domingo, 31 de octubre de 2010

Kar y el Twitter

Era una situación que tarde o temprano sabía que me iba a pasar. Y es que soy un tipo impresionable y mitómano, qué le voy a hacer. Y si David Bowie dice que el Twitter es lo más, quién soy yo para no rendirme al Duque Blanco? Al final, estaba claro, he acabado por abrime una cuenta de Twitter, o como quiera que se llame el proceso de tener un Twitter de esos. @carloskarmolina , por si alguien quiere ser mi amiguito virtual. Seré como un Tamagotchi, y mientras no me des de comer más tarde de las doce, todo irá bien. Eso de "seguidor" me parece demasiado. Qué daño hacen algunas traducciones, con las palabras tan bonitas que nos enseña Internet, que ya lo decía Enjuto Mojamuto: twitter-follower-twitter-follower-twitter-follower

De momento llevo unos días, y la decepción número uno es que no me siento más "cool". Así que no sé cuánto me durará el asunto. Por ahora, todavía me hace gracia la combinación smartphone+red social. De repente, me aburro, cojo el móvil y escribo "me aburro". Para que todo el ciberespacio sepa que me aburro. He llegado a estar mirando internet con el teléfono desde el wáter, supongo que en una evolución (tecno)lógica de la clásica revista dominical del periódico, cuyo final más habitual es un revistero de un labavo. El día que escriba un tweet que diga "Estoy cagando. Qué a gusto me estoy quedando" os doy todo mi permiso para borrarme de vuestro Twitter, de vuestro Internet y de vuestra vida.

Canciones:

Curtis Mayfield: "Move on up"
The Dirtbombs: "Livin' in the city"
Diego Vasallo y El Cabaret Pop: "Polaroids"

sábado, 30 de octubre de 2010

Guns n' Roses y los conciertos

Aunque hayan pasado unos días, no me olvido del concierto de Guns n’ Roses de la semana pasada. Pero sí quisiera matizar una serie de cuestiones que expuse en la entrada anterior. Y es que reconozco que quizás daba la impresión de tener una posición algo beligerante. Será esa fase zen por la que estoy pasando, que me lleva a querer matizar. Por lo que a mí respecta, un concierto es como una fiesta. Para un fan, me refiero. De modo que se trata de pasarlo bien, ya sea cantando, bailando, saltando o bebiendo. Con ello quiero decir que tengamos claro que no me importa si los tipos de enfrente saltan enloquecidos por el furor de un tema y en esas, recibo algún que otro empujón. Igual soy yo el que otro día saltaré. Y lo entiendo como parte de la, digamos, liturgia.

Lo de la gente que se da paseos por la pista en busca de bebida, tratando de colarse por el mínimo espacio entre mi persona y quien tengo delante, eso ya me cabrea más, la verdad. Como también me cabrea la gente que en una discoteca pretende pasar y para ello te pone el brazo encima, como para apartarte... ¿de verdad es necesario que me toquen o me froten su lomo sudoroso? Lo mismo va por aquellos que van a un concierto y pasan absolutamente de la banda para dedicarse a estar de charleta. Eso es más irritante en una sala pequeña. Y uno se pregunta si de verdad han pagado una entrada para hacer lo que podrían hacer en un bar, más cómodamente y a un precio más barato. Pueden ser invitados, claro, esa clase de subraza humana que, no se sabe cómo, reciben un pase gratuíto. Son situaciones extrañas. El sábado, en Badalona, delante mío pasaron por taquilla dos chavalitas que recogían invitaciones. Eran dos niñas de ventitantos, supermonísimas de la muerte, arregladitas como para darlo todo en el Luz de Gas, pero, y permitidme le más ruín de los prejuicios, no parecían tener "Rocket Queen" como canción favorita de la historia. Quién o qué les hizo llegar esos pases gratis, es algo que desconozco. Claro que también me hubiera encantado ver el público que se reunió en el Club Soma de Barcelona, donde, por lo que parece ser, los Guns n' Roses hicieron un show privado después del concierto abierto para los mortales. Curiosidad, ya sabéis.

