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martes, 10 de abril de 2012

Voodoo Lounge (1994)


En el tiempo que llevo escribiendo este blog, y hace ya varios años, he notado una cierta evolución en los temas a tratar. Siento, en general, un poco de reparo a la hora de hablar de ciertos libros, discos o películas, especialmente si se trata de clásicos. A día de hoy, todo el mundo sabe lo maravillosos que son los discos de Led Zeppelin, y verdaderamente, dudo que el mundo necesite otra entrada de blog comentando los detalles que esconden los surcos de “Houses Of The Holy”, por ejemplo. Así mismo, y también, cosas de la información de fácil acceso, cualquier novedad editorial, cinematográfica o discográfica copa referencias y reseñas a los pocos segundos de ser publicada. A menudo incluso antes de su publicación. Y ciertamente, no me apetece ponerme con ello, si bien es verdad que hace tiempo que no consumo muchas novedades musicales o literarias.

Me siento de ese modo cuando leo la edición española de la revista Rolling Stone. En líneas generales, no está mal, si bien me interesan más los artículos “extra-musicales” que los propiamente musicales. Me gusta más cuando leo en sus páginas acerca de moderneces que sus teóricos reportajes estrella, en los que desgranan ora el “Appetite For Destruction”, ora la figura de Jim Morrison, siempre aprovechando alguna efeméride, siempre tirando de tópicos y datos por todo el mundo conocidos. O por lo menos por quienes hemos seguido a los gunners o a Mr. Mojo Risin'. Así, cuando hablo en NDK de música o cine o libros, prefiero hacerlo tratando otros temas no tan, digamos, obvios.

De modo que ponerme a escribir acerca de los Rolling Stones... puede parecer una soberana incongruencia con respecto a todo lo que he ido mencionando. De todas formas, y antes de que me manden al carajo por pesado, por inconstante y qué sé yo por cuántas cosas más, les diré que es muy fácil cantar las alabanzas a los Rolling Stones que publicaban joyas como “Let It Bleed” o como “Sticky Fingers”. Y sin embargo, hoy la cosa va de un disco que siempre me ha gustado mucho, al que le tengo un cariño especial: Voodoo Lounge.

Para variar, se trata del disco por excelencia de los Rolling Stones en la década de los 90's. Se habían pasado la década anterior yendo a salto de mata, más muertos que vivos, con muchos agoreros cantando el final de la banda. Pero qué mejor muestra de que los Rolling Stones seguían vivos que firmar un multimillonario contrato con Virgin Records para cinco discos, en 1991. Sin embargo, lo que marcaría la historia stoniana ese 1991 fue la huída de Bill Wyman del grupo. Efectivamente, el bajista al final hizo lo que llevaba años amenazando, largarse. Sus primeros intentos fueron a finales de los 70’s, pero siempre le convencían los otros miembros. Claro que en 1991, Wyman tenía ya 55 años y, sencillamente, no se vio diez años más viviendo como un stone. De hecho anunció su intención tras la gira de ese mismo año (Urban Jungle Tour 1991), pero fue a la firma del contrato cuando todo el mundo se dio cuenta de que la cosa iba en serio, porque Bill nunca llegó a firmarlo. Mick Jagger y Keith Richards se sintieron traicionados y se sucedieron cruces de declaraciones desagradables. A decir verdad, no creo que la banda, por lo menos musicalmente hablado, se resintiera. Digámoslo claro, Bill Wyman es un sosainas y tiene menos carisma que un pie de micro. Buen bajista, desde luego. Buen amigo, especialmente de Charlie Watts y Ron Wood, también. Pero Bill Wyman era el único miembro sustituible de la banda. El que salió ganando con la nueva situación contractual fue Ron Wood, a quien por fin se le reconoció como miembro activo de la banda. En los contratos, Mick y Keith van a partes iguales, Charlie se llevaba menos y Ron Wood algo menos que Charlie, pero era legalmente considerado (y por vez primera tras 15 años de militancia) un Rolling Stone de pleno derecho.
Aunque a algunos les horrorizó, a mí siempre me ha gustado esta portada
De modo que había que grabar nuevo disco, y así lo hicieron. En plena era grunge, The Rolling Stones tenían la osadía de publicar un trabajo. Era 1994 y lo titularon “Voodoo Lounge”. La explicación al título la da el propio Keith Richards en su autobiografía, Life. Una parte de la preparación del trabajo se llevó a cabo en Barbados. Una mañana, tras toda la noche de tremendas tormentas tropicales, Keith se encontró con un gatito perdido en una esquina de la casa donde estaban. El animalillo tenía pinta desvalida y sin embargo había sido capaz de sobrevivir a las inclemencias. Richards lo bautizó como Voodoo y el gatete le seguía allá donde fuera, de manera que designó una estancia para que el bicho pudiera estar. Y la bautizó como Voodoo's lounge. Ése es, pues, el origen del título.

