fuera a buscar. Pipiolo que es uno, se limitó a contener a las hordas. Si me pasara hoy, o lo dudaría ni un segundo en tratar de colarme yo mismo en el backstage. Supongo que la coca, el alcohol y las mujeres rondaría por ahí como si de los mismísimos Guns n’ Roses se tratara. Poco después recibiría un sobrecito en el buzón de mi casa, con el dinero correspondiente (viva la legalidad laboral). Aquella noche me dijeron que en breve, actuarían Los Suaves. Pero me temo que los fans de los gallegos no fuesen tan pintorescos aunque descafeinados fans de Julio Iglesias. De modo que esa fue mi primera y última experiencia en la organización de un concierto. Mi primera y última experiencia en el show-bussiness.

Canciones:

New York Dolls: “Can’t get away from Tommy”
Red Hot Chili Peppers: “Aeroplane”
Chris Isaak: “Solitary Man”

jueves, 24 de mayo de 2007

Rat Pack. Viviendo a su manera.

Así se titula el libro de Javier Márquez que me regalaron no hace mucho. Lo reconozco, tenía todos los reparos del mundo. Ya sabéis, cuando se publican biografías de gente famosa, especialmente si se habla de artistas, en general éstas basculan entre el chupapolleo y el ensañamiento más ruín. Afortunadamente, este no ha sido el caso. Está explicado con clase, incluyendo multitud de datos y detalles, pero sin llegar al agobio por el exceso de información, y se nota el alma del fan detrás del teclado. Y diablos, que la historia del Rat Pack es muy buena, y merece ser contada.

Todo el mundo conoce al Rat Pack. Se denomina así a el grupo de amigos que conformaban, principalmente, Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr. (a los que ocasionalmente se les unieron Peter Lawford y Joey Bishop), y que entre finales de los 50's y principios de los 60's tuvieron su momento álgido, aunque toda la vida duró esa relación. Lo más interesante del tema no fueron sólamente la cantidad de buena música que el trío grabó (siempre por separado, sus shows en conjunto se caracterizaban por su calidad interpretativa), ni mucho menos sus películas, que no pasan de merecer el calificativo de entrañable. La verdadera magia está en ver como unos tipos que estaban en lo más alto fueron capaces de crear su propio mundo, a su medida, y en busca de una diversión constante sin detenerse en convenciones sociales. Ahí radica la verdadera magia, en una etapa en la que el puritanismo amenazaba la sociedad, esos tipos se dedicaban a beber, a follar, a tratar con la mafia, a hacer películas y shows tan sólo por diversión, a gastar cantidades indecentes de dinero, y todo ello sin dejar de grabar cientos de grandes canciones y sin dejar de desprender cantidades ingentes de clase.

A quién no le gustaría unirse a ellos una noche??

Su estilo de vida se adelantó a lo que consiguieron las estrellas del rock una década más tarde. Quién le iba a decir a Frank Sinatra, que odiaba el pop y el rock con toda su alma, que iba a ser un precursor de un estilo de vida que los rockeros adoptarían como axioma, y que varias generaciones más tarde los ídolos rockeros que él mismo hubiera despreciado en su época, le tenían en un pedestal.

Pero fueron pocos años, no era fácil llevar ese estilo de vida en una sociedad de cambios convulsos y en unos hombres que comenzaron su juerga contínua a los cuarentaytantos, pero sobre los que también pasaba el tiempo. Es igual. Pocos, pero mágicos. Quien no hubiera querido estar en ese círculo, poder ponerse un buen traje y tomar docenas de copas con esos tipos a quienes poco les importaban los problemas del mundo, de ese mundo que desde luego, no era el suyo.

El libro de Marquez aborda desde la visión externa hasta la anécdota, con rigurosidad y con sentido del humor. Tan sólo hay que destacar un pero. La visión que se da de Dean Martin es especialmente positiva, y el autor dibuja la personalidad de Martin como la más idealizada, por encima de un Sinatra poliédrico que combina carisma y amabilidad con egoísmo y megalomanía, y muy por encima de un Sammy Davis Jr. a quien pinta como un pelele con ciertos grados de patetismo. Probablemente Dean Martin también tuviera un lado oscuro que apenas sale a relucir en estas páginas.

Argumento, éste, que se convierte en una nimiedad ante este libro, totalmente recomendable para aquél que tenga curiosidad por este grupo de calaveras que fueron mitos de la música y del show-bussiness por derecho propio.

Canciones:

Dean Martin: "Volare"
Sammy Davis Jr.: "EEEO 11"
Frank Sinatra: "Cycles"

martes, 24 de abril de 2007

St. Jordi

Ok, ok... debería haber escrito esta entrada ayer por la noche. En fin, qué le voy a hacer. Me encanta esta fiesta, supongo que de las "fiestas populares" es la que más me gusta. No me importan esos aluviones de libros que sólo se pueden llamar tales porque tienen tapas y páginas, tampoco el acoso y derribo por parte de los floristas espontáneos que inundan las calles a todo varón sin una rosa en su mano. No, todo eso me da igual. Me gusta dar una vuelta por el centro de Barcelona ese día y acabar con un libro en la mano.