Chis Cornell antes de cantar para James Bond

Volviendo al tema de los conciertos, he ido a muchos en mi vida. Algunos por pura devoción de fan, otros, simplemente, a probar a ver qué tal. Pero por lo general me los suelo tomar como una experiencia especial, no siempre se puede disfrutar de tener a Keith Richards a unos metros de tus ojos. Por eso, aunque tomarse un par de copichuelas para caldear el ambiente está bien, especialmente en según qué conciertos, nunca me emborracho en ellos. Será que todavía me queda esa actitud de ocasión excepcional la de tener a ciertos músicos sobre las tablas (aunque hoy en día la cosa ha mejorado mucho, hace unos años jamás hubiera apostado que vería a Kiss por 2 ocasiones), será ese precio bordeando el ridículo que tienen las entradas (hoy estaba buscando entradas para Jamie Cullum en Barcelona y la más barata costaba 75€... me gusta Cullum pero no tanto) pero intento estar, si he bebido, con un grado de alcohol que me permita enterarme y disfrutar del concierto. Ojo, no digo que ciertos conciertos, con una tasa alcohólica considerable, no puedan ser muy disfrutables. Pero yo lo prefiero así. Recuerdo a un conocido que fue al único concierto que Soundgarden han hecho en Barcelona, gira de "Down On The Upside", sería 1996 o algo así. El grupo de amigos quedaron antes y se pusieron tibios, el tipo aquél, particularmente, le dió al alpiste cosa fina. Y tanto es así que cuando Cornell, Cameron, Thayil y Sheperd salieron a escena, apenas se tenía en pie, y se pasó medio concierto dormido, y puso la guinda al pastel meándose en los pantalones. Y yo, que no fuí (por alguna estúpida razón) a ese concierto, no dejo de pensar en el desperdicio de tener a una banda histórica en un momento cúspide y no enterarse de nada. Aunque qué sé yo, también puede ser que la combinación de música más ambiente más efectos de las sustancias le hubieran hecho pasar una gran noche. A pesar de que no tenga recuerdos de casi nada.

Canciones:

Jeff Buckley: "Lilac Wine"
Oasis: "Whatever"
Guns n' Roses: "Rocket Queen"

lunes, 25 de octubre de 2010

Guns n' Roses en Badalona 2010

Un hombre y un bigote: Axl Rose

Esto de Internet y su inmediatez me crea una cierta sensación de ansiedad. A día de hoy, cuando todavía no hace ni 24 horas que terminó el concierto de Guns n’ Roses en el Palau de Badalona, seguro que ya rondan por la red varias decenas de reseñas, artículos y crónicas, todas ellas adornadas con fotografías tomadas a metro y medio de la banda, y con datos concretísimos y veraces... no es esa, sin embargo, la intención de estas líneas. No, aquí no descubriréis cuántas rayas esnifó DJ Ashba esa noche ni el número de botellas de Cristal de las que dio cuenta Axl antes de sentirse preparado para salir al escenario. Hablaré del concierto, claro... de mi concierto, y de lo que de ello aconteció.

Y es que aunque ya tuve ocasión de ver a los “nuevos” Guns n’ Roses en 2007 en aquél festival en Bilbao, la emoción por verles en casa era grande. Que son muchos años siguiendo a los Gunners, desde que yo tenía unos 12 años y el grupo reinaba por todo lo alto, y me refiero también en las radios y los programas de televisión musical más generalistas. Que lo más parecido que había podido disfrutar de un concierto con la formación más o menos clásica de los Guns n’ Roses había sido aquel concierto de París que se emitió en su día en Antena 3.

En esta ocasión, ya, por fin, teníamos el dichoso “Chinese Democracy” en nuestras manos y parecía que tras un arranque de su etapa post-publicación del “Chinese...” con demasiados claroscuros, Guns n’ Roses volvía a ser una banda, haciendo lo que se supone que debe hacer una banda: girar. Hagamos, pues, un pequeño resumen de lo que fue su concierto en Badalona.

