Hoy vamos a hacer algo
diferente, ¿sí? Soy una persona con más tendencia a ser metódico que impulsivo.
Y no, no os penséis que esas perlas de literatura gratuitas que os regalo de
tanto en tanto desde este blog surgen de la nada, espontáneamente, sin
premeditación y en tres minutos. No es así. Y eso que en una cosa tengo que
darle la razón a mi admirado Kiko Amat: en un blog se escribe peor. Siempre.
Así que imagináos cuando me pongo a escribir “de verdad”.
Pues a lo que iba, la idea
es ponerme a escribir de lo que sea. Lo que surja. Ya que me he decidido darle
continuidad al blog, una de las cosas más longevas que tengo últimamente, y
tras la decepción de los 0 comentarios de la entrada anterior, no podía abandonarlo
por más tiempo. Que sí, que yo escribo para mí mismo… y por eso lo cuelgo en
una página pública de Internet… y lo publicito en Twitter (@carloskarmolina) …
juas… puedo ser vanidoso pero no hipócrita, queridos míos.
Y ahora os escribo estas
líneas desde un hotel en Dublín. O más bien debería decir en las afueras de
Dublín. O en la campiña de Dublín. O en un paraje donde hay lago, patos y
hierba. En el suelo. Ya he hablado en muchas ocasiones sobre mis viajes. Aunque
todavía está por llegar LA entrada dedicada a mis viajes. O la serie de
entradas. Llegará, la tengo en mente. Y os remito al primer párrafo. Pero de
momento, un pequeño adelanto. Suelo viajar por trabajo con bastante frecuencia,
a veces a destinos algo exóticos o poco comunes. Tiene cosas buenas y tiene
cosas malas, está claro que nadie me obliga, y que podría tener otro trabajo. No
perdamos de vista, no obstante, el calificativo. Viajes de trabajo. Pues eso, un trabajo. Eso va por los idiotas que dicen
aquello de “ah, qué guay, siempre estás viajando”.
Hoy he tomado un vuelo de
Air Lingus, compañía que cada vez que nombro me hago mentalmente la gracieta
con la similitud fonética a cierta práctica sexual, y me río solito. Yo soy así
de tonto. Esta compañía opera desde la T2 del Aeropuerto Barcelona El Prat y se
puede considerar como un monumento a la desolación. Hoy en día es un lugar
semiabandonado, que seguro que el viernes por la noche, cuando vuelva, dará
miedo. Y he tenido el placer de compartir avión con lo que parecía un viaje de
estudios de un grupo de escolares. Como a uno no le pilló (por poco, pero no lo hizo) la LOGSE, serían lo que
consideraría un curso de 2º o 3º de BUP. Una horda de adolescentes, entre
odiosos y adorables a partes iguales. Porque sí, me han dado del viaje,
gritando, riéndose cada cuarenta segundos, sin parar de moverse. Y sin embargo,
no puedo despreciar a unas personas cuya única finalidad vital es, ahora mismo,
pasárselo bien (y tocar carne, si procede) a toda costa, del modo más
inconsciente, egoísta, cruel y exhibicionista que sea posible. Me sentía como
si me hubiera colado en el autocar que me llevaba de excursión hace dieciséis
años.
Y aquí estoy, en la
habitación de este hotel en Dublín. Por si alguien no lo sabe, la rutina suele
ser trabajo “de campo” en horario “convencional”, y trabajo “de despacho”
luego, en el hotel. Por eso, el lector avispado, y me consta que una silenciosa
mayoría de los que por aquí se pasan, lo son, entenderá cuando afirmo que ésta
es mi cuarta visita a la ciudad y casi no he visto nada. Un par de pubs en el
centro, dos o tres restaurantes, y ya. Lo malo de los viajes por Europa es que
suelen ser bastante fugaces, sin tiempo para flaquezas morales como el turismo.
Pretendo, no obstante, resarcirme esta semana, ya que, para variar, cuento con
más días. Pero eso ya os lo explicaré en otra ocasión.
Canciones:
Kiss: “Crazy Nights”
Kings Of Leon: “Notion”
The Hellacopters: “Hey!”