No entiendo a aquellos que soportan estoicamente colas indecentes para una firmilla en el libro de turno. Los escritores no me parece que tengan esa aureola de estrella como para requerir un fetiche suyo en forma de triste dedicatoria. Y más si se trata de Andreu Buenafuente, Pablo Motos o la gente de Polònia. Pero claro, viniendo de un tipo que al acabar el concierto de Fun Lovin' Criminals bajó al parking de Bikini a que Huey Morgan (un tipo majete) le firmara el disco, la cosa no tiene mucha credibilidad.

Una de las fotos más clásicas del Rat Pack: Dino acaba de contar el chiste de mistetas

El otro día veía a Terenci Moix por la tele, unas imágenes antiguas -claro- en donde hablaba de lo mucho que le gustaba el día de St.Jordi y pasarse un buen rato firmando ejemplares a sus lectores. Que le gustaba "sentirse querido". Así de simple, puro narcisismo literario. La verdad es que me interesa más el Moix personaje que escritor, al que, en el fondo, desconozco, no he leído casi nada suyo. Pero un día cayó en mis manos, por pura casualidad, el primer volumen de su autobiografía, y me gustó (El Peso de la Paja... ok, no me diréis que soy el único malpensado... y aunque ese es el nombre de la calle donde el escritor nació, nombre cachondo donde los haya para una calle, estoy seguro de que al autor le encantaba el doble sentido del título). Tengo por ahí pendiente la segunda parte.

Para mí, cayó un libro sobre el Rat Pack que ha escrito un tipo que tiene sólo 29 años. Con independencia de la calidad del libro, que desconozco, y del cual ya daré cuenta, sólo decir (y ya lo he comentado alguna vez) que me revienta ver que un tipo sólo un poco mayor que yo puede ver publicado, y con cierto éxito, un libro sobre el Rat Pack (lo que viene a ser escribosobreloquemesaledeloshuevosymelopublican)... envidia, ciertamente.

Canciones:

Harry Connick Jr. : "Come by me"
Pearl Jam: "Rats"
Grand Funk Railroad: "Shinin' on"

sábado, 24 de febrero de 2007

Yesterday, Frank Sinatra y The Beatles

Ayer escuchaba en la radio que "Yesterday", de los Beatles, es la canción más versionada de la historia, con unas 3000 covers. Como dato, me parece algo vago y poco fiable. Pero lo que está claro es que "Yesterday", además de ser un hito en la carrera de los de Liverpool, es una pieza clave en la historia del pop. Como curiosidad, decir que cuando la compuso, Paul McCartney afinó (o desafinó) su guitarra una octava más baja de lo habitual, porque si no, no había quien llegara al registro adecuado en el estribillo. En fin, el caso es que entre otras versiones, sonaron las de Bob Dylan, James Taylor, Marvin Gaye y una exquisitez de versión grabada por Frank Sinatra.

La de Sinatra ya la conocía, y nunca me ha dejado de sorprender que la grabara. Frank Sinatra, a principios de los 60's, y con la invasión de grupos británicos (especialmente Beatles y Stones) sintió amenazada su carrera. A sus 50 años ya no era reconocido por toda una generación que despreciaba su música y su manera de ver la vida. Suyas son perlas como "el rock n' roll es musica hecha por y para retrasados mentales". Y The Beatles no habían quedado protegidos de sus furibundos ataques. Es por ello que no deja de ser paradójico que un tipo tan orgulloso como Sinatra acabara rindiéndose a la evidencia y grabara una versión de "Yesterday" que, si bien no supera a la original ni de largo, si tiene un encanto especial.

Vetusta copia del "My way of life" que me agencié

Su visión acerca de la música de los Fab Four fue variando con los años. Y a finales de los 60's las opiniones ya estaban cambiando. De hecho, durante las sesiones de grabación de su disco "My Way Of Life", de 1968, podemos leer y ver en la carpeta del álbum como George Harrison y la que entonces era su esposa (hasta que se cruzó en su camino su amigo Eric Clapton, qué fuerrrte, qué fuerrrte, qué fuerrte) estuvieron presentes.


Frank Sinatra, Patty y George Harrison

Con el tiempo, Frank Sinatra adoptó una postura más respetuosa, especialmente con Harrison. Y decidió grabar una, esta vez sí, excelente, versión de un tema Beatle, "Something". De esta canción, compuesta por el propio Harrison, Sinatra llegó a decir que era "una de las canciones más bellas de la historia". Y eso, en boca de Frank Sinatra, no estaba nada mal.

Canciones:

Tom Petty: "Damaged by love"
The Beatles: "Yesterday"
Audioslave: "Until we fall"