De entrada, el tema de los horarios daba muestras de que el término “normalidad” no encaja en el planeta Axl. Si en sus anteriores conciertos en el estado, retrasos de dos horas como ocurrió en Madrid, hicieron que se liara, la solución muestra de la picaresca hispánica no fue otra sino publicar oficialmente únicamente la hora de apertura de puertas. A partir de ahí, uno sabía que tocaría Sebastian Bach (presumiblemente una hora) y luego Guns n’ Roses. ¿Cuándo, exactamente? Bueno, como quiera que Sebastian Bach no me interesa especialmente, y haciendo cálculos rápidos, pude presuponer que Axl & co. saldrían a escena sobre las 22’30, de modo que por si acaso, me aseguré de estar en la pista a las 21’30. Y no me equivoqué de mucho, al final las luces se apagaban cuando pasaban 10 minutos de las diez. Axl estaba magnánimo. A pesar de los problemas de aparcamiento, cosas de vivir fuera de la urbe, llegué con puntualidad y con tiempo de dar buena cuenta de una cerveza y un frankfurt en el bar de la esquina, como mandan los cánones.

La primera decepción fue ver a gente comprando entradas en ese momento, señal inequívoca que el Palau no presentaba lleno. Pensemos que yo descubrí y me enganché a Guns n’ Roses cuando llenaban estadios de fútbol de toda Europa y América Latina (ya no digamos USA), en plena gira Illusions. Y claro, darme cuenta de que en 2010 ya no pueden llenar las 13000 personas que puede acoger el Palau Olímpic de Badalona, me dio de bruces con una realidad... esto hace mucho tiempo que no es lo que era. Kiss presentan una gran entrada en el Sant Jordi, Aerosmith menos, pero también un buen número, y Guns n’ Roses, a pesar del morbo, a pesar de los 17 años transcurridos desde su última (y única) cita catalana, a pesar de esa moda que parece haber de acudir a los conciertos de ciertas bandas clásicas de rock (AC/DC o los mismos Kiss), no son capaces de llenar. Cierto es que los 55€ podían tirar atrás a cualquiera, que este no era un concierto de revival ni mucho menos, que “Chinese Democracy” es un disco que ha creado mucha división de opiniones y que la absurda falta de promoción de los Guns n’ Roses desde su vuelta a escena (por desidia de Axl, por supuesto) jugaban en su contra.

Y el público, pues un poco de todo, pero poca gente por debajo de los 25 años, y mucha entre los 25 y los 40, lo cuál da que pensar que el tema renovación de público no lo llevan muy bien. Y nostalgia, mucha nostalgia. Diablos, que dicho así, ahora, en 2010, cuesta de creer, pero que Guns n’ Roses fueron MUY populares por estos lares a principios de los 90’s.

En cuanto al concierto, ejecución, repertorio y demás aspectos visuales, hay que reconocerle un mérito a Axl Rose, y es el tener los cojones más grandes que el caballo de Espartero y colocar en el set list hasta 8 temas de “Chinese Democracy”. Cualquier hijo de vecino tocaría cuatro cancioncitas del disco nuevo y luego a tirar de repertorio clásico. Pero Axl, para bien o para mal, no es cualquier hijo de vecino. Y eso, claro, hizo ensombrecer algunos momentos del concierto, porque a mí que me perdonen, pero “Chinese Democracy” ( la canción) me suena tan mediocre como la primera vez que la escuché, y “Shackler's Revenge” es totalmente prescindible. Si a ello le sumamos que se dejó en el tintero dos de los mejores cortes del disco, “There Was A Time” y “Catcher In The Rye” (que junto a “Streets Of Dreams” conforman el triplete mágico de “Chinese Democracy”), la cosa no deja de resultar extraña. El resto del repertorio, como era de esperar, sencillamente sólo al alcance de los grandes, de esos grandes que todos tenemos en mente.

En cualquiera de los casos, si alguien reinó, ese fue Axl Rose. Puedo comparar fácilmente con el Axl que había visto en Bilbao en 2007 y decir que el Axl Rose de 2010 es un mucho mejor cantante que el de 2007. y sigue siendo una estrella. Mucho más delgado y con un look que rockea mucho más que esas lamentables trenzas y esa camisa abierta a lo Bisbal que solía lucir hacia 2007. Pero lo más importante, pletórico de voz, y eso sí que no me lo esperaba, no olvidemos que tiene ya 48 años. Por si fuera poco, bailó, hacia el final del concierto incluso bromeó e hizo uno de sus extraños speeches que solía hacer antaño, y, oh, sorpresa, por momentos parecía que disfrutaba de estar allí arriba. Es evidente que los Guns n’ Roses de 2010 son una banda subyugada a ese reyezuelo inconstante e impredecible que es el amigo WAR, que tan pronto desaparecía y tenía a los músicos improvisando hasta que volvía a salir, como de repente engrasaba la máquina y la ponía a muchas revoluciones.

