Cuando uno viaja a Nueva York siempre piensa que se encontrará con famosos. Que un buen día se tropezará con Tom Wolfe, que desayunará en el mismo Starbucks que David Letterman o que verá pasear al perro a HueyMorgan. Yo en su lugar me topé con lo más granado del star system de la tele catalana, ni más ni menos que Joel Joan, quien viajaba detrás mío. Decepción. Pero bueno, el vuelo fue plácido y los trámites aeroportuarios, no por poco problemáticos, fueron menos pesados. El caso es que hacia las dos, hora local, llegaba al que iba a ser mi cuartel general en esta aventura neoyorkina, el Hotel Deauville. Entra dentro de la catalogación de "hoteles con encanto", un eufemismo como otro cualquiera para calificar un hotel muy viejo, y fijáos que digo viejo, no antiguo, y cuyo único encanto era su precio y su situación, eso sí, de lujo: 29th con Park Avenue. De eso se trataba, no obstante. En la mayoría de viajes los hoteles no son más que un agujero donde caes rendido para dormir, de modo que con que estén limpios y medio decentes, yo me doy por satisfecho. Y el Deauville cumplía espectativas.
Un rápido chequeo a un periódico gratuito me permite informarme que sólo hay dos conciertos interesantes estos días. Uno, ya lo sabía, Van Halen mañana en el Madison Square Garden. Dudo que haya entradas, éstas son, además, algo caras, y Van Halen no son de mi máximo interés. Por supuesto que me gustaría ver su concierto en el Madison, pero el dinero hay que administrarlo, la ciudad ofrece demasiadas tentaciones como para acogerse a la primera. Descartados los hermanos Van Halen, leo que el sábado tocan en el Fillmore East los Detroit Cobras, como teloneros de X. Hombre, eso es otra cosa. El hecho de ser teloneros me da palo, ya que los X no son una banda que me mate de placer. Pero pinta bien. Hechos los trámites, puedo aprovechar la genial situación del hotel y echar un paseo por los distritos del Midtown y acercarme a Times Square.
La primera sensación al llegar a la ciudad supongo que es común, y se trata de la sorpresa y la emoción al ver materializados en realidad todo aquello que hasta el momento pertenecía a las películas de Scorsese, de Woody Allen, a cientos de miles de imágenes que la tele ha grabado a fuego. Cosas tan estúpidas como los semáforos, el vapor de agua brotando de las alcantarillas, los edificios con escaleras de emergencia, los taxis amarillos o esas aceras repletas de gente para arriba y para abajo. Me sorprenden dos cosas, la multitud de taxis que hay constantemente circulando, algo exagerado, y la multitud de puestecillos de comida que pueblan las aceras. Cada 300 metros hay un puesto de perritos calientes, de falafel, de fruta cortada, de almendras garrapiñadas... el humo de una plancha calentando pinchitos morunos, el olor a comida oriental ultra especiada, y todo eso sumado a la multitud de locales McDonald's, Kentucky Fried Chicken, pizzerías varias y demás hace que no me extraña ver tal cantidad de gordos.
En un paseíllo subo Broadway y llego a Times Square, y sí, probablemente sea el máximo significado de la sociedad consumista y blablabla... pero me quedo boquiabierto con esa explosión de gentío, de luces y esa sensación de ser una suerte de zoco postmoderno. Me intereso por la oferta de musicales, hay dos que me llaman la atención, Young Frankenstein, efectivamente, la obra de Mel Brooks y Jersey Boys, una obra basada en la historia de Frankie Valli And The Four Seasons, que tiene buena pinta. No en vano, Valli y sus chicos son los autores o los que popularizaron canciones míticas como "Can't get my eyes off of you" o "Stay (just a little bit longer)". Tomo nota de horarios y precios (algo abusivos), tal vez vaya a alguno, aunque el teatro musical no es una de mis prioridades.
Caminando un poquito más es sencillo llegar a la zona del Rockefeller Center, que me impresiona menos de lo que pensaba, y localizo el Radio City Music Hall, para cumplir con una rutina fetichista de lugares que se irá sucediendo a lo largo del viaje. En seguida es fácil de ver como la zona de Times Square y aledaños es una especie de parque temático turístico, atractivo, pero algo forzado. Y compro mi primer capricho neoyorkino, una gorra clásica de los Yankees, la clásica con la N y la Y en blanco sobre la gorra azul. Desde siempre me ha gustado esa gorra, y bueno, este era un buen momento para comprarla, ¿no?. De bajada al hotel, de repente paso por una calle llena de rótulos orientales, restaurantes coreanos, casas de masajes y de chinos/japoneses/coreanos/lo que sea... de repente, resulta que he entrado en la 32nd entre la 5ª avenida y Broadway, vamos, que he entrado en Little Korea. Me voy con la sensación de que hay que estar atento, porque de repente se encuentras cientos de pequeñas cosas que llaman la atención.
Canciones:
Mark Knopfler: "The Long Road"
Kiss: "Goin' Blind"
Pixies: "Debaser"
9 comentarios:
Es curioso hace un par de semanas regreso un compañero de trabajo y me dijo que lo que más le había llamado la atención era la cantidad de gente obesa que había por las calles. Bueno después de esta primera toma de impresiones si vas a ese concierto doble ya contarás que tal lo hace la "vieja" Exene, aunque no te agrade mucho la banda. Un saludo.
Qué bueno tenerle de vuelta en el mundo real, Kar.
Una amiga que visitó NY hará un par de años volvió encantada y sorprendida a partes iguales por la amabilidad de la gente. Incluso los negros con más pinta de pandilleros/gansta/chungos demostraban unos modales exquisitos.
Puede confirmar este punto? o aquello sólo funcionaba con ella porque estaba/está buena?
Un saludo!!
bueno, el ratio de gordacos por habitante no era tan exagerado como en LA, pero por ahí andaba... y no me extraña, era difícil pasear por una avenida, oler los efluvios de esos puestecillos y no ponerse a salivar como el puto perro de pavlov.
Barón, confirmo lo de los modales... las palabras "sorry", "thank you" y "excuse me" eran repetidas constantemente y en los establecimientos (tiendas, hotel, bares, restaurantes...) los empleados son tremendamente amables y serviciales, se ve claramente que no es algo implícito a la persona, sino que va con el puesto, amén que generalmente tienen comisiones o propinas por ello, pero más sincero o más falso, me da igual, no me voy a hacer amigo de la chica del mardonals, sólo quiero mi hamburguesa!! pero vamos, en general, sí, más amables y educados que nuestros paisanos.
cuantísima envidia!!!!
Bueno, yo me estoy muriendo de la envidia hijo, pero qué le vamos a hacer ;)
Besicos
Karrrrrrrrr!!!
Ya me pensaba que te habias perdido en Nueva York!!! jejeje
Que envidia...
Aunque con tu crónica parece que estamos allí... casi puedo oler la comida de esos puestecillos jejeje.
Besitos ;)
Buscando cosillas para mi crítica de la nueva entrega de Indiana Jones me topé con tu blog y me he llevado una grata sorpresa. Enhorabuena.
Si quieres podemos enlazarnos mutuamente.
Un saludo.
gracias a todos, en breve la segunda entrega de la crónica... jué, qué duro es volver a la realidad!!
Mmmmmmmmhhhhhh, perritos calientes... pfffff... estando a dieta ha sido criminal leer tu post...
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