Se puede decir sin rubor que se trata del mejor disco de The Rolling Stones desde aquél ya lejano “Tattoo You”, y a la postre, lo mejor que han grabado en estudio desde 1980 hasta la actualidad. Varias son las razones. En primer lugar, no ficharon a una vieja gloria como bajista, sino que serían una banda sin bajista entre sus miembros, usarían un músico de sesión. Adiós Bill Wyman, hola Daryll Jones. Se trataba de un bajista negro y de bases funky que se acopló a la sección rítmica sin pestañear. En segundo lugar, acertaron de pleno con la producción, un sorprendente Don Was (de los Was not Was) le dotaba a la música de los Rolling Stones de la pátina de modernidad justa pero necesaria. En tercer lugar, adoptaron el rol de viejos zorros, de monarquía del rock, reutilizando sus viejos tópicos, incluso incluyendo referencias al ocultismo en la carpeta del disco. Cuarto, usaron los medios que el nuevo sistema musical les ofrecía, y su videoclip de “Love Is Strong” se vio en todo el mundo bombardeado por la MTV. Y en quinto lugar, y lo más importante: grabaron una colección de canciones potente, rockera, con el eclecticismo justo y crearon un disco que no me cansaré de recomendar. Yo descubrí a los Rolling Stones con ese disco, no sé ni cuantas veces llegué a escuchar esa vieja cinta de casette original. Tendría unos catorce años, y descubría el mundo del rock n' roll clásico, más allá de los Nirvana, Guns N' Roses, Aerosmith o R.E.M. Aquella tarde había reunido dinero suficiente para comprar una cinta de casette, el CD aún no había llegado a mi casa (aunque tardaría poco). Las opciones eran dos, “Voodoo Lounge” o la BSO de “Backbeat”. Y sin desmerecer este segundo título, que bien vale la pena, felizmente me hice con la primera opción.

Yendo por partes, descubrí este disco con su single inicial, “Love Is Strong”, con su videoclip, en particular. Este mencionado primer single ya nos lleva a un rock puramente stoniano, con Mick volviendo a usar la harmónica. Pero es que el segundo corte, “You got me rocking” se convierte de golpe en un clásico que no desentonaría en, por ejemplo, “It’s Only Rock’ n’ Roll”. No en vano se trata una de las pocas canciones posteriores a 1980 que han tocado en cada concierto, en sus giras de 1994, 1998, 2002 y 2007. Keith Richards se hace con las riendas en dos temas, en ambos especialmente inspirado, y que hacen subir enteros a este “Voodoo Lounge”, se trata de la folkie “The Worst” y un blues que David Chase y Little Steven rescataron para la banda sonora de Los Soprano, “Thru and thru” . Y hay más. Baladas más clasicotas, tex-mex con la colaboración del acordeón más grande de la frontera, el de Flaco Jiménez, funk en la cachonda “Suck on the jugular” o rock más cincuentoso en “Mean disposition”. Sorprendentemente, y en un truco de ilusionista, esos viejos millonarios ejercen de Stones frescos y originales, y aunque sabemos que ya no son ni frescos ni originales, el truco les sale efectivamente bien. En definitiva, uno de los discos que guardo en mi substrato personal. Lo siento, no puedo ser objetivo con él.

Canciones:

The Afghan Whigs: “I Keep Coming Back”
Curtis Mayfield: “Pusherman”
Mark Lanegan: “The Gravedigger's Song”