Y el resto de músicos, pasado el trauma de no ver allí a Izzy o a Duff, pasadas las idas y venidas de tipos como Paul Tobias Huge o Robin Fink, y tras varios meses en la carretera, parece ser más un grupo que un conjunto de mercenarios, e incluso su majestad Axl interactúa con casi todos ellos. Sigue siendo a todas luces ridículo el tener a 2 teclistas (Dizzy “Fuckin’” Reed y Chris Pittman), así como contar con 3 guitarristas, que se reparten los solos en las canciones como necesitados de robarse, los unos a los otros, los momentos de lucimiento. El circo, claro, vuelve a estar ahí. Para mi gusto, sobra uno de ellos, probablemente Richard Fortus o Ron “Bumblefoot” Thal, por tener menos carisma que el “nuevo” DJ Ashba, una agradable sorpresa. Aunque a decir verdad, Ron Thal se descubrió como un tipo muy talentoso. En cualquiera de los casos, una banda necesita un guitarra rítmico y uno solista. Richards y Wood. Perry y Whitford. Stanley y Frehley. Lo demás, son tonterías.

El concierto duró dos horas y media, larga duración que se agradece, aunque tanto solo o “instrumental jam”, como lo disfrazan ahora, aburre a cualquiera y rompe el ritmo de un modo espectacular. Si bien es cierto que en la gira de los Illusions siempre hubo solos, de guitarra y también un coñazo de solo de batería que se marcaba el pesado de Matt Sorum. Por lo menos anoche no hubo solo de batería.

Podría decir muchas cosas más acerca de la banda, del repertorio, de lo que anoche sentí. Y sin embargo, no quisiera acabar estas líneas sin hacer una reflexión acerca del público. Igual es que yo soy rarito, pero cuando voy a un concierto, bueno, me pillo una bebida justo antes de que empiece el show, y luego aguanto hasta el final, igual hasta los bises. Jamás entenderé esa gente que se pasea por toda la pista una y otra vez, en busca de bebida, como tampoco entiendo a esos que van a un concierto y se pasan toda la noche de charleta. Pero ayer tuve que sufrir a lo que me pareció mucha gente yendo y viniendo, con lo que eso conlleva, que un fulano sudoroso se te arrime y frote su pringoso torso buscando pasar entre el mínimo hueco que hay entre tú y el tío de delante. Puto ascazo. Está Axl Rose en pleno éxtasis de “This I Love” y un ser peludo y sudado de repente se pega a ti, para pasar por delante. Eso, claro, rompe cualquier tipo de magia. Pero insisto, igual soy yo, que soy rarito.

Canciones:

Guns n’ Roses: “This I Love”
Guns n’ Roses: “Rocket Queen”
Guns n’ Roses: “You Could Be Mine”

martes, 19 de octubre de 2010

Be my baby

Será que hoy estoy un poco cerdete, porque si no, no entiendo qué extraño resorte ha hecho que Vanessa Paradis apareciera en mi mente. Y no una Vanessa Paradis cualquiera, que esa, me interesa más bien poco, sino la que aparecía en el videoclip con el que la descubrí. Vayamos con él y luego continuamos, ¿sí?



Se trata de un tema de 1992, de cuando la niña se fue a hacer las Américas. No me digáis que ese vídeo, con esa cancioncita tan maja y esa Vanessa más guapa que nunca no es como para que de repente, lo recuerde, tal que 18 años más tarde... sí, esa separación en la piñata tan característica sigue estando ahí. Y aún así, tan lánguida, pero con ese aura de falsa inocencia y esa ropa de hippy sexy, con ese inglés afrancesado cantando una bonita tonada fotocopiada de Motown, me sigue gustando. Aunque yo ya no tenga 13 años. Todo encaja, la chica, el vídeo, la canción. Sin conjugar estos tres elementos, no sería lo mismo.

