Me lo comentaba una amiga hace unos meses, y la verdad es que me dejó frío. “Han cerrado el Bóveda”, me dijo. No hace mucho pasé por ahí. No sólo la han cerrado, sino que en el lugar donde se erigía, ahora hay solamente un solar, pasto de la especulación inmisericorde que reina en la Barcelona del siglo XXI. Y es que si hace un año dedicaba una entrada a la mítica discoteca Sr. Lobo, es de justicia que haga lo propio con otra discoteca como era Bóveda.
Ok, reconozco que Bóveda carece de la mitología urbana de Sr. Lobo, lo suyo fue siempre más humilde en este sentido. Pero también más perenne. Y su cierre ha sido, lo reconozco, una sorpresa. Como también reconozco que hacía como un lustro que no traspasaba sus puertas. Bien, probablemente carezca de anécdotas (ciertas o falsas) tan jugosas como las del Sr. Lobo, pero en tanto que fui bastante a ese sitio, sobretodo cuando empezaba a salir, no deja de tener unas significaciones subjetivas que evocan en mi memoria personas y situaciones, y dibujan media sonrisa en mi cara.
Epicentro del grunge de bolsillo de BarcelonaLa primera vez que fui a Bóveda fue cuando yo tendría unos 16 años. No me extenderé en explicar el contexto de la situación (musical, social, moda, …), cosa que ya hice en la entrada correspondiente a
Sr. Lobo . Recordar simplemente que Bóveda era una de las discotecas del
Poblenou barcelonés que acogieron a cientos de chavales con tendencias grunchis. Sí que es cierto que fue la primera discoteca a la que fui que no era un templo makinero. Mis primeras incursiones en discotecas y otros antros de fiesta estaban motivados, obviamente, por la búsqueda urgente de contacto con el sexo opuesto, de modo que fui dos o tres veces a un local de la calle Beethoven. Música discotequera y makinera que no me motivaba mucho. Y descubrir que podía haber discotecas en las que se pinchara música que me gustaba, bueno, ahora puede parecer estúpido, pero resultó ser un agradable descubrimiento para mí. Aquella tarde pincharon
Offspring,
Nirvana,
Counting Crows,
Cypress Hill y un
Jitazo Fugaz del momento,
Coolio . Bueno, aquello estaba muy bien!
En realidad, Bóveda era un sitio bastante chapucero. Se trataba de una nave industrial reconvertida. Una barra larga, una pista no muy grande con una cabina de DJ a modo de palco o balconcete, y una escalerilla de barrotes desde la que se podía acceder a la cabina y pedir el éxito del momento. Esa pista tenía un techo más alto y pintado como si de una bóveda celeste se tratara (lo adivinan? Por eso el nombre!!), y luego unos demonios pintados en las paredes, como demostrando la dicotomía entre el cielo, a nuestras cabezas, y el infierno, donde estábamos. Completaba el cuadro un segundo nivel que se había construido aprovechando la gran altura del local, desde donde se podía ver la parte de abajo y que probablemente cuando esa nave tenía actividad industrial, acogía las oficinas. En fin, no era un sitio con mucho estilo, que digamos. Ni falta que le hacía. Era la época del
grunge, diablos!!
A partir de aquella tarde, el grupete del instituto nos aficionamos a pasar las tardes del viernes allí. Sábados de tanto en tanto. Salíamos por la tarde, íbamos al centro comercial Glòries a comprar bebida (whiskey, coca-cola, vasos de plástico y hielo) y bajábamos por el Poble Nou industrial. En un portal de una empresa cerrada dábamos buena cuenta de la bebida, y luego, al Bóveda. Eso era vida. Quizás por ello no entiendo los botellones masivos. Yo, como todo el mundo, he hecho botellón, pero lo intentábamos hacer en un lugar más o menos poco transitado, para disfrutar tranquilos de la camaradería adolescente y del
espíritu del vino.
El ir a Bóveda también tenía un punto a favor: no era necesario
“arreglarse”. Dicho en el sentido más clásico, por supuesto que me arreglaba, buscaba un look lo más cuidadosamente desaliñado y me pasaba tiempo en el espejo consiguiendo el despeinado deseado. Pero vamos, que no era necesario llevar zapatos ni la camisa por dentro del pantalón. Por lo demás, pinchaban música alternativa, sí, pero también otras cosas, tipo rock español, pachanga y alguna cosita, muy poca, de dance. Ni que decir tiene que uno de los momentos cúspide de la sesión era cuando pinchaban
“Smells like teen spirit”. Recuerdo con cariño una tarde monográfica que dedicaron a
Héroes del Silencio, era 1996 y estaban en el punto más alto de su carrera. Y para cerrar, lo recordaré siempre, pinchaban
“More Than Words” de Extreme. En ese momento, y aprovechando la guitarra adictivamente babosa de Nuno Bettencourt, el que había convencido a una chica, aprovechaba para culminar su “obra” rubricándola con besos y magreos al ritmo de la balada. Los demás, claro, aprovechábamos para ir saliendo sin hacer cola en el guardarropa.
Estilismo warholiano o directamente cutrez?La competencia del Sr. Lobo fue muy dura. De repente, surgió un local de características similares pero que no cobraba entrada. Claro, para un segmento de público tan sensible a estos asuntos como la chavalería, podía tratarse de una medida determinante. De manera que Bóveda se acabó posicionando como un local con un poquito más de clase: menos violencia, menos moscones para las chicas, … un Sr. Lobo
“soft”. Yo sin embargo, dejé de ir a Bóveda durante una temporada, mi
etapa Lobo. Y cuando volví, lo hice por las noches. Ya tenía la edad, claro, y el Sr. Lobo estaba en plena decadencia. Bóveda se había reconvertido, ya no era un local grunchi, el grunge como moda estaba ya de capa caída y se situó como un lugar opuesto a la típica discoteca house/techno. Allí se pinchaba mucho pop/rock español (Dover, Ska-P, Siniestro Total, Seguridad Social o Danza Invisible), algo de dance más comercial, pachanga y algunos vestigios de lo que fue (Offspring, Blur, Nirvana…). No es que me matara de placer, pero mi grupete grunge del instituto se había disuelto y con mis amigos actuales podíamos ir, considerándolo como un lugar “neutro”, es decir, ni muy dance ni muy rockero. Y con muchas chicas, todo hay que decirlo. Incluso pasé alguna noche de fin de año. Las cosas parecían irles bien, había noches de verdadero agobio por la multitud de gente. Desde luego, el tema de control de aforo no lo llevaban nada bien. Y se especializaban también en fiestas universitarias.
Por ninguna razón en especial, dejamos de ir. Una vez, la última vez que fui, hará unos 5 años, decidimos ir como anécdota. Una suerte de
“noche remember”, bromeábamos. Aguantamos una hora. El local era una sombra de lo que fue. Medio vacío, música bastante flojita y con una pátina de cutrez permanente. Aquella noche nos fuimos a otro sitio. Parecía que se le había acabado el momento a Bóveda. Y ya no volví más. Resulta curioso cómo ahora me sabe mal que ya no exista.
Canciones:
Brian Wilson: "Your Imagination"
The Gutter Twins: "All Misery / Flowers"
The Black Halos: "Somethings never fall"