Vanessa Paradis había sido una estrella preadolescente en Francia, una suerte de Melody gavacha, pero sin gorilas. Claro que viendo su éxito estrella “Joe Le Taxi”, casi me quedo con la rumbera y su baile simiesco (uh, uh, uh). En fin, todo el mundo sabe que los franceses son idiotas. Aunque esa es otra historia. El caso es que a los 19 años decidió hacer carrera en USA, y allí se lió con un Lenny Kravitz que por aquél entonces todavía tenía cosas que decir en la música. Un día de estos tengo que hablar de Lenny Kravitz. Así, Kravitz le compuso un disco a su nueva flamante novia, del que se extrajo este “Be My Baby” como single, y que a la postre, le abrió las puertas de la fama allende Francia. Y no tengo rubor alguno en reconocer que me gusta esta canción. Aunque sea un plagio descarado y segundón del soul más almibarado de los 60’s. Y sobretodo me gusta, lo dicho, esa combinación de la canción con ese videoclip sugerente y cantado por esa extraña chica francesa que nadie conocía por aquí.

Hay que reconocerle a Kravitz su buen gusto con las mujeres, porque antes de liarse con Vanessa Paradis, había estado casado con la (por aquél entonces, a finales de los 80’s) guapísima Lisa Bonet. Y posteriormente se le ha relacionado -me encanta esta expresión de prensa amarilla- con Nicole Kidman, que no me dice gran cosa pero hace unos años, antes de parecer una estatua de cera, tenía su aquél, Penélope Cruz, que si cierra la boca es una chica bonita y hasta Kate Moss (arf, arf, arf...). Hasta aquí el momento Salsa Rocksa.

Y volviendo a Vanessa Paradis, su carrera como nueva soulwoman le duró lo que duraron esos 3 minutos de clip en la MTV. Así que retornó a Francia e hizo sus cositas en cine y música, que no me pueden importar menos. Si algún lector o lectora considera que me estoy perdiendo a una artista que realmente vale la pena, que no se lo calle, que rectificar es de sabios y todo eso. Pero mientras tanto, permitidme que me ponga una vez más este “Be My Baby”.

Canciones:

Slash: "Ghost"
Lenny Kravitz: "Fields of Joy"
The Drifters: "Sugar Pie Honey"

domingo, 17 de octubre de 2010

No voy a hacerlo más...

Ayer tuve un pequeño acto de rebeldía estúpida frente a la estupidez que ya aceptamos como inherente. No sé dónde me había dejado los auriculares, de manera que tenía mi teléfono, que ahora también me hace las veces de reproductor de música, pero no el medio físico para escuchar esta música. Y pensé... y si? Y lo hice... era un trayecto muy cortito, pero diablos, me apetecía escuchar música. Y si cualquier niñato que se precie ha abandonado su dependencia a los auriculares, y ya de paso, cualquier forma de decencia y de respeto por los demás, amén del buen gusto, por qué iba a ser yo menos. Lo sé, el estatus de “niñato” hace ya varios años que lo abandoné, por lo menos en lo que al plano físico se refiere. Aún así, pasada la vergüenza inicial (lo reconozco, la tuve... ¿me estaré haciendo viejo?), disfruté escuchando a Soundgarden y a Queen, móvil en mano, como si de loro ochentero se tratara, ante la mirada extrañada de algún que otro transeúnte que pasaba, incluido aquel grupete de adolescentes que miraron con cara de no entender absolutamente nada. Uno de esos actos en que la rebeldía se transforma en la idiotez más supina, pero mirad, qué queréis que os diga, lo disfruté. Aunque sólo fueron cinco minutos. Y prometo no hacerlo más. Palabrita del niño Jesús.

Canciones:

Soundgarden: "Drawing flies"
Queen: "It's a beautiful day"
Manic Street Preachers:"The Descent (Pages 1 & 2)"

jueves, 14 de octubre de 2010

Smartphone

Me he comprado un teléfono móvil nuevo. Se trata de uno de esos móviles nuevos, de ultimísima generación, que incluyen reproductor de emepetrés de muchos gigas, cámara de foto, de vídeo y de lo que haga falta, conexión a Internet, acceso a e-mail y supongo que si lo configuro propiamente, incluso llegaría a hacerme algún tipo de favorcillo sexual. Mi puerta de entrada a la modernidad más repelente, vamos. Ni que decir tiene que me siento el tipo más molón del barrio. Un smartphone, que le llaman. Me encanta la palabra. Smartphone. Ahí queda eso.

El caso es que por lo que se ve, estos teléfonos (porque al final, son teléfonos, ¿no?... no sé...) no admiten una tarjeta SIM normal y corriente. No. Requieren una tarjeta SIM más pequeñita. Tiene aspecto de “El Chip Prodigioso”. Y allí estaba yo, con mi tarjeta nueva insertada en mi flamante móvil nuevo, cuando me di cuenta de un detalle... en la tarjeta SIM anterior, la grande, la del teléfono viejo, esa que por lo visto ya no vale para nada, tenía toda mi agenda de teléfonos. En fin, tampoco es que sea el chico más popular del instituto. Tampoco es que tenga una agenda tan amplia ni una multitud de personas constantemente llamándome y enviándome SMS. Pero llegaba el momento de la tediosa tarea de traspasar a mano todos los teléfonos de los contactos. Vamos, que tanta modernidad para acabar haciendo lo que hacía mi madre cuando se compraba una agenda nueva: transcribir todos los contactos al nuevo cuaderno.

Cómo se le activa el bluetooth a esto?

Me puse manos a la obra y comenzó la primera duda. Todos? Noooo... demasiados para un nivel de vagancia como el mío (demasiado pocos, probablemente, para el tipo más popular del instituto). Filtremos pues. Primero los más utilizados. Familia más directa y los amigos con los que he quedado esta noche. Y con todo ello, la primera constatación del moderno mundo imbécil. Si mi madre me llama al móvil y no se lo cojo (no tengo costumbre de contestar a llamadas de teléfonos que no conozco), ya tenemos a una madre ciertamente preocupada. Y en cuanto a los amigos, ahora ya no se queda con nadie. Estaremos en tal sitio. Si uno llega y no hay nadie, automáticamente llama. Dónde estás? O si uno llega tarde, llama también. Oye, que me he liado y llego en 5 minutos. Adiós a esa clásica costumbre de esperar.

Y al final me di también cuenta de la cantidad de contactos que tengo y que ni uso. Es, probablemente, un buen momento de hacer limpieza. Amigos que ya no lo son. Amigas que nunca lo fueron (lo que quería). Conocidos y saludados varios. Cuánto tiempo hace que no hablo con Fulano? Y por qué tengo 3 números diferentes de Mengana? Cuál será el que utiliza ahora mismo... si es que es alguno de ellos. Vale la pena mantener el teléfono de esa persona con la que tuve relación hace algún tiempo pero ya hace años que no?

Pero cómo quieres que este hortera tenga un millón de amigos??

Esta bonita reflexión me podría servir para hacer una crítica fácil de la ligereza con la que se llevan las relaciones. Hoy somos amigos, mañana no. Hoy tomemos un café, mañana no te saludo. Y cómo de estúpido es mantener a toda costa un contacto con una persona que en el fondo, no nos interesa, por aquello de acumular contactos y hacernos sentir mejor, en una versión más sofisticada de aquél “yo quiero tener un millón de amigos” que cantaba el hortera de Roberto Carlos. Y sin embargo, esta vez no. Esta vez me puede servir para pensar en por qué aquellas personas alguna vez pasaron por mi vida y ahora ya no están. Qué falló, y sobretodo, si tal vez lo hice, y posiblemente así sea, en qué fallé. Es demasiado fácil esta postura misántropa de que realmente nadie está a tu altura. Pero al final, cuando sólo vemos idiotas por todas partes, puede ser que el idiota resultes ser tú mismo. Reflexionemos, pues, amigos.

Canciones:

The Cardigans: "Carnival"
Guns n' Roses: "Sorry"
David Bowie: "Young Americans"

martes, 12 de octubre de 2010

Suites Imperiales

De mi educación en un colegio católico me queda, claro, una cierta influencia. Pero si bien es cierto que estudié el Bachillerato (unificado polivalente) y el COU en un colegio católico, era un centro algo atípico, y ese tema tan molón de los siete pecados capitales lo aprendí de David Fincher y esa gran película que es “Seven”. O que en su momento, me pareció que era, ya que creo que no la he vuelto a ver nunca más desde aquél 1995 en que se estrenó.

Esto de los pecados capitales está bien. Quiero decir, un pecado, ya de per se, es algo chungo, pero si encima son capitales, bueno, la cosa se pone jodida para escapar de las llamas infernales. Aunque releyendo la lista (gula, pereza, soberbia, avaricia, envidia, lujuria e ira), me temo que los cometo todos, con una cierta constancia. Sin embargo hay uno en concreto que suelo cometer, y que digo yo que no será para tanto: la envidia.

Sí, la envidia, ese sentimiento tan común, tan humano, y creo que tan necesario para espabilarnos, para no dormirnos en los laureles, para querer más, para tratar de optar a más, para no caer en el conformismo... todos tenemos envidia. Todos. Las personitas de bien incluidas, pero claro ellas la tratan de disfrazar con el adjetivo “sana”. “Envidia sana”. Qué diablos es eso? Eso ni es envidia, ni es nada! La envidia sana es como la cerveza sin alcohol o las patatas fritas light, meros sucedáneos. Y yo, tengo envidias... a menudo.

Una de mis filias son los escritores que triunfan jóvenes. Especialmente si lo hacen con esa clase de libros que suelen ser considerados como, de algún modo, reflejos o referencias generacionales, o cuanto menos, si versan sobre personajes jóvenes como ellos mismos. También tengo como filia esa clase de libros que suelen ser protagonizados por jóvenes o adolescentes y acaban siendo novelas más o menos de culto, como “El Guardian Entre El Centeno” o “La Ley De La Calle (Rumble Fish)”. Pero esa es otra historia. En este caso, me refería a escritores que en una insolente juventud publican novelas de argumentos basados en personajes coetáneos, de alguna manera, llámense John Fante, Brett Easton Ellis, Ray Loriga o Kiko Amat.

Pero ay, amigos, si bien no puedo evitar lanzarme a consumir esa clase de libros, por otro lado, no puedo evitar que la envidia me corroa. Y no una envidia sana, no. Esa no existe para mí. Envidia insana ante esos tipos que logran publicar y tener un cierto éxito contando historias de chavalería y juventud (divino tesoro), quizás porque en un alarde de arrogancia, yo también me creería capaz de ello.

Brett Easton Ellis con pose de "he madurado pero todavía soy un escritor malote"

Y con Brett Easton Ellis me ocurrió, hace unos años, de un modo más o menos repentino. Yo conocía a Ellis como casi todo el mundo, a través de “American Psycho”, aunque llegué antes a la película que a la novela. Como quiera que un día, por casualidad, curioseando por la librería, di con su novela de debut, “Menos que cero”, y me llamó la atención. Y no me equivoqué, me topé con un libro muy interesante, escrito con un sorprendente estilo para tratarse de un chaval que entonces contaba sólo con 21 años (¡!!). ¿Es, o no es como para tener envidia? Luego cayeron la versión cinematográfica de “Menos que cero”, que en castellano se proyectó como “Golpe al sueño americano”, bastante menos interesante y lo que es peor, no sólo varía ciertos aspectos de la novela en la que se basa, sino que además, incluso varían, en una pirueta con mortal incluido, el final. Luego leí “American Psycho” y finalmente su anterior novela, estupenda “Lunar Park”, de la que juraría que ya hablé en NDK pero soy incapaz de encontrar exactamente dónde.

Y eso nos lleva a este punto. Si bien “Lunar Park” me pareció un libro que reflejaba una madurez literaria que a veces no se da en esta clase de autores que comienzan escribiendo tan jóvenes, el libro que nos ocupa ahora mismo, y a la postre, última novela de Brett Easton Ellis, ha supuesto una decepción mayúscula.

Niños pijos en situaciones extremas: "Golpe al sueño americano"-1 "Beberly Hills 90210"-0

En efecto, el hecho de que “Suites Imperiales” retome los personajes de “Menos que Cero”, pero 25 años más tarde, era un riesgo demasiado grande. Y no sé como valorarlo, si como un ejercicio de valentía, por saber que retomar personajes de una novela que con el tiempo se ha ido mitificando, como es “Menos que Cero”, podía suponer un rechazo causado por las altas expectativas en un lector con cierta implicación personal en la novela inicial, o bien como un ejercicio de desfachatez y de ir a lo sencillo. De hecho, sí, son Julian, Clay, Blair y los demás. Pero podían haber sido otros, con otros nombres y sin necesidad de conocer su pasado. Y el resultado habría sido el mismo. El mismo de endeble, aunque tal vez menos decepcionante.

El particular estilo de Brett Easton Ellis me sigue gustando. Incluso el interés por relatar a personajes de su propia edad, mostrando una evolución como creador. Y resulta interesante el desengaño que transpiran los personajes, aunque, e igual es conciencia de clase, pero un nihilismo de ex-niños pijos reconvertidos en cuarentones ricachones de Los Angeles resulta incluso ridículo. Pero la realidad es que “Suites Imperiales”, pese a ser una novela cortita, apenas ciento cincuenta páginas, es un coñazo. Todo demasiado desdibujado, todo como si fuera a pasar algo más de lo que pasa, y si pasa, no se explica. Y sí, soy muy consciente de que el juicio sería menos severo si en el lomo no figurara el nombre de Easton Ellis o si no volviera a ser Clay quien narra la historia. Y a pesar de todo ello, aunque no se dieran esas circunstancias, seguiría siendo una novela flojita.

Canciones:

QOTSA: "Gonna Leave You"
Brian Eno: "By this river"
Los Planetas: "Reunión en la cumbre"

domingo, 10 de octubre de 2010

Enésima vuelta

Me acojona pensar que la última vez que me asomé a estas páginas era 14 de abril. Han pasado ya más de cinco meses. Casi nada. Pero amiguitos y amiguitas, tengo justificante firmado por mi mami. Si yo os contara todo lo que me ha pasado en los últimos, digamos, 7 meses, daría como para un blog entero nuevecito. El caso es que iba pasando el tiempo y yo pensaba que quería ponerme a escribir. Pero entonces aparecía, ay, el pánico de la página (web) en blanco. Que yo me tomo muy en serio este blog. Aunque a veces no lo parezca. Y así, pasan los días, las semanas, los meses y hasta los trimestres. Y entre tanto, pasó el mes de julio, y con él, el cumpleaños de Notas De Kar. Cinco añazos ya. Vértigo.

Tu mente extiende cheques que tu cuerpo no puede pagar. Con esa frase comenzaba hace ahora más de 5 años la andadura de NDK. Y qué verdad, eso os lo puedo asegurar aquí y ahora. Quién me iba a decir que un lustro después, no sólo yo seguiría vivo sino que además, todavía tendría vivo, aunque convaleciente, pero vivo no obstante, este blog, lo cuál, para un inconstante como yo, no es sino un pequeño milagro.

Cinco años. Joder, si cinco meses de ausencia me han parecido una barbaridad, ya no os digo cinco años. Cinco años de mi vida. Me siento como el jodido Doogie Houser, M.D. Porque sí, probablemente mis entradas no tengan el formato “hoy me he levantado y resultó que se me había acabado el café, así que bajé al bar y allí estaba esa camarera tan guapa pero que preparaba esos cafés tan horrorosos, y que siempre me guiña un ojo cuando me saluda (...)”, pero no hace falta ser muy sagaz para verme reflejado entre las líneas que hablan de Brian Setzer, de James Ellroy, de Kate Moss o de cualquier otro tema.

Qué extraño resorte me ha hecho retomar estas líneas? Probablemente mi tendencia al exhibicionismo velado, y aunque parezca bobo, también el hecho de haber releído entradas antiguas de NDK y darme cuenta de que no están tan mal. Qué ridículo que tenga mayor pudor a una falta de estilo que a mostrarme, de alguna manera, públicamente. Sea como fuere, y por cualquier razón, aquí estoy, se supone que para quedarme. Aunque no prometo nada.